Una de las víctimas de la represión de la última dictadura cívico-militar relató ayer que “ser mujer significaba un plus de vejación y violación”, al referirse a las secuestradas y torturadas en el centro clandestino de detención de La Perla, al declarar en el juicio por delitos de lesa humanidad que se desarrolla en la ciudad de Córdoba.
María Patricia Astelerra, militante de Montoneros, secuestrada el 1 de julio de 1976 en la capital provincial junto a su pareja, Gustavo Adolfo Contemponi, dijo que los represores “sentían placer con lo sádico y lo morboso” y que en muchas veces “éramos víctimas de esos juegos”.
“La condición de mujer significaba, además de las torturas habituales, el plus de la violencia sexual, que eran prácticas reiteradas”, manifestó Astelarra y precisó que, a pesar de su estado de embarazo de cinco meses, eso no impidió que sus captores la manosearan.
“Los episodios de abusos sexuales siempre fueron episodios tortuosos y degenerados de los que participaban oficiales y suboficiales del Ejército”, y por lo tanto dijo a los miembros del Tribunal Oral Federal Nº 1 que “estos delitos deberían considerarse de orden público y no solamente de instancia privada, porque fueron cometidos por funcionarios públicos”.
Los acusados
La sobreviviente identificó como los habituales responsables de esas “aberrantes” prácticas a los represores Ernesto Barreiro, Hugo Herrera, José “Chubi” López, Jorge Exequiel “Rulo” Acosta, Héctor “Palito” Romero y el ya fallecido Roberto Nicanor “cura Magali” Mañay.
También mencionó el nombre de varias secuestradas “vejadas y violadas”, muchas de ellas asesinadas y otras que están vivas, pero prefirió no extenderse sobre el tema al considerar que se trata de situaciones “muy delicadas”.
“Las mujeres eran reducidas a la servidumbre. Eran obligadas a trabajar, a ser esclavas sexuales. Hoy quizás muchas no lo puedan contar”, manifestó Astelerra.
A partir de este relato, el fiscal Carlos Facundo Trotta preguntó a la testigo si quería promover una investigación penal sobre estos hechos de instancias privadas, propuesta a la que la mujer accedió y consecuentemente el tribunal deberá girar las actuaciones del testimonio a la Fiscalía Federal de turno.
Luego de pasar también por al campo de La Ribera, entre agosto y setiembre de 1976 fue traslada a la cárcel de mujeres del Buen Pastor, a disposición del Comando del III Cuerpo de Ejército, donde nació su hijo, quien fue retirado por el abuelo materno, José Leandro Astelarra, en enero de 1977.
Mientras estaba en cautiverio, su padre fue objeto de extorsión por parte de los militares para que entregara 80 mil dólares para su liberación, pero que finalmente se terminó pagando 10 mil y fue liberada en marzo del 77.