Nilda Aguliaro lleva claramente a Villa Nueva en su alma. Por eso, hace un guiño y sin decir nada dice todo cuando expresa: “Es nuestra. Ojo, es nuestra y no se la vamos a dar a nadie”, quizás atendiendo a los rumores que reflotaron cuando hace dos años se hablaba del “hermanamiento” con Villa María.
Esta mujer de 69 años es cálida y amable. Conoce al barrio en todos sus recovecos e historias: llegó hace 33 años, cuando poco había de lo que hay hoy.
Nilda nació en Villa María, vivió un tiempo en Buenos Aires y desde los 11 está radicada en Villa Nueva, ciudad a la que ama.
“Como tuve que vender mi otra casa, decidí comprar cerca de aquella, conseguí un buen terreno y construimos desde los cimientos. Luego se amplió un poco más, a medida que fueron creciendo los hijos”, explicó.
“Hoy tengo mi casa, gracias a Dios muy buenos vecinos, el sector está muy lindo y ahora con pavimento más aún”, añadió. Su familia y especialmente su tío fueron quienes la ayudaron a levantar su hogar.
Cuando llegó a la zona, tenía a dos de sus hijos viviendo con ella. La mayor ya estaba casada. Nilda, por entonces divorciada, creó su hogar en compañía de una de sus hijas -hoy casada y con dos hijos- y de su heredero, que está soltero.
Recordó a las familias Arias y Oliva como pobladoras del barrio, en el que “casi no había gente”. “No existía el barrio del frente, IPV, había una casita muy antigua que ya no existe y que ocupa ahora el Materno. Hoy está todo poblado, el único baldío existente es el ubicado frente a mi casa”, especificó.
Para ella, nada es mejor que sus vecinos. “Son lo mejor del barrio y yo los amo. Tratamos de cuidarnos el uno con el otro, en días de lluvia siempre los vecinos recorren las calles para ver quién necesita ayuda. Tratamos de darnos una mano”, remarcó.
Luego evaluó: “Si se edificara el baldío de enfrente de casa sería importante, para dejar de tener ese espacio vacío”.
Nilda contó que nunca se detuvo. A lo largo de su vida “siempre estuve ocupada en alguna cosa, porque no me gusta estar al vicio, siempre estando en movimiento en algunas empresas y trabajos”, hasta que se jubiló.
Hoy tampoco se recuesta en el ocio. Pertenece al Centro de Jubilados de Villa del Parque y eso le ha dado enormes satisfacciones. Es que va a folclore de ese club, integrando el coro “Ecos del alma”, un conjunto renombrado en la región.
Recientemente “cantamos en el Anfiteatro de Villa María, en el Festival de Adultos Mayores”, valoró. Y recordó que “ganamos el año pasado a nivel provincial en adultos mayores en Cosquín”. “Adonde nos invitan, vamos”, recalcó.
Contó que ama a su profesora Karin Camandone -“excelente persona”- y que trae la música desde su cuna.
“Recuerdo a mi tía -que es mi mamá de crianza porque es la que me cuidó y crió- verla cantar. Mi tía lavaba y mientras yo jugaba la escuchaba”, develó.
“Es lindo recordar todo eso, a pesar de la tristeza que hay detrás”. La confesión hizo alusión a que “estuve sin mi mamá y sin mi papá”, por eso “fui criada por mi tía”.
Al grupo familiar lo integró también su hermano, con quien se reencontró recientemente. “Hacía 13 años que con Roberto Angel no nos veíamos y este año vino a visitarme”.
Siente que la vida le ha dado revancha, pudiendo conformar una gran familia. Y, sobre todo, por haber “descubierto a Cristo”. “Empezar en el camino de Dios, ya que soy evangélica, me cambió la vida. Fue un nuevo nacimiento, encontrarme con Cristo fue algo especial”, afirmó.
Recordó la fecha exacta de aquel día en que se unió a Dios. Se hallaba divorciada y embarazada del hijo menor del primer matrimonio. Fue el 28 de marzo de 1978.
Cree que la gente está “a su manera cerca de Dios, más ahora que se ven cosas raras que nunca se han visto” pero consideró que “tienen un poco endurecido su corazón”.
“Yo me pregunto qué puede esperar la juventud de este mundo… nada bueno, porque cada día hay más muertes, por violencia, por vicios, malas costumbres. Si se buscara un poco más a Dios, si los papás tomaran confianza y los chicos fueran a la Iglesia… podría ser diferente”, sostuvo.
En este sentido, resaltó que al último campamento de niños de la escuela bíblica a la que concurre fueron 46 chicos. “Las iglesias deben dar este tipo de contención”, recalcó y explicó que los sábados tienen un comedor. Es la Iglesia Evangélica Asamblea de Dios, situada en La Rioja 1050.
Se mostró afligida “por tanta maldad en el mundo” y sostuvo que al ser creyente cree que “hay uno que no duerme, está siempre despierto y trata de hacer que la gente sufra”.
Indicó que no hay buenos ejemplos en los que los jóvenes puedan mirarse y desligó a los padres: “No los culpo porque sé en qué situación viven, hoy no es como antes que la mamá criaba 8 ó 10 hijos. Hoy tiene que salir a la calle porque el dinero no alcanza y tiene que darle de comer a sus chicos”.
“Cada vez trabaja más, en tareas domésticas o lo que venga, para poder educarlos”, resaltó.
Quiere ver a la antigua fuente en la plaza Capitán de los Andes
A Nilda le “gusta todo de la ciudad”, porque “la gente es familiera” y porque “tenemos muchas cosas importantes”. Citó al Parque, el río y la plaza Capitán de los Andes. “Yo amo esto, y como soy de acá vi la plaza llena de pinos”, de otrora.
La Villa “cambió mucho y se ha extendido terriblemente, con barrios residenciales que aún no conozco, que dicen que son muy lindos”. No hubo reproches a los gobiernos; cree que cada uno hizo lo que pudo.
Sí demandó que se reponga la fuente en la plaza central de la ciudad, algo que quiere lograr desde hace varios años el Ateneo La Posta.
También, desea “ver la plaza más rellenita. Le dije al intendente que quería ver en vez de esas zanjas con piedras, unos caminos, porque cuando llueve se llena de agua”. Además, consideró que deben existir más plantas y más flores: “Cuando se seca un árbol hay que poner otro”.
Nilda no se detiene a pesar de estar jubilada. Contó que su segundo esposo (con quien tuvo un hijo), también está jubilado.
