Escribe:
Jesús Chirino


La historia, desprovista de encubrimientos, nos enriquece cuando la practicamos como una relación con el pasado en la que se hace ejercicio del sentido crítico e intentando incorporar elementos que ayuden a comprender los procesos históricos del presente. Igual, al ser la historia terreno de disputas, se sabe que en las sociedades existen hechos pretéritos sobre los que, por diferentes razones, actúa con mayor fuerza el olvido o los encubrimientos de la memoria. En esta columna donde generalmente escribimos sobre hechos regionales y su contexto histórico nos parece importante recordar datos de la Córdoba de 1974, cuando sucedió lo que fuera denominado “navarrazo”.
Policía golpista
El 28 de febrero de 1974 el teniente coronel, retirado, Antonio Domingo Navarro, jefe de la Policía provincial, se levantó contra las autoridades políticas de Córdoba.
Gobernaban la provincia Ricardo Obregón Cano junto a su vicegobernador Atilio López, gremialista de UTA. Los dos habían integrado la fórmula electoral presentada por el Frejuli (Frente Justicialista de Liberación), integrado principalmente por el Partido Justicialista, el Movimiento de Integración y Desarrollo, la Democracia Cristiana, el Partido Conservador Popular y el Movimiento de Acción Popular. En la segunda vuelta electoral, desarrollada el 15 de abril de 1973, el Frejuli había sumado el apoyo de más del 50% de los votantes. Esa fórmula justicialista contó con el apoyo de sectores radicalizados del partido peronista y el sindicalismo cordobés que no pertenecía a la burocracia sindical. Pero, desde sus inicios, aquel Gobierno estuvo jaqueado por la burocracia sindical y todos los grupos reaccionarios del territorio provincial.
Por entonces en el movimiento obrero de Córdoba coexistían diferentes sectores, entre ellos el integrado por los “ortodoxos”, fieles a las políticas nacionales. Por otra parte se encontraban los grupos que se oponían al Pacto Social y que controlaban gremios tan importantes como Luz y Fuerza, UTA y SMATA. A su vez en esta parte del movimiento obrero se diferenciaban los “legalistas”, los “independientes” y los “clasistas”. A pesar de estas diferenciaciones, Córdoba mantenía un gran peso en la política nacional, que en parte provenía tanto de la fresca historia del cordobazo, como también por la presencia en esta mediterránea provincia de grandes líderes obreros como Agustín Tosco.

@ La infección

Desde el regreso de Perón al país, la derecha peronista dio pasos firme en contra de la denominada Tendencia Revolucionaria del propio movimiento justicialista. En el diario “La Voz del Interior”, del 5 y el 6 de febrero de 1974, puede leerse como “Las 62 Organizaciones” declararon persona no grata al gobernador de Salta, Miguel Ragone, apoyado por la izquierda peronista. Por su parte la CGT de Santa Cruz hablaba de “infiltraciones marxista en el Gobierno provincial”. El propio presidente de la Nación e indiscutido jefe del movimiento justicialista, en mensaje a la Mesa Directiva de “Las 62 Organizaciones peronistas” y al secretario General de la CGT dijo, el 20 del mismo mes, “en estos momentos lo que hay en Córdoba, ustedes saben, es un foco de infección. Se están produciendo algunas fuerzas que son tan enemigas del Gobierno como de las 62…”. Luego agregó “el problema reside en que dicen que hay infiltrados dentro del Gobierno, pero no es necesario pelear para sacar a los infiltrados. No hay que provocar esas situaciones… Hay formas y formas de realizarlo. Tenemos que hacerlo con buena letra…”. Estas expresiones pueden constatarse en la edición de “La Voz del Interior” del 21 de febrero de aquel año y también en el Tomo XXV de las “Obras Completas” del general. Pero “los muchachos” no hicieron buena letra, quizás la forma pendular de conducción del anciano, y enfermo líder, ya no era tan efectivas.
@ Córdoba quería más, pero…

En Córdoba los trabajadores habían logrado que, a finales de 1973, el Gobierno dictara un aumento salarial y los empleados públicos que la Legislatura avanzara en la aprobación del estatuto del empleado público. El 12 de febrero el Ministerio de la Nación comunicó que Córdoba estaba rompiendo el Pacto Social. La patronal del transporte realizaba una acción provocativa realizando un “paro patronal”, el 19 de febrero. Al otro día “La Voz…” informó que 350 ómnibus, de los 900 habituales, no habían hecho su recorrido. Para entonces ya se decía públicamente que el jefe de la Policía, Navarro, andaba de reunión en reunión “conspirando contra la continuidad institucional de la provincia”.

@ La policía detiene al gobernador

Cuando el Gobierno liderado por Obregón Cano, hombre vinculado a los sectores del peronismo de izquierda, el 27 de febrero le hace saber al jefe de Policía que es relevado de su cargo el militar se declara en rebeldía diciendo que lo apoyan los cuadros policiales. El Gobierno lo exonera, acción a la que la fuerza policial responde amotinándose en el Cabildo. Los policías, según lo describe “La Voz…” con ropa de fajina y arma largas “no dejan pasar peatones” por la plaza San Martín de la capital provincial. Por la noche avanzan contra la Casa de Gobierno, detienen al gobernador, al vicegobernador, legisladores y otros funcionario. Horas más tarde atacaron con bombas, edificios de medios de prensa y las casas del gobernador y otros funcionarios. También se hicieron numerosos allanamientos, produciéndose detenciones ilegales de dirigentes políticos, sindicales y estudiantiles.
Algunos grupos parapoliciales tomaron el control de estaciones de radio para difundir su apoyo a Navarro. La patronal del transporte puso sus colectivos, que antes había sacado de circulación, al servicio de los grupos civiles armados para apoyar el comisario y su gente. “Las 62 Organizaciones” dieron su apoyo al golpe y convocaron a un paro por tiempo indeterminado en “adhesión a la valiente y patriótica actitud tomada por el peronismo de Córdoba en apoyo a su policía”. Fue esa una medida que, junto al prestigio que el presidente de la Nación tenía en el sector obrero, erosionó la capacidad de respuesta de los trabajadores.
Sectores peronistas como el liderado por Julio Antún apoyaron el golpe realizado por el jefe policial. La denominada Juventud Sindical Peronista comandó grupos de civiles armados que ayudaron a la Policía en la custodia de sedes gremiales, universidades y los barrios capitalinos. Por su parte la intersindical, con el prestigioso y claro liderazgo de Agustín Tosco junto a sectores de la CGT que adherían a la figura de Atilio López, pidieron la restitución del Gobierno constitucional.
El jueves 28, Mario Agodino, presidente de la Cámara de Diputados de la provincia, se hizo cargo del Gobierno. El historiador Norberto Galazo en su biografía de Perón recuerda que “el sábado 2 de marzo, las radios informan que hay seis muertos a consecuencia de los disturbios”. Luego, como validación del golpe, el Poder Ejecutivo de la provincia sería intervenido y se sucederían interventores, incluso el Comandante del III Cuerpo de Ejército, general Luciano Benjamín Menéndez, quien en 1975 fuera designado en calidad de tal por Italo Lúder, presidente Provisorio de la Cámara de Senadores de la Nación en ejercicio de la Presidencia de la Nación.
Las motivaciones que Navarro había expuesto para realizar el golpe fueron la necesidad de controlar esas fuerzas enroladas en la izquierda que, supuestamente, provocarían un desborde. Es decir, venía a curar la infección. Similar a la que suelen señalar algunos sectores cuando no se acepta la verticalidad.