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Carlos Alberto Del Campo (asesor legislativo)
“Cuatro mil mujeres en la Conquista del Desierto. Recordemos a ellas y muchísimas más que compartieron la dura vida de los fortines, padecieron hambre y frío, dando a luz en los descampados, avanzando con los hijos en andas o colgados de su espalda. Restituyamos en la memoria a todas las mujeres que innombradas y silenciosamente forman parte de nuestras identidades”. Vera Pichel (*)
“Sin ellas, la existencia hubiera sido imposible”. Comandante Prado (**)
“Unas casadas por la iglesia y otras detrás de la puerta. Sus viviendas, un rancho con un cuero de puerta; por todo racionamiento recibían una libra y media de carne y alguna onza de arroz, lo que unido a la parte del marido, cuando estaba presente en el campamento, les permitía mantenerse durante el día, ayudándose con un mate amargo... El agua y la leña las traían desde lejos y siempre con sus hijitos a cuestas. Durante el año lavaban la ropa de la tropa a cambio de una parte de la quincena, que consistía en yerba, jabón, tabaco muy malo y dos pliegos de papel de fumar, raciones que con la desaparición del indio, quedaron definitivamente suprimidas”.
Eduardo Ramayón
Ante una nueva conmemoración del Día de la Mujer, bueno es recuperar para la memoria a aquellas mujeres que poblaron la vida de los fortines, para quienes no hay memoria.
Sólo algunas pocas fueron rescatadas del olvido; Carmen Funes “la Pasto Verde”, en la poesía de Marcelo Berbel (“Zamba del coraje hecho mujer”), pero en su mayoría permanecen desconocidas. Son centenares de compatriotas que nutrieron la historia argentina en tiempos de la conquista efectiva del territorio argentino.
Estas mujeres con destino inesperado tomaron parte de aquel Ejército al que el gaucho fue enganchado de prepo. A ellas, les cupo un rol tan importante que contrasta con semejante olvido: podían ser mujeres de tropa o convertirse en humilladas víctimas del malón.
Marcharon desde los límites de Córdoba, Santa Fe o Buenos Aires. A veces acompañando a sus hombres, cargando hijos y unas pocas ollas; otras, caminando solas, leguas y leguas en la inmensa pampa.
A la par
Compartían la vida de los fortines, donde se padecía hambre y frío; no pocas dieron a luz en la vasta soledad y muchas formaron parte del cuerpo militar. Algunas tenían sueldo del Estado, que muy tarde o nunca percibían. Pelearon a la par de los milicos, hicieron de curanderas sólo con yuyos y tisanas, cuidaban a los enfermos, lavaban la ropa, cocinaban, cazaban avestruces para comer y, además, combatían jugándose la vida a cada instante.
Los únicos momentos de alegría eran en ocasión de los bailes, alguna vez se batieron a duelo por su amor disputado. Se las llamó, despectivamente, chinas, milicas, cuarteleras o chusma. Algunas eran esposas, otras novias, muchas madres y hasta prostitutas. Dice Vera Pichel que, “en más de una oportunidad, fueron agredidas con epítetos francamente degradantes”.
Se trata de aquellas valientes mujeres argentinas que, escribiendo páginas de la historia nacional, no figuran en los partes de batallas en que participaron. Con ellas, la historiografía está en deuda, probablemente le ha restado valoración a este proceso al que se lo condenó como “barbarie despreciable”. Bien lo señaló Osvaldo Guglielmino: “La generalizada ignorancia argentina sobre la materia procede de la exagerada centralización europeizante”.
Algunas vivieron 10, 20 y hasta 40 años en los fortines, como “Mamá Carmen”, una negra que llegó a sargento, de mayor bravía que muchos oficiales hombres; se recuerda que ante la inminencia de la invasión de un malón dijo: “Muchachas: no permitan que los indios quiten la caballada, faldas abajo y a ponerse el uniforme”; Domiciana Correa, de Bahía Blanca, que llegó al fortín junto a su esposo, el sargento Contreras, tuvo 19 hijos, vivió 103 años y aun siendo octogenaria crió otros 10 niños; “Mamá Culepina”, una araucana afincada en el regimiento; Isabel Medina, designada capitán por valor en combate; Viviana Calderón, nieta del cacique Manuel Grande, que vivió por muchos años en Azul.
Cuando todo terminó muchas mujeres se quedaron para siempre en la vieja frontera. Si tuvieron suerte, el Gobierno les entregó alguna parcela que no siempre pudieron sostener. Con la desaparición del indio, ya no hubo pagas ni racionamiento para ellas, fundadoras de pueblos nacidos alrededor de los fortines, como “La Pasto Verde”, mujer de excepcional belleza, que además de haber participado en la Guerra del Paraguay, estuvo en la fundación de Carhué, Puán y Trenque Lauquen.
(*) Vera Pichel. “Cuatro mil mujeres en la Campaña del Desierto” (Planeta, 1994).
(**) Comandante Manuel Prado. “La Guerra al Malón” (Xanadu, 1976).