Escribe: El Peregrino Impertinente

 

Pocos lugares en nuestro país poseen tanta mística como el Uritorco. Favorito de hippies, seguidores de la metafísica y Rodríguez Saas, el cerro atrae miradas, entre otras cualidades, a partir de una serie de leyendas tejidas alrededor de su figura. Las mismas le otorgan propiedades esotéricas y hablan de la supuesta predilección de los OVNIS por pasearse cerca. Fama que le seguirá trayendo réditos hasta que algún pariente de ALF, cansado de que le acosen la privacidad, desintegre montaña y a todos los que sobre ella cantan “deja que entre, deja que entre el sol”, a la espera del encuentro cercano del tercer tipo. 

 

Pero el Uritorco no sólo vive de aquellas mieles. Ubicado en las cercanías de Capilla del Monte, en una de las zonas más agraciadas del Valle de Punilla, también gana adeptos merced a su belleza intrínseca. Son casi dos mil metros de altura regados de piedra y verde, de aire puro y admiración. Desde la cima, el viajero obtiene espectaculares visuales de las montañas vecinas y de buena parte del valle. Así, se evita gastar tiempo visitando los pueblos de los alrededores. “No vayan a La Cumbre, es insignificante de chico. Ni les cuento Los Cocos”, le dirá luego a los amigos en el bar de la esquina, apoyando el codo izquierdo en el respaldo de la silla, y moviendo la mano derecha en alarde de erudición.

 

Completar la caminata que lleva hasta la punta de aquel cerro demanda unas dos horas y media (sólo ida). La misma se inicia a 4 kilómetros de Capilla del Monte, y en su primera parte viene con la compañía de una interesante vegetación, siendo talas y quebrachos los protagonistas. Una vez superada esa etapa, uno se empieza a cruzar con los personajes de siempre, que le hablan de magia, energía, ciudades subterráneas y conexiones espirituales con seres del más allá. Tras 45 segundos de charla, el deseo de ver al pariente de ALF desenfundando su armamento intergaláctico es sencillamente irresistible.