“Qué mala leche”, suelen decir, mordiéndose los labios, aquellos que padecen una de esas tardes maléficas, cuando la suerte positiva camina por la vereda contraria. Y Alumni pudo ayer repetir esa frase con signos de resignación, justo en la tierra donde la gente vive de la leche, como Sunchales, donde Libertad le ganó 2 a 1 y se quedó contando puntos como vaquitas, sonriendo desde la tabla porque zafa mejor del descenso.
Que no te salga nada cuando hacés todo el esfuerzo. Que se te lesione, a los pocos minutos de juego, el volante con más gol del equipo. Que te toque justo el árbitro menos querido y que ese árbitro te cobre un penal polémico, frente a tu propia gente. Que el rival, sin hacer mucho, te gane con dos goles de tus ex jugadores… Todo se junta, a veces, para conspirar contra las buenas intenciones.
Lo que no formó parte de la mala tarde fue lo de siempre: el equipo sufrió un gol a los pocos minutos de iniciado un período, en este caso, a los 8 minutos de juego, cuando Libertad, en su primera aproximación, lastimó por la vía aérea, tras un córner y en búsqueda de su hombre más alto (Maximiliano Antonelli), que ganó en lo alto, provocó el rebote de Emir Basabe y causó el gol de César Ariel Quiroga.
Al “Bujía” poco le importó “verduguear” a su ex equipo. Libertad se puso en ventaja y la presión aumentaba para Alumni, que despertó en el partido recién después de recibir el gol y además de la falencia en defensa que derivó en el gol, padeció cierta desconexión en el medio, algo que no sufría en los últimos partidos. En un principio, se lesionó Santiago Aloi, quien llegaba precedido de buenas actuaciones en ofensiva. Entró Diego Villagra al fondo y Esteban Canelo pasó al medio, pero preocupado más por sus espaldas que por su juego.
Desde Gelatini surgió, entre otras cosas, la situación más nítida del primer tiempo, cuando asistió a Walter Cuevas, quien enfiló hacia el arco y le pegó fuerte, pero el arquero Darío Sand, de milagro, la sacó al córner.
Por entonces comenzó a visualizarse la gran falla de Alumni en la búsqueda por el empate: la falta de contundencia.
Es que hubo situaciones gestadas con acciones colectivas o arrebatos individuales, pero todas terminaron en centros sin destino o definiciones erráticas.
Esto se acentuó en el complemento, etapa en la que Alumni quiso más y mostró una mejor vocación ofensiva, con Canelo punzante y Herrera movedizo.
Libertad se quedó rápidamente sin claridad en su juego, perdió la pelota y no tuvo recuperación más allá del despliegue de Quiroga y los despejes del otro ex Alumni, Mauricio Ocaño, un patrón del fondo local. Por las dudas estaba Sand, un arquero lúcido para ganar en las salidas como debajo de los tres palos.
El caso es que los locales se dedicaron a defender la mínima ventaja y Héctor Arzubialde leyó la situación, por eso metió dos cambios ofensivos, con la idea de jerarquizar los ataques.
Alumni, con tres en el fondo, tres delanteros y más de 100 simpatizantes empujando desde la tribuna, fue al frente con toda su artillería, pero tuvo la pólvora mojada. Y Libertad, con algunos problemas para contestar ataque por ataque, esperó algo, quizás una mano del árbitro, algo que quizás percibió en una jugada aislada que derivó en el penal de Basabe.
El arquero salió lejos y el delantero de Libertad (Caglieris, quien había ingresado desde el banco) cayó como si lo hubiesen matado. Si hubo contacto o no, es algo que sólo vio el archicuestionado chaqueño Miguel Mazzón, hombre reprobado por Alumni de tal manera que hasta se demoró la ejecución del penal porque los hinchas fortineros se lo querían “comer”.
En ese contexto, el “Cabezón” Ocaño pidió perdón después de ejecutar el penal y de rubricar el 2-0. Poco importó.
No obstante, Alumni sabía que el resultado era mentiroso, pero eso terminó “decorando” la situación con la reaparición de Carlos Herrera (de flojo primer tiempo, pero de oportunismo y movilidad en el segundo), quien sacó un balinazo desde afuera del área para estampar el descuento.
Y lo mejor estaba para el final, cuando la formación villamariense rodeó el área para empatar con hombría y estuvo cerca, pero Mazzón, que no quiso complicaciones, terminó el partido rapidito (adicionó poco y lo cortó antes), aumentando la bronca visitante. Una bronca que deberá olvidarse rápido. Ahora viene otra historia.
La figura
El arquero Darío Sand fue fundamental en el resultado del partido, ya que intervino en los momentos más difíciles de su equipo y mantuvo el arco en cero hasta que Libertad pasó a ganarlo por dos goles. Un mano a mano a Cuevas fue lo más interesante del uno. También se lució César Quiroga, autor de un gol y patrón del mediocampo santafesino.
El árbitro
El chaqueño Miguel Mazzón a veces roza lo chistoso. Y ayer no fue por lo del penal (una jugada discutible), sino más bien por el cierre del partido, ya que había adicionado cuatro minutos y lo terminó faltando dos. Pero además, amonestó mal a Altuna en el primer tiempo y luego, como para remendar el error, no le mostró la amarilla por una falta más fuerte (lo que hubiese significado la expulsión).
