“Eramos cuatro laburantes como cualquiera, personas comunes con vidas normales, pero este viaje nos cambió para siempre”, aseguran Sergio Manzano, Luciano Esquivel, Leonardo Fernández y Marcos Castro, luego de regresar de viaje desde un pequeño poblado santiagueño conocido como Los Telares al que visitaron días atrás con fines benéficos.
Sergio, Luciano, Leonardo y Marcos (que se desempeñan laboralmente como comerciante, mecánico, verdulero y albañil) se conocían muy poco, pero la voluntad de ayudar a otros pudo más que cualquier tipo de protocolo amistoso.
Con el apoyo incondicional de Jorge “Bicho” Guevara, de la Radio 90.1 “Fantástica”, y el impulso de otros tantos que colaboraron en campañas de ropas y alimentos, un “chancho móvil” y varias propuestas más, se logró completar la carga de donaciones para trasladar al norte.
Así, Esquivel y Fernández de Villa Nueva junto a Manzano y Castro ambos oriundos de Oliva, emprendieron un viaje hacia un sitio donde la miseria y la pobreza se presentan en casi todas sus variantes.
Precisamente allí, en el caserío que se erige a 400 kilómetros de Villa María, los integrantes del grupo pudieron ver sin filtros ni intermediarios a un grupo de argentinos olvidados, desamparados y carentes de lo básico para subsistir, al menos, con dignidad.
En Los Telares, la gente toma agua de una pequeña represa que ellos construyeron. El detalle es que en el mismo pozo toman agua los animales, lavan la ropa y otros usos más.
En el ínfimo pueblo, una de las familias (con seis integrantes) tienen que arreglárselas con la goma espuma que quedó de un colchón de una plaza para pasar todas sus noches en una habitación de cuatro metros cuadrados.
En el poblado, también se puede ver a un hombre que ha adoptado como vivienda a un algarrobo y bajo sus ramas se alimenta y duerme.
También en el espacio que está situado en el medio de un espeso monte, a 70 kilómetros de Ojo del Agua, el 80% de los vecinos son indocumentados y deben hacer sus necesidades fisiológicas en impresentables letrinas a cielo abierto y rodeadas de paredes de bolsas de nailon.
A pesar de las enormes carencias materiales, los habitantes de Los Telares son dueños de una virtud que actualmente es cada vez más escasa de encontrar en un grupo humano: respeto, cariño y una enorme gratitud por lo recibido.
“Nosotros llevamos de todo un poquito y para ellos es como si hubiéramos llevado un montón de cosas. Hasta con las cosas más pequeñas (como una gorra), se llenaban de alegría”, resaltaron los solidarios.
“Hasta los caramelos de goma, que acá dan como vuelto, son desconocidos para los más chicos. Abrimos una bolsa en una casa y los niños preguntaban que eran. Una situación increíble”, enfatizaron.
Emociones
“Hacía mucho que no tenía este sentimiento, que no lloraba por algo como esto, que nada me conmovía. Esos abrazos de la gente, las caricias de los chicos por cosas que para nosotros eran nada, no puedo olvidarlos más”, dice Sergio visiblemente emocionado.
Con la sensibilidad a flor de piel, los viajeros iban conmoviéndose ante cada nueva sensación, el impacto de la realidad presente en cada rincón de ese paraje perdido al sur de Santiago del Estero.
Quizás el momento más intenso que los protagonistas de esta historia vivieron fue cuando conocieron a Susana y a sus dos hijas discapacitadas. Una imposibilitada de trasladarse ya que su silla de rueda estaba rota y la otra violada por un vecino, tiempo atrás.
“No podíamos dejarlas en esas condiciones. Arreglamos la silla de ruedas y les brindamos alimentos y ropas que llevamos desde acá. Lo más emocionante fue ver cómo la joven gritaba y gesticulaba, intentando demostrarnos su alegría por poder tener nuevamente un medio para movilizarse”, coincidieron en recordar.
Lo que viene
“Queremos organizar un grupo solidario para volver a Los Telares y cualquier otro lugar del país donde nos necesiten”.
“Pretendemos recolectar más alimentos no perecederos, calzados (sobre todo de niños), leche, remedios, útiles escolares, bicicletas, ropas y todo lo que uno considere que puede servirle a estas personas”.
“La idea es sumar al grupo a un médico para que nos acompañe y revise a los chicos. Por lo que vimos, creemos que muchos están en estado de desnutrición. En definitiva, buscamos consolidar un conjunto que viva la experiencia y se comprometa, dándole continuidad a la ayuda”.
“Nos gustaría compartir esto que vivimos especialmente con personas que sienten que ya no tienen nada por hacer o que ya han visto todo en su vida. Queremos invitarlas y les aseguramos que juntos podremos ver que en realidad hay mucho por hacer. Todos serán bienvenidos”, concluyeron.
Los interesados en sumarse a la cruzada que prevé un viaje a Santiago, en el próximo mes de abril, pueden comunicarse a los teléfonos (0353) 154116671, 154235453 o al (03532) 15497143.