Señor director: El lunes 22 de diciembre al atardecer, con mi hijo de dos años fuimos víctimas del abuso de poder infringido por una señorita, señora, mujer a secas, mujer seca, quien no se identificó en ningún momento pero portaba uniforme, compuesto por remera blanca y sobre ella cintas naranjas, por lo que colijo se trataba de una empleada municipal de Seguridad Ciudadana. Concretamente, mi hijo y yo esperábamos el colectivo en la parada ubicada sobre Hipólito Yrigoyen, entre Corrientes y Entre Ríos. Como todo niño, mi hijo jugaba tomando cartones, palitos y otros elementos que había en el suelo, mientras yo controlaba que no se lastimara con alguno de los muchos residuos que abundan en el lugar; también cuidaba que no se fuera para atrás, hacia la playa de estacionamiento, ya que no hay ninguna reja, ni valla que ofrezca contención entre los autos y los que allí esperamos colectivos (cualquier madre que espere con sus hijos en esa parada, sabe de lo que estoy hablando). En esto estábamos cuando, en un segundo, mi hijo tomó del suelo una botella vacía de gaseosa y la arrojó a sus pies. Fue tan rápido el movimiento que no me dio tiempo a atajarlo, por lo cual la botellita se rompió. Mientras yo lo estaba retando por lo que había hecho, se cruzó desde la vereda de enfrente la mencionada empleada municipal. Señorita, señora, mujer a secas, mujer seca y comenzó a reprender fuertemente a mi hijo, sin mi autorización, sin identificarse en ningún momento y omitiendo mi presencia. Cuando dicha empleada municipal, señorita, señora, mujer a secas, mujer seca, decidió terminar de retarlo y se dignó a mirarme de modo reprobatorio, le dije que mi hijo tomó uno de los muchos residuos que hay en el lugar y que sería bueno que la Municipalidad pusiese allí varios cestos de residuos cercanos y una valla contenedora de la playa, porque en esas condiciones esperar colectivos con criaturas resulta un verdadero peligro. Ante lo cual, la empleada municipal, señorita, señora, mujer a secas, mujer seca, me respondió prepeándome y a los gritos que ahí no hacía falta nada y que yo debería cuidar mi hijo. Si hago público este episodio, es para solicitar al municipio que coloque en el lugar los cestos necesarios, ponga el vallado donde corresponde y, fundamentalmente, forme a los empleados que saca a la calle. No me refiero sólo a los buenos modales (que nunca están de más y en estos casos vendrían muy bien) sino, y sobre todo, en lo que atañe a los límites de sus funciones ya que no pueden sobrepasar la instancia de lo privado. Repito: mi hijo fue reprendido por mí y del modo en que yo, como madre, considerado adecuado para dirigirme a un nene de tan corta edad. No necesitábamos la prepotencia gratuita y abusiva de la que fuimos víctimas. Me pregunto si esa empleada dejó su puesto (por el que le pagamos todos los ciudadanos) para reprender a una criatura obviando la presencia de la madre ¿habrá sido porque considera a los menores seres punibles, reprimibles, castigables, capaces de producir algún escándalo en la vía pública con... dos años y una botellita de gaseosa que se le cayó al suelo? No pretendo que los empleados municipales sepan pedagogía y psicología de la niñez... bastaría con que sepan cuáles son sus límites para no caer en el abuso de poder. Me pregunto también quién controla a los que nos controlan porque, a juzgar por la gran cantidad de hechos abusivos en el orbe de la seguridad que se vienen desarrollando en la ciudad, mientras más vigilada sea una sociedad, menos garantías tienen sus ciudadanos de ser tratados como tales.
Lic. Cecilia Reyna DNI 23181420
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