Matías Rodríguez tiene 26 años y sus 26 fueron vividos con intensidad en el Residencial América. Hay algo que lo vincula enormemente al barrio y eso se visibiliza a poco de iniciada la charla: el carnaval.
Su papá es Carlos Rodríguez, de 63.
La familia llegó de Buenos Aires y se instaló en Villa Nueva. “Luchamos mucho por una sede del centro vecinal, que no se conseguía. Cuando vinimos a la ciudad, Matías tenía 5 meses y Mauricio (su otro hijo) 5 años”, explicó Carlos a EL DIARIO, al que recibió en el living de su vivienda, ubicada en la cortada Güemes.
Un repaso por el pasado exhibe varias casas y nada de pavimento. Hoy tienen cordón cuneta y se sabe que en el Concejo Deliberante estudian la realización de la obra de asfaltado total del sector.
Cuando llegaron no había gas y la mayoría no tenía teléfono fijo. Hace 16 años, ellos accedieron al servicio de gas.
Carlos resaltó que “siempre hemos luchado por un centro vecinal y con el paso del tiempo y distintas gestiones realizadas se consiguió terreno, subsidios y se construyó el salón de calle Marcos Juárez y Namuncará”.
Su esposa presidió el mismo en gran parte de la década del 2000, mientras la ciudad era gobernada por el justicialista Marcelo Frossasco. Precisamente por los subsidios otorgados por el ex intendente, se accedió al terreno y a la compra de ladrillos. La mano de obra provino del municipio.
Otro de los acontecimientos que atraviesan la vida en el barrio de los Rodríguez son los Carnavales Gigantes. “Desde los 12 años hasta la última edición, estuve en todos”, se jactó Matías, contento. Lo hizo durante muchos años desde la comparsa del Residencial América, hasta que la misma dejó de participar del tradicional evento que reúne todos los eneros a los villanovenses en el corsódromo de avenida Carranza. “Este año participé como miembro de Los Olmos”, explicó.
Desde 2007, el Residencial no interviene en el espectáculo y al entrevistado le gustaría que pudiese regresar.
Hay muchas anécdotas alrededor del corso. “Ir a tocar afuera, ir a (ex boliche) Coyote… tengo muchos recuerdos. Junto a Los Olmos y La Floresta ha sido uno de los primeros sectores en participar”, contó.
“Recuerdo que nunca había tocado un instrumento. Me habían comprado un redoblante y sabía de los ritmos por tocar de oído nomás. Lo cierto es que no se tocaban tantos instrumentos como ahora. Y todo se hacía a pulmón”, apuntó.
Para Matías, el barrio ha cambiado, hoy es una zona de gente adulta y de pocos jóvenes. “Quince años atrás había más adolescentes y era más fácil conseguir chicos y chicas para tocar y bailar en los Carnavales”, advirtió.
“Es un barrio que tenía a mucha gente en el Carnaval y en la comisión había pocos pero se podía hacer mucho: tres o cuatro personas que hicieron todo a pulmón, impulsando eventos como polladas o venta de pastelitos”, resaltó. “Se pedía que los chicos vendamos”, rememoró.
El entrevistado calificó a la barriada como de gente tranquila y buena. “Nosotros ensayábamos y nadie hace problemas, eso es valioso. No hubo lío por los ruidos”, dijo sonriente.
Matías está próximo a recibirse como profesor de Historia, que cursa en el Instituto Nuestra Señora del Rosario en Villa María. Ya ha terminado el cursado pero le faltan algunas materias que rendir.