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11 de Febrero de 2013
Historias que trascienden las crónicas policiales y provocan un fuerte impacto a nivel social
"Ese hombre que iba a amarla hasta la muerte, la mató"
Nuevamente el femicidio ocupó las primeras planas. Otra vez, el amor, el hogar formaron parte del infierno tan temido. Conocer la historia de Rosa es tal vez un grano de arena para lograr concientizar a la sociedad. Pero de granos de arena está formada la playa...
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La siesta del martes conmovió a los vecinos de la vivienda de 9 de Julio 369. Allí murió Rosa

 

"Quisiera sufrir todas las humillaciones, todas las torturas, el ostracismo absoluto y hasta la muerte, para impedir la violencia."
Mahatma Gandhi

 
El femicidio se ha convertido ya en un término político. Una palabra que trasciende las crónicas policiales y provoca un fuerte impacto social.
Según la definición de Naciones Unidas, el "femicidio" es el asesinato de la mujer por el solo hecho de serlo. Se basa en las relaciones desiguales de poder entre los hombres y las mujeres y puede darse en espacios privados o públicos.
Constituye femicidio el continuo uso de la violencia de género que se manifiesta en violaciones, torturas, mutilaciones, esclavitud sexual, incesto y abuso sexual de niñas y mujeres dentro y fuera de la familia.
Es necesario trabajar sin pausa para concientizar a la sociedad. No es natural que el amor, el hogar formen parte del infierno más temido.
“Cuando mi voz calle con la muerte, mi corazón te seguirá hablando”. Una expresión de Rabindranath Tagore.
Por eso tal vez, conocer la historia de Rosa (asesinada el pasado martes en su hogar de calle 9 de Julio al 300) puede ayudar a que su corazón siga hablando al oído de la sociedad.
Conocer algo de la historia de esta mujer que perdió a su primer marido, de apellido Vila, y volvió a formar pareja con quien sería su  verdugo,  es un grano de arena para avanzar el camino de la concientización.
Pero de granos de arena está formada la playa.
 
Luto y dolor
 
El homenaje a la mujer que se fue de pronto, y de la forma más inesperada, surgió de la pluma de una luchadora en defensa de las causas femeninas: la referente de la organización Vínculos en Red, Alicia Peressutti.
Fue Peressutti la que hizo el relato (publicado en su muro de Facebook) que decidimos compartir con nuestros lectores y que transcribimos a continuación:
“Rosa Santopolo tenía 78 años. No sé si era anciana o sólo había vivido más...
Rosa -además de una sonrisa que iluminaba las tardes y unas manos que cuando saludaban acariciaban-  era tía de Franco, nuestro Franco de Vínculos. Un jovencito que siempre sumó y le inyectó vida a nuestra ONG.
Rosa, trabajó tanto, que el trabajo le surcó la cara con arrugas que iban y venían como huellas en los pantanos. 
Vivió de pie, con esa rara fortaleza que tienen las personas de desafiar la adversidad, cuando la adversidad se alimenta de ellas. 
Rosa hablaba de los niños y se le ensombrecían los ojos cálidos. 
En su juventud varios embarazos se le escaparon del vientre -es decir se le murieron sus hijitos antes de nacer- y con ellos se esfumaron sus esperanzas de ser mamá, como se esfuma la brisa de primavera.
Rosa enviudó. Juntó las lágrimas del adiós en un pañuelito de margaritas blancas y se quedó de pie, despidiendo a su amor de años y años.
 Guardó en un baúl viejo -desvencijado de soledades-  el luto y el dolor. 
Al menos lo intentó. El dolor se le escapaba de vez en cuando y tenía que correrlo por la negrura de la noche para volver a encerrarlo entre las maderas del viejo baúl.
"La soledad no es buena dando consejos", decía mi abuela. 
Y Rosa con un muy buen pasar económico, es decir con unos cuantos billetes en el banco, salió al encuentro de la vida. 
 
El encuentro con él
 
A la vuelta de la esquina estaba Atilio, un hombre mayor, dueño de una simpatía que endulzaba las almas y vencía cualquier resistencia. 
Impecable, entrador, bailaba como los dioses. En apariencia las virtudes desbordaban por los poros. 
Además de todos los ademases, "viudo", su mujer se había suicidado un tiempo atrás.
En el casamiento, la torta era inmensa, para compartirla entre invitados y no invitados. Que nadie quedara sin festejar. 
Y de fondo se escuchaba "lléname de luz el alma, extraño la claridad" , y en esos versos, Rosa lo miraba a Atilio con ternura y un brillo de esperanzas en los ojos cálidos. 
Ella sólo quería amor y una familia. Demasiado, ¿verdad?
 
Un cuento, una pesadilla
 
Pasaron algunos pocos años, y el cuento de la princesa y el mendigo se transformó en una pesadilla.
Omar mi compañero de caminos andados, vino una tarde con la mirada cabizbaja y los ojos húmedos.
La Rosa, dice que el Atilio está raro, que él se preocupa demasiado en su herencia, la de ella... No alcancé a interpelarlo con las palabras, siguió hablando, le dije que nos llame...
No alcanzó a llamar, no alcanzó a pedir ayuda.
 El hombre que iba a amarla hasta la muerte, la mató. Tres tiros: el primero le mató las esperanzas, el segundo le mató el amor y el tercero le mató la vida.
Rosa, se fue apagando como las velas que se consumen ante las imágenes de los santos. 
Segundo a segundo, sin bajar la vista húmeda de lágrimas y de incomprensión.
Sin dejar de mirar a ese hombre que había jurado que la amaba más allá de su dinero, más allá de cualquier interés mezquino.
Yo me pregunto: ¿quién hereda a Rosa? 
Rosa tenía unas cuantas propiedades y un alma noble, que la hizo salir al encuentro de la vida a buscar un amor que le llenara de luz el alma, porque extrañaba la claridad.
Que descanses en paz Rosa. Que tu alma encuentre la luz que tanto ansiabas”.
Hasta aquí el relato de Alicia Peressutti.
Rosa, como Claudia (Rodríguez) fueron algunas de las tantas víctimas de la violencia de género.
Las estadísticas crecen y cada día dan nuevos datos sobre la violencia sufrida por las mujeres en todo el mundo.
Por eso, más allá del trabajo de la Justicia, es importante que como sociedad nos comprometamos para que no tengamos que lamentar más Rosas que nos llenan de espinas el corazón.
 
Nancy Musa


 

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