En el recorrido de EL DIARIO por este barrio nos encontramos con historias como las de Valeria. Tiene 29 años y ha quedado sola con tres hijos. Hoy no tiene trabajo, sólo hace tareas de vez en cuando para poder mantenerse. Y está en riesgo de perder el techo.
La casa en la que reside está en Avellaneda y San Luis. “Hace 6 años que estamos acá. Hoy estoy sola y afortunadamente cobro el salario de los chicos”. Hace referencia a la Asignación Universal por Hijo. “Limpio casas cuando me llaman y consigo, si no me las arreglo vendiendo empanadas y alfajores”, develó.
Tras más de un lustro habitando acá, llegaron “quienes dicen ser los dueños y nos piden que nos vayamos”. Valeria Ciani remarcó que “cuando vinimos, esto era un salón vacío. Lo dividimos al medio para hacer una habitación y mi marido hizo el baño. Cambiamos puertas y ventanas. Esto fue cambiando y creciendo de a poco, con mucho sacrificio”.
“Las asistentes sociales de la Municipalidad hicieron todo para que me bajaran la luz, para tener agua y cloacas y así fue. Esto iba a ser calle, era un salón perdido”, explicó.
“Cerramos todo con ladrillos y como ves, estábamos levantando la pieza de las nenas: sólo falta el techo nomás”, exhibió.
De pronto, todos sus sueños quedaron a la deriva al enterarse que los propietarios del salón quieren recuperar el inmueble. “Me dijeron que en no más de medio año o de un año me sacan, con chicas y todo. Me cansé y hoy lo quiero decir”, declaró con tristeza y preocupada.
“Desde el municipio me ayudaron a conseguir las cosas para el baño, que lo hizo mi marido, pero hoy me dan la espalda”, contó. “Me metí acá hace 6 años porque no había nada y no teníamos dónde estar. No había ni luz”. Hoy, si bien el espacio presenta serios problemas de humedad “y se me inunda cuando llueve”, tiene un techo.
“Desde la Municipalidad me dicen que no tienen un terreno. Nosotros no podemos quedar en la calle”, rogó.
A Valeria le gusta mucho el Sarmiento, “es tranquilo, yo no molesto a nadie y estoy en mi casa. Ahora, pavimentado, es mucho más lindo”.
La joven es villanovense, ha residido siempre en esta localidad. Habitó el Malvinas Argentinas con sus padres y tres hermanos. Le encanta la ciudad.
Pide que “si me sacan, me den por favor una casa. Quiero tener mi casa propia, que me den al menos un saloncito. Hay días en que no tenemos ni para comer”.
Por este cuadro económico, su hija Valentina, quien cursa la primaria en la Escuela República de Bolivia, vive con sus abuelos maternos. “No podía tenerla”. Cuando EL DIARIO llegó, sí estaba con su madre en el hogar.
Valentina tiene 6, Martina 3 (“la anoté para que vaya al materno Illia”) y Maite es una beba de 4 meses: son las razones principales de la lucha de su mamá.