Emanuel Griego vive en el CEC desde hace 15 años. Comparte su casa junto a su madre, Liliana; su hermana, Magalí y su sobrina, Agustina. "Cursaba el cuarto año de la secundaria cuando llegamos", cuenta hoy casi a sus 30 años.
"Mi vieja tenía un terreno en el barrio y lo cambió por una casita. Hasta entonces, vivíamos en el Florentino Ameghino de Villa María", recordó el joven, quien así pasó a habitar por primera vez en esta ciudad.
En aquellos años, el sector estaba bastante poblado. "La mía fue una de las últimas casas; no obstante en este tiempo ha habido cambios porque el barrio ha ido avanzando", aclaró.
"Menos cordón cuneta y asfalto, teníamos ya todos los servicios", recordó y acto seguido dijo que esperan el asfaltado pero sobre todo la obra de cordón cuneta, ya que la han abonado: "Está todo pago pero no lo han realizado", afirmó.
Entrevistado por EL DIARIO para este suplemento, caracterizó a la zona como un lugar en el que habitan, esencialmente, jóvenes con niños y niñas pequeños. "A mí me gusta mucho este lugar, pero no conozco tanto a la ciudad porque he estudiado y trabajado -actualmente lo hago- en Villa María", apuntó.
"Villa Nueva es una localidad que tiene su rica historia pero creo que se ha quedado un poco en el tiempo. Me parece que es bueno lo que ha sucedido en los últimos años, con el despertar de barrios nuevos que han atraído habitantes. Quizás son lotes más económicos y la gente de Villa María ha decidido comprar un terreno para quedarse acá", evaluó.
"Creo que la mayoría de mis vecinos son villamarienses", dijo en el mismo sentido.
En cuanto al intendente Guillermo Cavagnero, interpretó que no ha sabido conducir la ciudad: "Mucho no conozco, pero siento que se ha ahogado en la gestión", advirtió.
El CEC "es un barrio seguro, tranquilo y sin robos", añadió y remarcó que existen muchos comercios y una academia de inglés.
“El corazón me lleva a otro lado”
Cuando finalizó el cursado del Nivel Medio, Griego no sabía qué camino adoptar. "Por suerte tuve una vieja que me apoyaba y me alentó en todo. Quise estudiar muchas cosas, pero hice el curso en Lenguas de Señas, un curso administrativo, otro de acompañamiento terapéutico, en fin, un poco de todo", graficó.
"Siempre me gustó la rama del arte y el diseño, pero nunca la seguí", confesó este hombre que no descarta hacerlo en un futuro, ya que tiene mucho por delante.
Egresado del secundario del Instituto Nuestra Señora del Rosario en 2001, diez años después comenzó a trabajar en el Centro Empleados de Comercio, su fuente laboral actual. "Soy empleado administrativo, me desempeño en el área de Fiscalización. Me gusta y estoy cómodo. Mi vieja trabaja allí", develó.
Antes fue voluntario en el ex IMDA, en el taller de cocina. "Era empleado en una cadetería y pasé en moto frente a la escuela y me detuve. Me bajé, golpeé la puerta y me presenté. Dije mi nombre y conté que estaba haciendo el curso de lengua de señas. Les expresé que me gustaría ser voluntario en ese establecimiento, cortando el pasto, limpiando o pintando, para tener vínculos con los chicos", narró a este matutino.
Griego entonces fue remitido a la Municipalidad, fue a hablar y así terminó siendo parte del taller de cocina de la institución ubicada en el Parque Pereira y Domínguez de Villa María.
"La idea del municipio era que los pibes tengan de mí una imagen que les inspirara respeto, es decir una relación de alumno-docente. No ser un par de ellos", aclaró.
Así, el joven pasó a conformar un equipo con la profesora del taller. "Estuve dos años, fue una experiencia muy linda, que me dio mucha felicidad y por la que conocí a muchos chicos", confesó.
"Gracias a eso, luego ingresé al CENDI, que es un centro de día para adultos con discapacidad. Fui orientador, estando a cargo de un grupo de adultos", tarea que dejó cuando ingresó a trabajar en el CEC.
El pensar en abandonar aquel rol lo llevó a una encrucijada. "Si le hacía caso a mi corazón, tenía que quedarme en el centro de día, pero a veces uno llega a una cierta edad en la que tiene que priorizar el bolsillo. El corazón sin dudas me llevaba a otro lado, pero debí optar por el dinero", consideró.
"Conocí muchas historias de vida. Uno muchas veces se queja por pavadas, por acontecimientos que no son nada", remarcó y se le humedecieron los ojos.
"Estuve muy a la par de ellos, más que su orientador fui uno más, un compañero más. Varios laburos me han hecho conocer el mundo, antes era un chico siempre muy tranquilo y de la casa, pero el estar en tantos lugares me han abierto la cabeza, me han dado más confianza en mí mismo", describió.
“Los profesores teníamos que hacer magia.”
Emanuel, ya hoy lejos del IMDA, dejó entrever que faltaba apoyo estatal a la actividad de esa escuela. "Había falta de personal y de materiales para que los chicos trabajen. Los profesores teníamos que hacer magia para que los chicos pudieran actuar. Eran necesarios pinceles, pintura y demás que no había", sostuvo.
"Muchas veces he gastado mucho dinero para llevarlos", advirtió.
Ya sobre el final de la charla con este diario, evaluó que un sector de la sociedad "siente lástima" por los jóvenes con discapacidad auditiva, cuando "en realidad son iguales que todos, iguales que vos y que yo". "Son adultos y tienen sus horarios y responsabilidades. Hay quienes creen que son niños eternos y no es así. Todos tenemos habilidades diferentes y cada uno se destaca en algo", concluyó.