Charlar con Mauro es conversar con una leyenda viviente de la música popular argentina.
Para los memoriosos, se trata del artista que hiciera furor en los bailes cuarteteros de mediados de la década del ochenta. Para los melómanos y curiosos de la antología sonora de estas latitudes, es además uno de los compositores de obras con mayor reconocimiento en la esfera nacional, a pesar de que pocos conocen que aquellas piezas fueron esgrimidas por su prolífica pluma.
El cantante (Bebe Leandro Mauro) que esta noche actuará en Supper Club (en vísperas de feriado), conversó con EL DIARIO acerca de sus inicios, sus canciones más grabadas por otros artistas y la relación profesional que mantuvo por años con el gran Roberto Sánchez, más conocido como Sandro.
En plan retrospectivo, Mauro vuela en su memoria hasta los tempranos años setenta, en la provincia de Buenos Aires (donde él naciera y se criara), cuando todavía su anhelo era ser jugador de fútbol.
“Yo practicaba en Temperley y después pasé a Banfield aunque nunca llegué a jugar en primera”, recuerda.
En esa época, unos intrépidos amigos osan embarcarse en un proyecto por entonces bastante oneroso: armar una orquesta. “Yo venía de una familia humilde. A mí nunca me compraron bolitas, me las tenía que ganar”, acota.
Empezó golpeando los parches de la batería hasta que el cantante, con nula preparación vocal, se queda disfónico. Mauro prueba “de caradura” y queda finalmente como voz líder a la cual luego le agregaría la guitarra, instrumento fundamental para las composiciones que vendrían.
La banda de ese entonces se llamaba Los Brown, luego rebautizada Apollo 11, dada la repercusión del aterrizaje en la Luna. “El empresario que nos había contratado nos había conseguido buzos y cascos de juguete para parecer astronautas. No sabés el calor que pasábamos”, rememora entre risas.
La voz de Pepsi y Philips
Paralelamente a la orquesta, Mauro busca otros oficios por si acaso la música no era fuente estable de ingresos. “Antes era más visto ser sólo músico”, apunta. Allí consiguió trabajo en una firma de jingles publicitarios, en la cual terminaría grabando auspicios para Pepsi, Mc Donald´s y Philips. De hecho, más tarde, sería conocido como “el muchacho de los televisores Philco” que fabricaba dicha marca.
Las mieles de la pantalla chica ya aportaban sus buenos frutos. Por ende, un empresario con cierto olfato le imprime la chapa de “artista revelación de Argentina” y le agenda una serie de actuaciones en Venezuela y Chile.
Tras ese periplo, Mauro se incorpora a la troupe de Palito Ortega, quien en ese entonces ya hacía estragos en nuestro país y en Latinoamérica. “Palito fue muy generoso conmigo ya que me dejaba hacer de partenaire, hasta cantaba y hacía imitaciones entre medio de sus shows”, recuerda.
Descubierto por Carlitos Rolán
En una de las presentaciones de Palito en nuestra región (cree que se trataba de Laguna Larga), Carlitos “Pueblo” Rolán comienza a prestar atención a esa nueva voz que asomaba. El cuartetero se convertiría luego en el “padrino artístico” de Mauro y hasta le hace grabar un disco homónimo en la CBS de Buenos Aires y lo promociona junto al locutor y organizador local Edgardo Munch como “número alternativo” en los pueblos de la zona. Tal fue el furor que su primera actuación en el club Ameghino que llegó a convocar a 1.500 personas. De allí en más se despacharía con shows de lunes a lunes. “Me preguntaron una vez si yo era de Córdoba y le dije que no, pero que al llegar me ‘nacionalicé’ cordobés”, suelta.
A semejante trajín lo detendría una sucesión de pérdidas familiares que hizo repensar la vida y la carrera del artista. “Estaba harto y bastante confundido. No había hecho mucha guita con el cuarteto pero tampoco me la había tirado en drogas o esas cosas. Siempre fui un tipo muy sano”, señaló.
Junto a Sandro
Al poco tiempo, Mauro recibe la llamada de un viejo amigo, Sandro. “Cuando yo recién arrancaba Roberto ya me había grabado como nueve canciones. Después que yo me fui con Palito -su competencia en ese momento- no nos habíamos contactado más, cada uno hacía la suya. Hasta que me propuso actuar con él, primero en voz y percusión. Llegué a hacer 120 Gran Rex. ¿Sabés lo que significa esa cantidad? Es casi inalcansable”, subraya.
Como compositor, el artista tiene varias “perlitas” de colección, a pesar de que advierte que “no hay una escuela para hacer una canción, sale o no sale”.
Además de los éxitos de antaño “Socorro” (grabado por Santamarina), “Paren a esa chica” (por Sebastián) y “Dicen que soy un león” (por Cacho Castaña, Cuarteto Leo y Leo Mattioli), es el autor de un par de canciones de dos películas de Sandro y además compuso el tema en 1988 para un evento de prevención a las drogas “El quinto jinete del Apocalipsis”, que ganara un Martín Fierro, y creó la bienvenida al Papa Juan Pablo II. Con semejante historia a cuestas, el artista regresará esta noche a Supper para endulzar los recuerdos y además adelantar parte de su nuevo material.
Juan Ramón Seia