Escribe: Pepo Garay – Especial para EL DIARIO
Las Sierras Chicas son un cordón montañoso que, desde las proximidades de la ciudad de Córdoba, discurre con rumbo norte por unos 90 kilómetros.
Al oeste del mismo está el Valle de Puanilla, con su Carlos Paz, su Cosquín, su Capilla del Monte y su montón de etcétera.
Al oeste, toda un área que comparte nombre con el accidente geográfico. Allí, dominando la escena, aparece Río Ceballos. Médula de la región, ubicada a 30 kilómetros de la capital, justo después de localidades como Villa Allende o Unquillo, y justo antes de otras como Salsipuedes, Agua de Oro o Ascochinga.
Un municipio que bien representa a la zona, caracterizada por montañas bajas y dulces, arquitectura señorial y sabor a campiña. Cerca y lejos de la cabecera provincial y su trampa de urbanidad, prefiere el descanso.
“Avenida San Martín” es el nombre de la principal artería de la ciudad.
Es la ruta, que parte al mapa en dos, y a través de la cual emanan las primeras impresiones del lugar.
La bondad de la serranía se nota a un lado, con la arboleda que baja desde las alturas, coronada a mitad del terreno con el paso sutil del arroyo Río Ceballos. Llama la atención la arquitectura circundante, de casitas y casonas al estilo normando, e incluso tudor, muy característico también en pueblos vecinos.
Se precian los chalés venidos de otra época, varios de los cuales fueron convertidos en hoteles u hosterías.
Elegancia y aires melancólicos que marcan el semblante general, y que se aprecian de cerca en la parroquia Nuestra Señora de los Dolores y en el paseo y Anfiteatro Jorge Newbery, por ejemplo.
Sin embargo, en la calle la gente brinda una estampa que difiere completamente de las obras que el viajero ve.
El estilo es bien cordobés, pícaro, alegre y simpático, como en la capital, pero con esa dosis de pueblo que tan bien le hace al ambiente.
Sencillez en el caminar y en la charla de los cafés y restaurantes que dan a avenida San Martín.
Como en “La Docta” de hace 30 o quién sabe cuántos años.
Acaso por ese anhelo permanente de detenerse en el tiempo, es que Río Ceballos promueve a nivel nacional sus competencias de metegol o kartings a rulemanes, citas célebres de su agenda de eventos.
Así continúa el recorrido, que luego gambetea el centro, el casino, y se interna en la naturaleza.
Lo hace a través del arroyo, que lleva hasta la cascada Los Hornillos. Con 10 metros para un chorro con gusto a sierras, piedras y vegetación que se conjugan a los costados.
Bastante más alejada, a unos 13 kilómetros del centro, la cascada Los Cóndores mejora imágenes y sensaciones.
Volviendo sobre nuestros pasos, un imperdible es el cerro Ñú Pura. Con casi 850 metros de altura, ofrenda espectaculares visuales de la región, ladeado por un enorme Cristo Redentor. Si de turismo religioso se trata, también conviene llegarse hasta la Gruta de Santa Teresita, construida en 1945.
Dique La Quebrada
Ninguna visita a Las Sierras chicas estaría completa sin la visita al Dique La Quebrada.
A sólo 7 kilómetros de Río Ceballos, el espejo de agua es en sí una postal destacable. Con 30 hectáreas de superficie, cuya figura de frescura rodeada de montaña sólo deja lugar a la contemplación (bañarse está prohibido), y a la pesca de pejerreyes, dientudos, carpas y tarariras, entre otras especies.
Impacta el paredón de más de 250 metros de longitud y casi 50 de altura que contiene el agua.
La obra forma parte de la Reserva Hídrica Natural del Parque La Quebrada. Con 4.200 hectáreas para conservar el magnífico entorno que respiran las Sierras Chicas.