Escribe: Pepo Garay,
especial para EL DIARIO
Tilcara está ubicada en el centro-sur de Jujuy, 84 kilómetros al norte de la capital provincial, a 1.120 kilómetros de Villa María. Ergo, Tilcara es la médula de la célebre Quebrada de Humahuaca, uno de los accidentes geográficos más impresionantes y bellos de nuestro país. Así, el pequeño poblado se ve bendecido por los cerros multicolores que engalanan la región. Para el visitante , el dato se traduce en infinidad de postales y paseos que comulgan con naturaleza árida, barnizada por algunos focos de verde y el paso del Río Grande.
Pero las bondades del lugar no se reducen a paisajes bonitos. La localidad es mundialmente conocida por su importancia arqueológica y cultural, ya que allí se encuentran montones de vestigios de civilizaciones indígenas. El ejemplo más cabal lo corporiza el Pucará, orgullo local donde la historia respira próspera. También lo hace en las callecitas del municipio, de rostro colonial y casas de adobe. La idiosincrasia de su gente, de estilo de vida y carácter tan distintos a los de los habitantes del centro del país, completan un cuadro del que resulta bien difícil despegarse.
La impronta del Pucará
Recostado en las afueras, el Pucará es el mayor tesoro del pueblo. Un antiguo asentamiento fortificado de 900 años de antigüedad que fuera hogar de la etnia omaguaca (perteneciente a la familia de los tilcara) y restaurado a principios-mediados del Siglo XX.
Allí, entre casas de piedra y ruinas de lo que ayer era la antigua ciudadela, el viajero obtiene interesantes aprendizajes. Cómo vivían aquellos grupos, cómo se organizaban, qué cazaban y cómo se defendían (este último era uno de los principales objetivos de la construcción) son algunos de ellos.
La imaginación que vuela hacia siglos lejanos, ayudando a involucrarnos con episodios como la llegada de los incas, primero, y de los españoles, después. La visita también sirve para admirar los paisajes circundantes y el Jardín Botánico de Altura, que cuenta con cantidades de grandes cactus y otras especies vegetales originarias de esta parte de Jujuy.
Ya en el centro, conviene indagar más sobre la fascinante historia y cultura de Tilcara a través del buen número de museos existentes, como el Museo Arqueológico Eduardo Casanova, el Museo Fundación Medardo Pantoja, el Museo de Esculturas Soto Avendaño, el Museo Regional José A. Terry o el Museo de Pintura Irureta.
Ingresando a los últimos de la lista anterior se descubre la faceta artística de los paisanos de la Quebrada. Pinturas que cuentan de cerros y cielos lindos, de cóndores, águilas y guanacos, de señoras de largas trenzas y piel curtida por el sol descansando en la sombra que dan las humildes viviendas. En fin, de la tranquilidad y el encanto que irradian las tierras del norte. Ambiente calmo que desaparece cuando el entorno se viste de carnaval, en el archipopular y fiestero “Enero tilcareño”.
Por los alrededores
A la hora del contacto con la naturaleza, la oferta también es fecunda. Favorita resulta la excursión que lleva a la Garganta del Diablo. Dos horas de caminata para llegar a una exuberante cascada de 12 metros de altura, rodeada de paredones rocosos y vistas de las laderas y su pluralidad de tonalidades, emblema humahuaqueño.
Yendo en auto, el camino pasa por el Alfarcito, conjunto de terrazas de aproximadamente mil años de antigüedad. A casi 3.000 metros de altura sobre el nivel del mar, ofrece fabulosas panorámicas de los alrededores.
Otras opciones recomendables resultan las escapadas a la Laguna de Cerro Chico, la Quebrada de Huichaira (con sus formaciones naturales llamadas “castillos”), las Cuevas de Wayra, Punta Corral, Cerro Negro y Ovejería (zona de pastores). Paseos todos de espectacular talante, para quedarse aun más prendido al abrazo de Tilcara.