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3 de Marzo de 2013
Cartas - Opiniones - Debates
Los lectores también escriben
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Pedido de ayuda
 
Señor Accastello: me dirijo a usted porque necesito que me ayude, ya que hace cinco años, mas o menos, que me anoté para las casas Eva Perón, pero no me dieron noticias. Hoy ando buscando un techo para mis hijos, no puedo alquilar nada. Hace días que me separé y estoy en una casa alquilada y mi ex ya habló con el dueño que nos íbamos para este fin de mes. Es mucho lo que tengo que decir, yo soy discapacitada auditiva y no cobro pensión todavía. Trabajo dos días nomás, aparte soy revendedora y no me alcanza con eso para alquilar una casa o departamento. Una amiga me ofreció ir a vivir con ella, pero yo no quiero por miedo a quedarme en la calle. Necesito estar sola con mis hijos, en un hogar, si alguien tiene, que me preste hasta que usted intendente me dé una casa, se lo voy agradecer. Yo no soy de meterme en casas abandonadas, por miedo a que me saquen. Por favor, es un pedido que le hago. Tengo 28 años y tres hijos menores de 8, 7 y 4 años.
Le dejo el número de la casa de mi abuela por cualquier información. Es el 4549703. Desde ya, muchas gracias.
 
M. Laura Suárez
DNI: 31.062.578
 
 
Agra­de­ci­mien­to
 
El pa­sa­do 24 de fe­bre­ro su­fri­mos la pér­di­da de An­to­nio Is­mael Oli­va, nues­tro más im­pre­vi­si­ble, ener­gé­ti­co y alo­ca­do miem­bro de la fa­mi­lia.
En di­fe­ren­tes eta­pas de es­tos úl­ti­mos tres años en que en­fren­ta­mos es­te di­fí­cil de­sa­fío, siem­pre es­tu­vi­mos pre­gun­tán­do­nos có­mo con­se­guir la fuer­za ne­ce­sa­ria pa­ra so­bre­pa­sar los mo­men­tos di­fí­ci­les que lle­ga­rían en un fu­tu­ro y muy pron­to, nos que­dó cla­ro que no es­tá­ba­mos li­mi­ta­dos a en­fren­tar los al­ti­ba­jos úni­ca­men­te con los miem­bros de la fa­mi­lia, si­no que so­bre­lle­va­ría­mos to­do con el apo­yo de un gran equi­po; equi­po que con el tiem­po se for­mó en­tre no­so­tros. 
Los ami­gos, que son las per­so­nas que nos mues­tran el rum­bo y re­co­rren con no­so­tros una par­te del ca­mi­no mu­chas ve­ces pla­ga­do de es­pi­nas, a ellos que con es­fuer­zo nos ayu­da­ron mu­chas ve­ces a re­cau­dar di­ne­ro pa­ra que no se de­rrum­ba­ra nues­tra eco­no­mía y An­to­nio re­ci­bie­ra to­da la me­di­ca­ción ne­ce­sa­ria, a ellos que llo­ra­ron, nos abra­za­ron, se des­ve­la­ron, a esos ami­gos que ha­ce mu­chos años que es­tán en nues­tras vi­das, gra­cias.
A los em­plea­dos de Os­pe­con, doc­to­res, equi­po de te­ra­pia in­ten­si­va, re­cep­cio­nis­tas, en­fer­me­ra­s/os, per­so­nal de lim­pie­za de la Clí­ni­ca de Es­pe­cia­li­da­des de Vi­lla Ma­ría y el ser­vi­cio de He­mo­te­ra­pia y Ban­co Pri­va­do de San­gre, o más bien, per­so­nas que es­tu­vie­ron apo­yan­do efu­si­va­men­te, más allá de lo que su tra­ba­jo exi­gía.
Gra­cias a las re­cep­cio­nis­tas que en nues­tras idas y ve­ni­das, de es­tos tres años re­cep­ta­ron to­do ti­po de trá­mi­tes con res­pec­to a la sa­lud de An­to­nio y nues­tros ros­tros em­pe­za­ron a ser re­co­no­ci­dos ape­nas nos abrían la puer­ta en nues­tros cam­bios de ho­ra­rios en esos 25 días de in­ter­na­ción que lo cui­da­mos y apren­di­mos de las en­fer­me­ras, al­go de su ar­dua ta­rea, ellas que se­gu­ra­men­te na­die les pa­ga pa­ra ha­cer son­reír, lo­gra­ron que An­to­nio son­rie­ra con sus bro­mas, can­sa­dos de los cam­bios ro­ta­ti­vos con po­cas ho­ras pa­ra dor­mir y aún así no pier­den la ca­li­dad hu­ma­na nun­ca. Es­to no tie­ne pre­cio.
Al per­so­nal de lim­pie­za, que nos brin­dó la se­gu­ri­dad de es­tar y te­ner un am­bien­te con­for­ta­ble y se­gu­ro pa­ra to­dos los que es­tu­vi­mos en la ha­bi­ta­ción 16.
A los ci­ru­ja­nos y asis­ten­tes qui­rúr­gi­cos que ope­ra­ron en un día atí­pi­co, no pre­vis­to. 
Al equi­po de Te­ra­pia In­ten­si­va, que hi­zo to­do a su al­can­ce por­que sa­be­mos que so­li­ci­ta­ron me­di­ca­cio­nes a la mu­tual y la lis­ta fue lar­ga, y eso de­ja tran­qui­la a cual­quier fa­mi­lia.
A los mé­di­cos que an­te un par­te mé­di­co fue­ron cla­ros, pre­ci­sos y pa­cien­tes cuan­do no en­ten­día­mos.
Al ser­vi­cio de He­mo­te­ra­pia y Ban­co Pri­va­do de San­gre, por su efi­cien­cia en el mo­men­to crí­ti­co de su ope­ra­ción.
A los em­plea­dos de Os­pe­con, que cal­ma­ron la an­sie­dad pro­pia de la de­ses­pe­ra­ción, fue gra­ti­fi­can­te có­mo ace­le­ra­ron to­dos los trá­mi­tes.
Y es­pe­cial­men­te, que­re­mos agra­de­cer al doc­tor Car­los Gar­cía, por­que su se­gui­mien­to fue im­pe­ca­ble, es la cla­se de per­so­na que te de­ja mus­tio. Es ín­te­gro, pro­fe­sio­nal, hu­ma­no, so­li­da­rio, fiel a su pa­la­bra, de un ma­ne­jo de éti­ca pro­fe­sio­nal in­creí­ble, la cla­se de mé­di­co que cual­quier clí­ni­ca u hos­pi­tal qui­sie­ra te­ner y cuan­do una per­so­na ha­ce co­sas bue­nas por los de­más, de­be ser ejem­plo, por ca­da vez que con­tem­pló nues­tra si­tua­ción eco­nó­mi­ca y nos co­bró me­nos y a ve­ces no nos co­bró, pen­sa­mos que no al­can­za ni si­quie­ra el di­ne­ro del mun­do en­te­ro pa­ra pa­gar­le. Gra­cias por las ve­ces que sa­lió de su con­sul­to­rio y vi­no a vi­si­tar a An­to­nio a su do­mi­ci­lio, por re­ci­bir lla­ma­das de te­lé­fo­no en días y ho­ras no pre­vis­tos. Hi­zo to­do a su al­can­ce y más, sin­ce­ra­men­te gra­cias.
Y allí en to­do ese pro­ce­so un equi­po, es­te gran equi­po, fue el que re­no­va­ría nues­tra ener­gía día a día, por­que en esa for­ma cá­li­da de es­cu­char nues­tra his­to­ria y re­sol­ver to­dos los in­con­ve­nien­tes sur­gi­dos has­ta úl­ti­mo mo­men­to sur­gió la fuer­za que ne­ce­si­tá­ba­mos.
Hoy An­to­nio, co­no­ci­do en­tre sus se­res que­ri­dos co­mo "el Ka­tri­ca", des­can­sa en paz, lu­chó du­ran­te tres años, con la for­ta­le­za del ka­ra­te­ca y el bo­xea­dor que su­po ser, en es­tos tiem­pos en que nos pre­gun­ta­mos so­bre la hu­mil­dad y la dig­ni­dad hu­ma­na, no po­de­mos de­jar de agra­de­cer una vez más. Gra­cias
 
 
 
Fir­man las hi­jas de 
An­to­nio: Elia­na, Dé­bo­ra y Vi­via­na y su es­po­sa Gra­cie­la Rei­no­so

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