Viene de organizar la Novena Muestra de Cine Independiente de La Cumbre (Córdoba) donde proyectó filmes nacionales y de países tan lejanos como Japón, Irán y Turquía. Habló de la actualidad de los realizadores en nuestro país y muy especialmente de la promisoria filmografía producida en nuestra provincia. 

Si una ciudad de apenas siete mil habitantes presenta una muestra de cine sólo concebible en Buenos Aires o Nueva York, es porque maneja un fabuloso presupuesto  o en su defecto, porque cuenta con alguien de una capacidad organizativa extraordinaria en su equipo; alguien que además de mucho amor por las películas tiene una maravillosa formación y una agenda brutal de contactos internacionales. Y sobre todo, porque ese “alguien” ostenta la hombría de bien como para ser apoyado por ese heterogéneo universo de realizadores diseminados por el planeta. Y esta segunda acepción es la que le cabe al festival de La Cumbre y, sobre todo la que encaja como un guante en la persona de Roger Alan Koza, vecino de la ciudad desde el año 2000.

Miembro de la Federación Internacional de Prensa Cinematográfica (Fipresci), columnista de “La Voz del Interior” y las revistas “Quid” y “La rana”, codirector de “El cinematógrafo” que se proyecta en Canal 10, director del blog ojosabiertos.otroscines.com y programador de los festivales internacionales de Hamburgo y la UNAM de México, se diría que Roger no vive para otra cosa que la pantalla, ese mundo que late a 24 fotogramas por segundo. 

 

La Cumbre del cine independiente

 

-¿Cómo nace esta muestra de ciudad cosmopolita en una localidad tan pequeña?

-Nace gracias al cineclub “Con los ojos abiertos”, que llevo adelante. Pero su institucionalización fue en 2001, en esa transición aciaga que vivió nuestro país. Siempre digo que uno de los pocos beneficios de las perversiones del ministro Cavallo, fue que era bastante más fácil pagar derechos de distribución a películas extranjeras. 

-En ese tiempo, los argentinos empezamos a ver películas de Irán y de Kazakhstan… 

-Exactamente, pero luego, con la devaluación, volvimos a la homogenización del cine norteamericano. Por eso sentí la necesidad de que no se perdiera esa experiencia que se había ganado, la de ver cinematografías que no fueran norteamericanas o de Europa Central. En el año 2004 me ofrecieron de la Municipalidad pasar cine en la sala Luis Berti; acepté, y ese año hice la primera muestra. 

-El festival lleva nueve ediciones ininterrumpidas. Sin embargo, recién en 2006 incorporaste el cine argentino ¿Por qué?

-Para no mezclar los tantos. Fue justo ese año que empecé a trabajar como programador del festival de Hamburgo. Hasta ese momento, yo sólo me desempeñaba como crítico; y para mantener cierto grado de objetividad trataba de no establecer relación con los directores. Pero lo de Hamburgo hizo que rompiese el hielo. Me es muy fácil tener cariño por ellos. 

-En esta última muestra, además, hubo tres largometrajes nacionales difíciles o imposibles de ver en salas …

-Sí. Y los elegí, además, porque dentro el cine independiente nacional son antitéticos entre sí; sobre todo desde la construcción y representación social. En el caso de “Fango”, de José Celestino Campusano, hay una clase trabajadora y a veces pauperizada que la protagoniza. En “Papirosen”, de Gastón Solnicki, la acción sucede en clase media-alta. Y en “La Casa” de Gustavo Fontán, está la intimidad de una familia pero también el intimismo del barrio. También pasé los cortos de Pablo Pécora y me hubiera gustado mostrar “El último Elvis” de Armando Bo, que me gustó mucho, pero fue una película que se vio en todas las salas y que no necesitaba de estos canales.

 

Argentina: la cinematografIa más variada de Latinoamérica

 

-Respecto al cine argentino ¿pensás que se achicó el espectro en relación a la explosión que hubo en los 90?

-No; pero es la impresión que se tiene desde afuera. Es increíble el poco acceso a las grandes salas que tienen la mayoría de las producciones. Hoy en nuestro país se estrenan de 120 a 160 películas por año; pero el público sólo llega a saber que existen 10 ó 15. Las películas que no son parte de esas 10 ó 15, nunca llegan a la semana en cartel. 

-¿Y cuál es el secreto del éxito de esas 10 ó 15 películas?

-El elenco y la difusión. A cualquier película en la que suele estar (Ricardo) Darín, para bien o para mal, le va bien. “El último Elvis” fue un poco una excepción. Pero ojo, ¡también hay un gran conjunto de películas que no se llegan ni a estrenar! Muchas de ellas sin valor y otras de muchísimo valor. Luego están los espacios INCAA que hacen de cineclub nacional y algo de la difusión salvan. Pero hay películas a las que incluso les cuesta llegar a un espacio INCAA, como “Tierra de los padres” de Nicolás Prividera, que fue un “boom” por el boca a boca, no por apoyo de la propaganda. Ese es un poco el destino de las películas nacionales, no tener lugar para ser vistas. 

-¿Creés que tenemos un buen nivel dentro de las producciones subterráneas?

-Totalmente. Yo creo que el cine independiente argentino está en alza y tiene una variedad grandísima. Me doy cuenta de esto cuando programo para el exterior. Me es mucho más fácil conseguir 4 ó 5 películas argentinas distintas entre sí que conseguir 4 ó 5 brasileñas o mexicanas. Ni hablar de los otros países de América Latina.

 

De Córdoba con amor

 

-Sos uno de los pocos críticos del país que habla de “cine cordobés” y que, además, lo hace con muchísimo cariño. ¿Se puede hablar, hoy por hoy, de cine cordobés? ¿Existe? 

-El cine cordobés existe. Es un foco desde donde se hacen películas y es un foco real; no es un foco inventado como se pretendió en un momento desde San Luis, que decían haber hecho 60 películas que nadie vio ni distribuyó porque no existen. 

-¿Le llamás cine cordobés por temáticas o por realizadores?

-Por las dos cosas. Hay algo que se hace desde Córdoba de orden territorial que es único, aunque paradójicamente los directores de las tres películas cordobesas más importantes son de otras provincias: Rosendo Ruiz (“De caravana”) es sanjuanino, Matías Herrera Córdoba (“Criada”) es salteño y Hermes Paralluelo (“Yatasto”) es español. Pero Ruiz y Herrera Córdoba se han formado en Córdoba y viven como cordobeses. 

-El hecho de hacer cine desde Córdoba, ¿condiciona la obra de otra manera? 

-Sí, porque hay temáticas propias. Aparecen otras clases sociales en las representaciones, hay modelos de montaje que no son prioridad en Buenos Aires. Toda esta gente trabaja colectivamente, ha participado en trabajos comunes y hay muchas inquietudes muy distintas a las de Buenos Aires. 

-Las tres películas que mencionaste son muy recientes, ¿qué fue de los realizadores anteriores como Liliana Paolinelli o Santiago Loza?

-Ellos son los abuelos y no de la nada precisamente, sino de alguien, de toda una generación. En el caso de Santiago Loza, creo que es el director más importante que salió de Córdoba por lejos. Está en otra categoría. Tiene una coherencia increíble en su obra, una estética particular, una sensibilidad extrema. Está claro que hace un cine para pocos y no es accesible para un espectador medio porque es muy críptico; pero es un director notable, con tres películas muy importantes. Paulinelli ha hecho un trabajo de perfeccionamiento y su última película, “Lengua Materna”, es mucho más convencional; pero el filme “Por sus propios ojos” descubre las calles de Córdoba, que hasta ese entonces nunca había sido filmada. Y nos falta la otra abuela, Paula Markorvitch, que vive en México. Su filme “El premio” es muy bueno.

-¿Alguna película cordobesa que te haya sorprendido en los últimos tiempos?

-Te nombro tres: “Cuentas del alma”, de Mario Bohmeker; la última de Rodrigo Guerrero (realizador de “El invierno de los raros”) que aún no se estrenó y que tiene como título tentativo “Tres”; y por último, “La sensibilidad”, de Germán Scelso, que hizo una película exquisita, una de las grandes películas secretas del cine argentino.

-¿Le ves una proyección al cine de nuestra provincia?

-Creo que los pibes y no tan pibes que han filmado, están con muchos proyectos. Rosendo Ruiz está con proyectos, Matías Herrera Córdoba hizo otra película más y Rodrigo Guerrero y Nadir Medina (“El espacio entre los dos”) hicieron otra también. En Córdoba se va a seguir filmando porque hay talento y recursos. Hoy por hoy, tanto los egresados de “La Metro” como los de la Universidad, están filmando. Y también muchos chicos que han pasado por el cineclub “La Quimera”. Su director, Juan José Gorasurreta, ha hecho un aporte importantísimo al cine de la provincia.

Iván Wielikosielek