El tránsito urbano tiene algunas exigencias que afectan la libertad individual. En este sentido y viviendo en una comunidad donde hay tantas libertades existentes como ciudadanos habitan en ella, cabe la pregunta por la libertad de la que dispone cada uno a la hora de circular en el espacio público de nuestra comunidad. No sólo eso, sino también el “modo en cómo” nos movemos en dicho espacio resulta conveniente tratar aquí.
Así, tenemos en principio, dos cuestiones importantes a tratar -seguramente no son las únicas- entre otras que derivan de la problemática. Pero advertimos que hay un tercer elemento que surge como importante ya que pareciera que la norma no basta. Vislumbramos como necesario una cierta solidaridad para que la “buena conducta vial” sea una realidad en la comunidad.
Entonces, “libertad”, “modo de circular” y “solidaridad” son tres elementos importantes a la hora de pensar y practicar el tránsito. Veamos algunas condiciones que cada uno de ellos exige.
1- La libertad individual es defendida por todos y en ello acompañamos a esa defensa; pero también es importante definir los alcances de esa libertad cuando la acción libre individual afecta a otros o afecta el espacio sobre el que otros también tienen el derecho de ocupar en las mismas u otras condiciones que su propia libertad exige y que por ser diferentes exigencias, producen la tensión entre lo que unos y otros quieren, fundados en esa misma libertad individual.
Es un tema complejo que conlleva implícito la necesidad de normas que establezcan equilibrios entre las libertades individuales, muchas veces opuestas y contradictorias, y los bienes que se determinen como válidos y buscados por la comunidad.
Por ahora supondremos que el “buen tránsito” es un bien valorado por todos. No nos detendremos a analizar lo que ello sea en toda su dimensión pero sólo diremos que ese “buen tránsito” es aquel que permite previsibilidad de acción en la vía pública, es decir, que cada uno sepa lo que el otro hará, con la suficiente antelación como para que suceda de manera ordenada y evite accidentes. En otras palabras, diremos que siempre esperamos que todo suceda con cierta racionalidad. Esto supone directamente que no podemos realizar acciones desprovistas de racionalidad, orden y a destiempo, porque eso lleva implicado el desorden y la imprevisibilidad, situaciones que generan muchas pérdidas de vidas y lesiones permanentes.
2- Orden y racionalidad nos hace pensar en el segundo elemento del buen tránsito. El “modo de circular” tiene que ver justamente con la manera en que esa libertad individual es puesta en acto en la vía pública. Seguramente aquí debiéramos pensar la cuestión en términos técnico-normativos: velocidad, respeto del sentido de circulación, cruce del peatón por la senda peatonal, respeto del automovilista hacia el peatón, luces rojas, verdes y amarillas, tipos de vehículos, estacionamiento en doble fila, horarios de carga y descarga, obtención de licencia, etcétera, etcétera. Pero nos interesa más analizar cómo esas cuestiones técnicas y normativas sucumben ante el ejercicio desmedido de la libertad individual, ejercicio que no tiene en cuenta, desconoce y no le importa la acción o derechos individuales de los demás y por tanto el bien valorado como “común”. Nos hace pensar en acciones más de tipo anarco-egoístas que acciones que contemplen a los otros como parte del medio social en que nos movemos, medio el cual siempre es el culpable de las desgracias, pero nunca la impropia acción individual.
3- Lo último nos deposita en el tercer tema. El anarco-egoísmo es lo opuesto a la solidaridad y quizás esto constituya la cuestión de fondo. La norma sancionada, por sí sola, no hace al “buen tránsito” sino que intenta establecer esta cierta racionalidad en el “modo de circular” y evita el exceso de libertad individual en el espacio público común.
Pero ¿de qué manera la norma puede ser puesta a disposición de lo común, es decir, actuada, cumplida por los usuarios de la vía pública? Tomar conciencia de la vida-con-otros puede ser el inicio de este ejercicio y puesta en práctica de la norma. Tener en cuenta a los demás, constituye algún tipo de solidaridad a partir de la consideración de que no es posible hacer lo que se quiera, como se nos ocurra en el momento que mejor nos parezca y que ello suceda sin consecuencias para el resto y si esto se refiere al tránsito puede significar ni más ni menos que el inicio de la solución a nuestros problemas. El tránsito hoy es un problema de todos y por ello su resolución es comunitaria. ¡¡Transformemos el tránsito en un bien y no en un problema!!
Rafael Sachetto
Profesor de Filosofía
Concejal de la Ciudad