“El Vaticano no invita a nadie, pero tampoco rechaza a nadie”, remarcó Federico Lombardi, el portavoz de la Santa Sede. Sus palabras tenían una clara dirección, ya que en la ceremonia de comienzo oficial del Pontificado de Francisco se vieron presencias poco deseadas o poco “a tono” con el propio mensaje del Papa argentino.
El invitado quizá más “incómodo” fue el dictador Robert Mugabe, presidente de Zimbabue.
Mugabe estudió con los jesuitas y es profundamente católico, pero sus sanguinarias actuaciones le costaron sanciones como las de no poder viajar o transitar por Europa.
¿Por qué se encontraba entonces ayer en Roma? Porque las sanciones de la UE tienen excepciones, como las motivaciones religiosas.
Además, países como Arabia Saudí o Afganistán, que no tienen relaciones diplomáticas con la Santa Sede, enviaron, curiosamente, delegaciones.
Algunos otros nombres “difíciles”
Continuando con la lista de este tipo de “invitados”, debe decirse que a la ceremonia también asistió el vicepresidente del Senado indio, P. J. Kurien, acusado de participar en una violación en grupo.
Ocurrió en 1996 y fue absuelto años después, pero la víctima (que era menor) no dejó de apuntarlo como uno de los que abusaron de ella.
Por último, otra asistencia polémica (para China) fue la del presidente de Taiwan, Jeou Ma. Es que Pekín reiteró desde la elección de Jorge Bergoglio en el cónclave, que la Santa Sede debería romper los lazos con Taipei.