Escribe:

Pepo Garay
Especial para EL DIARIO



Cada país tiene su centro turístico por excelencia, su punto vacacional más popular, el destino predilecto de sus visitantes. Chile tiene el suyo y se llama Viña del Mar. La ciudad costera se encuentra a sólo 112 kilómetros de Santiago, la capital trasandina, uno de los motivos por la que es tan concurrida.
Para los argentinos también está cerca. Desde Mendoza son menos de 400 kilómetros hasta llegar a las orillas del pacífico. El recorrido incluye panorámicas fascinantes, con el famoso puente del Inca y el cruce de la cordillera de Los Andes como alicientes de peso.
Además, por supuesto, la posibilidad de conocer otro país y su interesante cultura le suma algunos porotos extras a la elección. El choque de identidades siempre se presenta como una posibilidad de enriquecimiento personal.

@ Playas del Pacífico

Espectáculos artísticos, lugares de esparcimiento y sitios históricos son algunas de las carnadas que tiene Viña del Mar a la hora de atraer foráneos. Pero sin dudas, son sus costas las que más galardones le han valido a la ciudad.
En ese sentido, se destaca la innumerable cantidad de playas que embellecen el sector oeste de la metrópoli. Las Salinas, El Sol, Miramar, Los Marineros y Cochoa son sólo algunas de ellas. Caleta Abarca es otro punto de referencia. Probablemente el más visitado durante la temporada estival, este parador está decorado por el cerro Recreo, en la zona céntrica de la urbe. Playa Reñaca es a su vez un sitio permanentemente solicitado. Más periférico, reúne una importante oferta en materia de hoteles, casas de alquiler, bares y restaurantes, emprendimientos engalanados por la soberbia costanera de la zona.
Otros imanes de esta urbe de 300 mil habitantes, son sus parques y espacios verdes. No en vano los hermanos chilenos la han bautizado como la “Ciudad Jardín”. El Jardín Botánico, con sus casi tres mil especies vegetales, o el precioso Parque Quinta Bergara (donde se encuentra el anfiteatro homónimo, que aloja anualmente al famoso Festival de Viña), son dos de los varios argumentos que sostienen aquella definición.
El viajero también encuentra una amplia variedad de plazas, como la bella José Francisco Vergara (en el corazón de la ciudad), la O´Higgins y la plazoleta Sucre, entre muchas otras. El Reloj de Flores es parada obligada en búsqueda del típico recuerdo fotográfico del verano.
En materia de edificios históricos, la cabecera turística de Chile tampoco se queda atrás. Símbolos del elegante estilo arquitectónico de Viña son los castillos Ross, Brunett y Wulff. Este último es quizá el principal estandarte del municipio. Con fachada de frente al mar fue declarado Monumento Histórico Nacional. Los Palacios Vergara, Carrasco y Rioja también sacan a relucir la apostura edilicia del centro y alrededores.

@ Valparaíso e isla Negra

Más allá de las riquezas visuales de Viña, el visitante no puede dejar de conocer Valparaíso, ciudad hermana de similares proporciones a su inmediata vecina. Esta se distingue sobre todo por el colorido que le dan sus pintorescas casitas, apiñadas en los 42 cerros locales.
El marco se completa con el puerto local, uno de los más grandes de Sudamérica. Allí mismo también se erige el puerto base de la poderosa Armada de Chile. Las bestiales embarcaciones de guerra de las adyacencias sirven para concientizarnos sobre el desequilibrio armamentístico que sufre el continente actualmente.
A pocos kilómetros del lugar se encuentra la famosa isla Negra, espacio reconocido por haber sido el hogar de Pablo Neruda durante muchos años. Más que recomendable resulta la visita a la casa del poeta, hoy convertida en museo.
El abanico de posibilidades que ofrece Viña del Mar y sus alrededores no deja lugar a dudas: Chile tiene con qué cautivar al viajero.
Vale la pena comprobarlo en primera persona.