Escribe: Pablo Tigani (*)
Corrigiendo un ensayo, me acordé que los monos pueden trabajar con números y aun realizar operaciones matemáticas (según un estudio presentado en Viena en el marco del V Foro Europeo de Investigadores de Neurociencia 2006).
Esta lectura se asoció en mi mente con los economistas cuantitativos y la película “Una mente brillante” (foto), inspirada en la vida de John Nash, Premio Nobel de Economía 1994.
Nash fue un matemático que, a lo largo de su vida, su mayor característica fue el egocentrismo, algo que le incapacitaba para comprender a los demás, a quienes nunca consideró como iguales. A los 21 años se doctoró con una tesis sobre “juegos no cooperativos”, y en 1958, se le diagnosticó esquizofrenia.
Según experimentos de neurociencia con gorilas entrenados en el Estudio Clínico Cerebral de la Universidad de Tubinga, los cerebros de estos animales pueden procesar cantidades numéricas. El experimento al que fueron sometidos estos animales consistió en mostrarles “fundamentos de la economía”, con diferentes números de puntos en la pantalla de una computadora. En el gráfico se formaban curvas que aumentaban o disminuían, y si esto último sucedía, el mono debía accionar una palanca y recibía una recompensa.
No me sorprende el proceso; a través de los años he conocido profesionales matemáticamente correctos, rigurosos, fieles seguidores de metodologías verticales, no muy inspirados ni innovadores, pero en busca de recompensas. Eso sí, nunca coinciden con posiciones disconformes ni se percata de la “defunción” de un modelo.
Los descubrimientos de los investigadores demuestran que los gorilas, al igual que los seres humanos, pueden evaluar cantidades, siendo capaces de diferenciar mejor los grupos de puntos que están más alejados entre sí (mapeos).
Durante los experimentos, que eran grabados por medio de electrodos cerebrales, se podía seguir la actividad neuronal del animal y ver qué células eran las que se mostraban más activas y responsables de procesar la información numérica.
Las diferencias entre el hombre cuantitativo y el gorila parecen ser cada vez más estrechas.
Un estudio presentado por la revista “Nature” en 2006, ya había demostrado que los simios también pueden reconocer rostros de individuos y “discriminarlos”. Ese mismo año, pero en abril, un grupo de legisladores españoles propuso otorgar a los chimpancés, orangutanes y gorilas, derechos humanos.
A esta altura no es difícil concluir que, en Europa, la sociedad le ha otorgando a las habilidades abstractas una excesiva reverencia. Dicho esto, pido perdón a los monos, me sugiero a mi mismo y recomiendo a mi colegas que NO nos conmuevan tanto los números.
Hoy importa, más que nunca, cuestionar los “supuestos” abstractos con que comienzan las construcciones de modelos matemáticos. Hay que darse por vencidos como técnicos de una teoría que no repensó sus fundamentos. Los resultados de tantas entelequias deben desafiarnos como profesionales en ciencias económicas. Las personas quieren observar que la economía se preocupa por ellas. La economía tiene que comenzar a ser “creíble” y poder “comunicarse sencillamente”.
Es hora de que cada economista se pregunte “¿quién soy?” y “¿cuál es mi trabajo?”. El cual le da significado y satisfacción a la sociedad.
Es lamentable, pero el mito de las habilidades matemáticas que cala fuerte en el mundo de ciertos economistas, pronto podría incluir otras especies.
Si todo se redujera a “límites, integrales y derivadas”, tal vez un mono en una familia con buenos contactos, accedería a una posición encumbrada.
(*) Máster en Política Económica Internacional