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9 de Marzo de 2013
Día Internacional de la Mujer
Movilizadas
Una reflexión sobre una temática que involucra a toda la sociedad
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Mujeres en una de las movilizaciones ante los numerosos casos de femicidio

 

Las so­cie­da­des mo­der­nas han pues­to a la vis­ta el pro­ble­ma de la vio­len­cia do­més­ti­ca, es de­cir, aque­lla que se de­sa­rro­lla en la in­ti­mi­dad del ho­gar. Siem­pre fue di­fí­cil de­fi­nir­la y más di­fi­cul­to­so ha si­do con­fi­gu­rar­la co­mo prác­ti­ca de­lic­ti­va, ya que in­vo­lu­cra prác­ti­cas cul­tu­ra­les ma­chis­tas y pa­triar­ca­les con más de 12 mil años arrai­ga­das; pe­ro en cual­quier ca­so, la ex­pre­sión "vio­len­cia do­més­ti­ca" en epi­so­dios de vio­len­cia de gé­ne­ro, van des­de la vio­len­cia psi­co­ló­gi­ca pa­san­do por los cas­ti­gos fí­si­cos has­ta lle­gar al ase­si­na­to. En es­te sen­ti­do, se tra­ta de una si­tua­ción glo­bal; ha­bla­mos de la prin­ci­pal cau­sa de muer­te de mu­je­res de 15 a 44 años en to­do el mun­do. Es ha­bi­tual que la pren­sa in­for­me la ocu­rren­cia de esos epi­so­dios, que mues­tran en mu­chos ca­sos una es­pan­to­sa fe­ro­ci­dad. No hay for­ma de ale­gar ig­no­ran­cia; sin em­bar­go, y a pe­sar de que (a di­fe­ren­cia de los ca­sos de tor­tu­ras y de­sa­pa­ri­ción de per­so­nas que ocu­rría du­ran­te las dic­ta­du­ras cí­vi­co-mi­li­ta­res) es­ta vez ocu­rren a la vis­ta y se di­fun­den in­me­dia­ta­men­te, no ge­ne­ran la mis­ma reac­ción so­cial.
¿Có­mo se ex­pli­ca en­ton­ces es­ta in­ca­pa­ci­dad pa­ra mo­di­fi­car la si­tua­ción? Las mu­je­res se mo­vi­li­zan pro­tes­tan­do con­tra la be­nig­ni­dad de las le­yes, la le­ni­dad de los jue­ces y la to­le­ran­cia de las po­li­cías; de­nun­cian los ca­sos re­cien­tes (re­pli­can­do el con­te­ni­do de las no­ti­cias de pren­sa; en es­te ca­so no de­ben con­ven­cer a na­die de la rea­li­dad de la si­tua­ción de­nun­cia­da), pe­ro no des­pier­tan el mis­mo eco en la so­cie­dad. Quie­nes en for­ma ac­ti­va y com­pro­me­ti­da in­te­gra­mos re­des con­tra la vio­len­cia de gé­ne­ro, mul­ti­pli­ca­mos nues­tras in­ter­ven­cio­nes, uti­li­za­mos los lu­ga­res pú­bli­cos pa­ra rea­li­zar per­for­man­ces tan im­pac­tan­tes in­ten­tan­do re­pre­sen­tar una si­tua­ción que na­die ig­no­ra en la so­cie­dad; sin em­bar­go el re­sul­ta­do no es el mis­mo.
Creo que es­tos ejem­plos ma­ni­fies­tan al­go im­por­tan­te y que nos in­vo­lu­cra a to­dos, so­bre la ma­ne­ra de có­mo la so­cie­dad con­fi­gu­ra y le­gi­ti­ma los ro­les de gé­ne­ro. En el pri­mer ca­so, las mu­je­res re­cla­man­tes lo ha­cían des­de su con­di­ción de "ma­dres", que es qui­zá el rol so­cial más fuer­te de la mu­jer. La re­la­ción ma­dre-hi­jo, fun­dan­te en las re­la­cio­nes so­cia­les, se mo­vi­li­za­ba así con­tra la dic­ta­du­ra y por los de­sa­pa­re­ci­dos. En cam­bio, la re­la­ción mu­jer-es­po­sa in­vo­ca un vín­cu­lo emo­cio­nal siem­pre más in­se­gu­ro.
La de­pri­men­te con­clu­sión de es­ta com­pa­ra­ción se­ría que la mo­vi­li­za­ción fe­me­ni­na, en re­cla­mo de sus pro­pios de­re­chos, no lo­gra rom­per la cás­ca­ra de la cul­tu­ra so­cial. Pe­ro, en cam­bio, los re­cla­mos he­chos des­de el lu­gar "le­gí­ti­mo", si bien lo­gran pro­vo­car reac­cio­nes en la so­cie­dad, lo ha­cen al cos­to de re­for­zar el es­te­reo­ti­po.
Es cla­ro, en­ton­ces, que la vio­len­cia de gé­ne­ro no es un te­ma de "de­re­chos de las mu­je­res", si­no que in­vo­lu­cra to­do el com­ple­jo de los de­re­chos hu­ma­nos. Mien­tras eso no se en­tien­da, la in­di­fe­ren­cia de la so­cie­dad con­ti­nua­rá y la vio­len­cia se­gui­rá co­bran­do víc­ti­mas. Con­vi­vi­mos en una so­cie­dad don­de se nos ha he­cho creer que co­mo hombres es­ta­mos pa­ra pro­te­ger a las mu­je­res, por ello a apro­piar­nos de ellas y tam­bién a so­me­ter­las, vi­vi­mos en un mun­do de pri­vi­le­gios mas­cu­li­nos y so­me­ti­mien­to fe­me­ni­no. En el mun­do em­pie­zan a com­pro­me­ter­se mu­chos hom­bres en con­tra de la vio­len­cia ba­sa­da en gé­ne­ro, pe­ro es­te com­pro­mi­so ini­cia des­de el asu­mir nues­tra res­pon­sa­bi­li­dad co­mo par­te de es­te pro­ble­ma que ge­ne­ra­mos y em­pe­zar a tra­ba­jar to­dos los días en de­cons­truir nues­tra na­tu­ra­li­za­ción y so­cia­li­za­ción co­mo machos y op­tar por mo­de­los de mas­cu­li­ni­dad no vio­len­tas, más sa­lu­da­bles, ba­sa­das en el res­pe­to y la equi­dad. 
Es cier­to, es­te gran pa­so es len­to aún; sin em­bar­go, si asu­mi­mos nues­tro com­pro­mi­so, se con­cre­tan las po­si­bi­li­da­des de lle­gar a es­te ne­ce­sa­rio ob­je­ti­vo que nos de­be­mos co­mo hu­ma­nas y hu­ma­nos. 
La pre­ven­ción y erra­di­ca­ción de la vio­len­cia con­tra las mu­je­res par­te no de aver­gon­zar­se de lo que ha­cen los hom­bres en con­tra de las mu­je­res, si­no par­te de asu­mir nues­tra responsabilidad co­mo hombres crea­dos y cria­dos den­tro de una cul­tu­ra machista y patriarcal, de es­tas si­tua­cio­nes que ge­ne­ra­mos dia­ria­men­te y que afec­tan a to­do nues­tro en­tor­no so­cial; tra­ba­jar y ca­pa­ci­tarnos dia­ria­men­te pa­ra apren­der a ser más equi­ta­tivos, más justos y pre­ve­nir la vio­len­cia.
En es­te Día In­ter­na­cio­nal de la Mu­je­r y muy a pe­sar de la tris­te his­to­ria que re­cuer­da es­ta fe­cha, don­de mu­je­res tra­ba­ja­do­ras per­die­ran la vi­da en la lu­cha por la igual­dad la­bo­ral, ven­go a de­cir que a las mu­je­res les gus­ta ser mu­je­res, con su bio­lo­gía en­dia­bla­da ca­da tan­to, con su na­tu­ra­le­za re­ten­ti­va, me­mo­rio­sa, pe­go­to­na y mi­mo­sa.
Les gus­ta su sen­si­bi­li­dad es­té­ti­ca, su fa­ci­li­dad pa­ra el de­sa­rro­llo de ta­reas múl­ti­ples y di­ver­sas si­mul­tá­neas… les  gus­ta su ape­go por lo do­més­ti­co y el cui­da­do de los su­yos y los no tan su­yos… les gus­ta  su sin­gu­la­ri­dad, su di­fe­ren­cia.
Hoy, cuan­do to­do el mun­do pon­drá el acen­to en la tan exi­gi­da igual­dad, yo hom­bre quie­ro ren­dir ho­me­na­je a la di­fe­ren­cia.
Esa di­fe­ren­cia que por mi­le­nios las ha con­de­na­do a la in­vi­si­bi­li­dad, a ser pre­sas de la vio­len­cia, esa di­fe­ren­cia que no sa­be­mos bien has­ta dón­de es to­tal­men­te cul­tu­ral y cuán­to tie­ne de ine­xo­ra­ble­men­te bio­ló­gi­ca: voy a ami­gar­me con esa di­fe­ren­cia.
Son di­fe­ren­tes de los hom­bres, por­que la ver­da­de­ra igual­dad no es dar a to­dos lo mis­mo, si­no a ca­da uno en la me­di­da de sus par­ti­cu­la­ri­da­des y ne­ce­si­da­des.
Y yo creo que las mu­je­res son di­fe­ren­tes, ni me­jo­res ni peo­res, di­fe­ren­tes: di­fe­ren­tes de los hom­bres y tam­bién en­tre ellas.
En­ton­ces esos re­cla­mos don­de el di­ne­ro ter­mi­na  sien­do el ele­men­to re­ve­la­dor de la igual­dad o la di­fe­ren­cia me pa­re­cen po­bres, des­na­tu­ra­li­za­dos, mio­pes…
Las mu­je­res pa­ra ser con­si­de­ra­das en to­da su di­men­sión no pue­den ser sim­ple­men­te igua­la­das en los es­pa­cios po­lí­ti­cos o en el ám­bi­to del tra­ba­jo re­mu­ne­ra­do, sim­ple­men­te por­que hay mu­chas mu­je­res que no as­pi­ran a esos mo­de­los de in­ser­ción so­cial y no por ello de­ben de­jar de ser re­co­no­ci­das co­mo igua­les.
Aque­llas mu­je­res que go­zan de de­sa­rro­llar­se en la vi­da a tra­vés de la ma­ter­ni­dad, de las ta­reas do­més­ti­cas ex­clu­si­va­men­te de­di­ca­das a sus fa­mi­lias, a me­nu­do si al­guien les pre­gun­ta si tra­ba­jan, ellas res­pon­den: no, soy ama de ca­sa.
Y no es cier­to que por­que al­guien de­sa­rro­lle una ta­rea que no es­tá re­mu­ne­ra­da con una pa­ga  for­mal, no ten­ga va­lor.
Es­tas mu­je­res me­re­cen hoy, en sus pues­tos de lu­cha, que no son fá­bri­cas, ni em­pre­sas, ni le­gis­la­tu­ras, ni par­ti­dos po­lí­ti­cos; que son pues­tos de lu­cha dia­rios si­tua­dos en sus pro­pias ca­sas, un re­co­no­ci­mien­to es­pe­cial que per­mi­ta di­men­sio­nar que no to­das las ta­reas que tie­nen va­lor pue­den re­co­no­cer­se a tra­vés de un pre­cio. A to­das es­tas mu­je­res yo quie­ro no so­lo hoy des­ta­car­las,  in­vi­tar­nos  a pen­sar que exis­ten otros es­pa­cios so­cia­les que siem­pre por de­re­cho les per­te­ne­cen, pe­ro de­jan­do cla­ro que si el úni­co es­pa­cio que eli­gen es su ca­sa y su fa­mi­lia son igual­men­te  va­lio­sas y es­tán sien­do re­pre­sen­ta­das en es­ta jor­na­da.
 
Da­niel Mas­sa­ra
Ins­ti­tu­to de Hom­bres
Con­tra el Ma­chis­mo

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