Escribe:
Pepo Garay
Especial para EL DIARIO
La plaza Cacique Tulián de San Marcos Sierras es todo un emblema de Córdoba. Guitarreada, malabares, yoga espontánea, mate en el suelo, mucha comunión. No son pocos los viajeros que se pasan horas apreciando el cuadro, que tiene al cerro de La Cruz de fondo, y callecitas de tierra y viviendas antiguas de aliadas. Cultura neo-hippie para regar de color las mañanas, las tardes y las noches. Pintoresco por donde se lo mire.
Sin embargo, esta localidad ubicada a 280 kilómetros al noroeste de Villa María, en un rincón extraviado entre Capilla del Monte y Cruz del Eje, es mucho más que el florido rostro de una plaza. Hay ríos soberbios, montañas buenas, paseos, exquisiteces culinarias, museos…interesante acopio que se mezcla con la atmósfera reinante y su mensaje de paz. Mejor levantarse del banco y salir a dar una vuelta.
De ayer hasta hoy
Bucear en la historia de San Marcos es remontarse a miles de años atrás, cuando estas tierras eran dominadas por los comechingones. Después llegarían los españoles, quienes fundaron el pueblo en el año 1732. Ya en nuestro tiempo, los días más significativos para su gente se dieron durante las décadas del 60´ y 70´. Entonces, bandadas de hippies provenientes de todos los rincones del país fueron aterrizando en los fondos del Valle de Punilla, para cambiarle la fisonomía. Desde aquellas épocas, el municipio perteneciente al Departamento Cruz del Eje exhibe ese talante tan particular, liberal y desinhibido. Cierto es que entre sus “nuevos” habitantes y turistas, hay mucho de pose y falsa bohemia. Pero lo elemental del movimiento aún respira próspero.
Sean hippies o no, los visitantes le sacan el jugo al entorno. El río San Marcos, por ejemplo, discurre cerquita del centro. Simple, bonito, disfruta de un hábitat privilegiado, con mucho verde en derredor y la llamada quebrada, camino donde tanto indígenas (a través de los morteros) como jesuitas (con el molino), dejaron algunas huellas. Aún con un caudal caprichoso, que en ocasiones apenas se muestra, el río se ve potenciado por los cerros de La Cruz (con espectaculares vistas al Valle del río Pinto) y Alfa (famoso por sus supuestos poderes energizantes, relacionados con el avistaje de ovnis). A las cimas de ambos se puede acceder caminando sin mayor dificultad. Todavía dentro del pueblo, recomendable es el paso por los Callejones del barrio de La Banda, verdaderos túneles formados por arboledas.
Más alejado, a unos cuatro kilómetros de la plaza, el río Quilpo supera en casi todos los aspectos a su pariente. Torrente ancho y cristalino, que toma diferentes personalidades según por donde pase. En algunas áreas es calmo y hondo, con piletones naturales que son una delicia. Cuatro, cinco metros de profundidad ideales para realizar clavados desde grandes rocas, y para que las tortugas se paseen en familia. En otros sectores, en cambio, el afluente se torna febril y bajito, con correntadas que aumentan en intensidad, piedras y pequeñas cascadas. En todos los casos, el que acompaña es el perfil de las tenues colinas, y la tupida vegetación, generosa en algarrobos, molles, quebrachos, talas, espinillos y piquillines. Importantes espacios de césped en la ribera, árboles que dan sombra y frescura. Postales marca sierras de Córdoba, que suben acciones en la noche, con sus inigualables cielos estrellados.
Allí, los espacios bien abiertos y amplios cuentan como se pasa la vida en San Marcos. Un fuego que apenas se menea, un canto entre amigos, la vista al sol o a la luna. Hechizo de la región.
Ver y comer
De nueva cuenta surge el paseo por la plaza, esta vez para disfrutar de la iglesia (principios del Siglo XVIII), las comidas regionales en los muchos restaurantes que dan a la explanada (cabrito y empanadas, los favoritos) y el Paseo de los artesanos. En las adyacencias aparece el Museo Hippie, el Museo Rumi Huasi y los puestos de miel, reconocida como una de las más puras y de mejor carácter del país.
Pureza, carácter. Palabras que tan bien combinan con San Marcos Sierras.