Las distintas propuestas bailables para la noche navideña de 2008, incrementaba la ansiedad de los muchos que no querían "errar el tiro". Sucede que la cena en familia y después los saludos navideños, los dejaba a las puertas de las tres de la mañana, para recién decidir adónde ir; los tiempos recortados, impedían la consabida "caravana" de puerta en puerta para observar en donde recalaba la gente a gusto de los que no querían perder su entrada.
Las ofertas diferentes estaban dadas por lo que iba a ocurrir en "el Anfi" con la fiesta franquiciada por el boliche de Córdoba capital Mitre, apoyado logísticamente por "Lomo", "Alma" y "Hoock" y en el salón de fiestas de Villa Nueva "La Bodega del buen suceso", por el triunvirato- Tigero Brother and "Rana" Azumendi, la empresa de sonido y luminotécnia Rea, más el gerenciamiento del propio salón mencionado.
Y la sorpresa fue mayúscula al observar, luego de nuestro recorrido que duró hasta las siete de la mañana, que no ocurrió lo de años anteriores, cuando el grueso se agolpaba en un solo lugar para dejar los tradicionales boliches casi desolados.

De caravana

Todos, pero todos, a lleno total. Algunos experimentados apostaban a comprender que se trataba de la gente de la zona que se había volcado en general a nuestra ciudad, otros decían que los chicos estudiantes en Córdoba o que el clima, lo que sí, salió todo el mundo, con una característica singular: los de entre 30 y 40 no encontraron su espacio.
Margarita, sobre la ruta nacional 158, abarcó a los más grandes, con el detalle de que trabajó con mucho más asistentes que su media normal y sobrepasó la concurrencia natural de los sábados.
Así también sucedió en los demás boliches habituales: sobre la costanera, en Jet Set, desde temprano comenzaron a llegar los asistentes como para evitar las largas colas para el acceso y así desbordarlo. De igual manera se pudo ver reflejada esta tendencia en Deep, Ciro (ambos en Villa Nueva) y una marca singularísima la dio Aruba Summer, sobre Córdoba y costanera, también en la otra margen del río Ctalamochita: su local techado, la carpa y el patio colmados.
Kinoto contó con tres pistas, la consabida de tecno-electrónica, la de rock y el patio con sonido propio donde casi no se podía caminar.
Quedaba todavía por la misma ruta provincial 2 llegar hasta Supper Club: una carpa circense acogía a miles de jóvenes, que transitaban entre dicha carpa y el propio boliche, con el intermedio de un VIP en sobrealtura, para descorchar alguno que otro champán.
La máxima cantidad de público, según se pudo observar, la tuvo "La Bodega", que según cifras oficiales se calcula en 3.500 personas: en el lugar, estratégicamente, se ubicaban tres pistas, la música latina y reggaeton en el patio en donde se agolpaban rítmicamente, en un espacio más pequeño para el dance, mientras que en el salón mayor sonaba el rock nacional; un puesto con choripán estaba en default, pero las barras aledañas, surtían aceleradamente bebidas para todos los gustos (new age y fernandito con cola).

Otra vez acá

Una más. Faltaba dilucidar lo ocurrido en el "Anfi", ya que habíamos estado cerca de las tres de la mañana, y recién comenzaba a entrar al lugar el público juvenil. Es así que cercano a las seis se comenzaba a sentir el rumor de cierre, el "cuenta ganado" (acepción otorgada al medio mecánico utilizado para contar la cantidad de ingreso al lugar), rezaba la cifra de 1.800; el quincho aparecía como mediador para repartir chicos de uno y otro lado, donde un cubo armado sostenía las luces inteligentes.

Seguridad

El operativo de seguridad estuvo, en líneas generales, muy bien organizado, ya que en todos los lugares donde se preveía mayor cantidad de asistentes se dispuso de una visible cantidad de recursos. Se puede decir que estaban todas las normas cumplimentadas, conos, balizas y la cantidad de agentes de Tránsito, de Seguridad Ciudadana y la Policía provincial con sus patrulleros recorriendo las zonas más "calientes".
Una falencia notable fue la ausencia de taxis y remises, pudiéndose observar a mucha gente de distintas edades caminando con sus zapatos en la mano y bebés en brazos, en la madrugada.

Víctor Alves