Señor director:
Me atrevo a escribir estas líneas a un paso de que mi amigo Fabián Sigifredo -por lo menos así lo considero yo- sea juzgado, o mejor dicho reciba sentencia de parte del tribunal encargado de evaluar este proceso.
Te conocí allá, en el viejo Colegio Nacional, al lado de la Catedral. Yo que provengo de un hogar humilde de padres trabajadores me costaba hacer amistades con cierto grupo de compañeros que, por su condición económica, estaban lejos de mi grupo.
Pero llegó la hora de los intercolegiales y fuiste vos quien dijo que en el equipo del colegio yo tenía que estar. Recuerdo todavía cuando te dije, casi con vergüenza, que no tenía botines y no los podía comprar. Fue allí cuando apareció el verdadero hombre de bien que anida en vos y al otro día me trajiste los tuyos, aquellos con los cuales jugabas todos los domingos en la primera del Jockey.
Recuerdo también que me dijiste que ponga solamente todo lo que hay que poner como hombre en la cancha.
Por eso me resisto a creer las acusaciones que existen hacia vos, que por otra parte no las voy a juzgar yo, para eso está el tribunal.
Lo que sí voy a decir es que en todos estos años que han pasado, desde aquel recordado campeonato, nunca dejaste de dar una mano a mí o alguien que la necesite. Que siempre enfrentaste los problemas con la frente alta y caminaste las calles de la ciudad sabiendo que en algún bar o en algún lugar siempre existe alguien dispuesto a criticar sin verse primero en el espejo.
Hermano, solamente me queda decirte suerte. Sólo Dios sabe quién tiene razón y recuerda que la justicia de los hombres es pasajera, pero la de Dios es eterna.
Yo estoy convencido de tu inocencia y por eso me atrevo a decirlo públicamente, y no como algunos, que estuvieron cerca tuyo y que hoy se callan.
Suerte jugador con paso de gacela. Vas a meter el mejor de los penales, como aquel que le hiciste al Rivadavia de media cancha.
Juan Carlos Inglese
DNI 14511418
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