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3 de Febrero de 2013
Ciudad de chalés normandos y antiguas casas coloniales
Hija del riel y nieta de las tolderías
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Esta nota propone un recorrido por las perlas arquitectónicas de la ciudad a los turistas que llegan en tiempo de Festival. Pero también está dirigida a los villamarienses, sobre todo a los que acepten el desafío de redescubrir tras las conocidas fachadas, tesoros urbanos que a diario nos pasan desapercibidos

 

Escribe: Iván Wielikosielek

 

 

Para el viajero que desembarca por primera vez en Villa María, el patrimonio arquitectónico de la ciudad le resultará poco menos que invisible. 
De hecho, no serán las casas centenarias lo primero que salte a la vista sino los grandes edificios, los de una ciudad que se hace más vertical cada día. Pero si el recién llegado se aventura por la zona del Anfiteatro, entonces se topará con mansiones cuyo diseño monumental remeda al Beverly Hills de Los Angeles más que a las construcciones ancestrales de la llanura. ¿De dónde salió esta ciudad? -se preguntará el sorprendido viajero - ¿Cómo era esto antes del tren, cómo era esto hace cien años o por lo menos antes que el martillo de las nuevas tendencias empezara su implacable demolición? La respuesta, querido visitante, no está flotando en el viento, sino que aún se levanta en algunas maravillosas fachadas, en el rostro de esas “viejas damas de antaño” que aún conservan su viejo esplendor y que, como su aristocracia lo exige, piden ser presentadas una por una, con su nombre, su apellido, su estilo y su alcurnia.  
 
Breve guIa de casas antiguas
 
Si el visitante tiene tiempo y también sombrero para protegerse del inclemente sol de febrero, le pedimos tenga a bien seguirnos por este pequeño recorrido urbano.
Arrancando desde la costanera (donde seguramente recalará), le pedimos al recién llegado que camine hasta calle Santa Fe y que baje dos cuadras. Se encontrará, a la altura del 467, con una de las construcciones más hermosas que acaso tenga la ciudad: la “Casa Emerson”. Se trata de un chalé art nouveau de estilo normando construido en 1915 que funcionara como escuela bíblica evangélica. Su fachada, sin embargo, parece más propicia para cobijar viejas fantasías góticas. Y acaso esta casa sea un acabado ejemplo de la arquitectura aristocrática que se intentaba a principios del Siglo XX por estos lares.
Si el visitante sigue bajando por Santa Fe se encontrará, pocos metros más adelante, con la Plaza San Martín, que en esta ciudad, paradójicamente, no es la plaza principal. Verá alzarse enfrente la Catedral junto a la antigua Casa Parroquial. Con su balcón de rejas y su inmensa galería del primer piso, dicho chalé participa del estilo mediterráneo (nostalgias hispánicas en la pampa gringa) y fue construido en la década del 20. En cuanto a la Catedral se refiere, su nave central y cúpula datan de1894 y su actual fachada (de estilo neomanierista) de la década del 20. Cruzando la plaza en diagonal, se llega a la intersección de las calles Buenos Aires y Mariano Moreno. Y allí aguardan dos fabulosas construcciones de dos pisos: la “Casa Meroi” y la “Casa Salgado”. 
Construida a principios del Siglo XX, la “Casa Meroi” participa del estilo modernista y ostenta molduras, rejas, carpintería y balconería original. 
 Actualmente funciona un bar-restaurante de estética “retro” que ha rescatado de manera admirable su interior, sus pisos de madera y el mobiliario de época. En cuanto a la “Casa Salgado”, es uno de los tantos ejemplos de estilo neo colonial que en los años 40 intentaban remedar las construcciones ancestrales de Argentina.
Si el caminante toma por Mariano Moreno hasta Corrientes y dobla a la izquierda, se encontrará con las dos casas más antiguas que ostenta Villa María. La primera, en preocupante estado de abandono, es la “Casa Buconic”, de 1890. Será fácilmente reconocible por el vallado de chapas que la rodea y por su maravilloso portón de reja para los carruajes, el que mejor se conserva en la ciudad. Al frente de este inmueble que pide una urgente reparación, se levanta “la casa blanca” de la Villa. 
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El actual Concejo Deliberante era, de hecho, la ancestral mansión de Joaquín Pereira y Domínguez, “refundador” de la ciudad. De hecho, en el año 1880, el empresario y emprendedor de doble apellido le compró al fundador de la ciudad, don Manuel Anselmo Ocampo, varias de las tierras que costeaban la estación de trenes, útero ferroviario del cual había nacido la urbe 13 años atrás. En uno de esos terrenos, don Joaquín levantó esta fabulosa vivienda en estilo neoclásico que juntaba en sus reuniones de salón a la más refinada aristocracia de la época. La casa, inaugurada en 1884, fue más tarde sede del Obispado y luego de la Biblioteca Popular Mariano Moreno hasta convertirse en “foro” de representación política local.
Colindante a este inmueble se encuentra la “Casa España”. Dividida en “Casa Balear” y “Asociación Española”, fue levantada hace exactamente 100 años. En ella funcionó el antiguo cine “Alhambra” y se aconseja fervorosamente ingresar a su vestíbulo. Allí, el visitante se encontrará con un fabuloso recibidor morisco cuyas paredes fueron pintadas al temple (pintura y yema de huevo) por Fernando Bonfiglioli, el pintor representativo de la ciudad. Los murales fueron restaurados hace muy poco de manera brillante por el arquitecto Hugo Las Heras y la ayuda del pintor y músico César “Titina” Bravin. 
Cruzando la calle Buenos Aires y cuando avenida Mitre ya se convirtió en Sabattini, a la altura del 51 se verá una suerte de palacete abandonado a la intemperie del verano. Se trata de la casona donde viviera los últimos años de su vida el educador local Antonio Sobral, fundador del colegio Rivadavia y uno de los pedagogos más importantes del país. El viejo palacio albergó, durante años, al Conservatorio Provincial Felipe Boero; y en estos momentos está siendo pensado como futuro centro cultural. 
Al frente, y respondiendo a la fabulosa arquitectura inglesa del siglo pasado, se encuentra el edificio de Administración del Ferrocarril de 1915, con sus dos alas comunicadas por una galería exterior. El ladrillo visto, la chapa y la madera son los sencillos materiales que componen uno de los edificios públicos más hermosos de la Villa. 
Siguiendo por calle Mitre se pasará por la capilla del Instituto San Antonio, de principios del Siglo XX, que tiene la particularidad de ser la única iglesia gótica de la ciudad, rematada por una clásica torre-aguja. En la esquina siguiente, aparecerá el chalé de Matías Sugasti. Concebido en un estilo normando que le hace un guiño a las mamposterías del País Vasco, fue erigido en 1930.
 
Algo más que un estadio de fútbol
 
Si el viajero aún no se cansó de la caminata, le proponemos seguir por Sabattini hasta la esquina de calle San Juan, donde verá una simple y hermosa cancha de fútbol. Cercada por unas paredes que datan de principios del siglo pasado, los remates exhiben fantásticas molduras como en una torta de bodas. Es la Plaza Manuel Anselmo Ocampo; uno de los sitios más emblemáticos y queridos de la ciudad. 
Donada a la comunidad de Villa María por el mítico fundador de estos parajes como “canchita de Ejercicios Físicos” (que así se la conoce todavía) el “estadio único” de la ciudad ha sobrevivido a todos los embates e intentos por ser demolido y vendido a una cadena de hoteles. Su actual permanencia es la muestra de amor más incondicional que ha dado la comunidad por una pieza de su patrimonio.
Bajando por San Juan hasta la calle 25 de Mayo, se llegará a una de las casas más ambiciosas y monumentales de Villa María: el chalé Scopinaro. 
Levantado en 1934, la casona de estilo normando fue el regalo de bodas del empresario Juan Minetti a su hija, pronta a desposarse con el doctor Scopinaro. Hoy, lejos de albergar la crema de antiguas aristocracias, el chalé funciona como hostal.
 
La “perla” de la pampa gringa
 
Siguiendo por 25 de Mayo 6 cuadras más adelante, se llega a la calle Mendoza. Arbolada con plátanos típicos de aquella provincia, recomendamos volver hacia las vías remontando esa arteria. Y entonces, haciendo esquina con avenida Yrigoyen, se podrá visitar la fachada del Teatro Verdi, la joya de la antigua Sociedad Italiana.  
Fundada en 1887, la Sociedad Italiana fue, junto a la Casa España, la primera gran entidad cultural de una ciudad inconcebible sin estas dos colectividades. Su teatro alcanzó su momento de esplendor en el año 1932, cuando en el por entonces “Cine Capitol” cantó por única vez en la ciudad Carlos Gardel.
Cruzando las vías, el viajero levantará la cabeza y se encontrará con un verdadero palacio; “la perla” de la pampa gringa, como muchos le dicen. Se trata del ex “Palace Hotel” y actual Palacio Municipal. Construido en el año 1930, el hotel contaba con 150 habitaciones. Su salón de baile, sirvió de escenografía de ensueño al cumpleaños de 15 de varias generaciones de bellezas locales. 
Nuestro recorrido termina dos cuadras al oeste, cuando costeando plaza Rivadavia por calle Sobral (pasando frente a la réplica de la Pirámide de Mayo del año 1960) lleguemos a la estación de trenes donde nació la ciudad. Se trata del edificio más antiguo (1870), que ostenta el andén en el cual descendieron la mayoría de los apellidos de Villa María. 
Cuando se escucha decir que los argentinos venimos de los barcos, por estos lados hay un dicho similar que lo remeda: dice que los villamarienses venimos de los trenes. “Somos hijos del riel” dicen quienes tienen una visión progresista, “pero también somos nietos de las tolderías” le retrucan los tradicionalistas. Y maravillosamente, las dos miradas tienen razón.

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