Una vida de militancia.
Omar Mignola es un hombre inquieto, de baja estatura, a cada momento su cara regala una sonrisa franca. Por muchos años militante del Partido Comunista y aunque ahora no integra orgánicamente ninguna vertiente del mismo, se declara marxista y continúa militando por lo que cree y, desde su creación, participa del espacio político Nuevo Encuentro que, a nivel nacional, lideran Carlos Heller y Martín Sabbatella, entre otros. Es un sobreviviente del campo de concentración conocido como “La Perla” donde, en tiempos de la dictadura cívico militar iniciada en 1976, se torturó y asesinó a cientos de militantes políticos. La edificación fue construida en 1975 y utilizada como campo de concentración apenas asestado el golpe de Estado a nivel nacional. Para 1978, debido a la presión ejercida por la mirada internacional se fueron desalojando los presos del lugar como parte de una política de enmascaramiento de estos sitios horrorosos. Entonces, cerca de allí, reacondicionaron una vieja dependencia del Ejército a la que denominarían La Perla Chica, donde también se llevaron prisioneros.
Omar nació en 1935, vio pasar setenta y siete veranos pero sigue con una actitud jovial. Es difícil adjudicarle la edad que confiesa su documento. Apenas si contaba con siete u ocho años de edad cuando en su querido Monte Buey repartía ejemplares de la prensa comunista. Nos dice “yo soy de una familia comunista, de un barrio de Monte Buey que tiene cien y algún año, y te estoy hablando de 1942 ó 1943, imaginate lo que entonces era el pueblo. A esa edad repartía el diario La Hora y el periódico Orientación, eran órganos del Partido Comunista. Y de allí para acá siempre en la militancia. A mi viejo lo metieron preso en el golpe del 43, en Monte Buey…”. En el 56 Omar fue incorporado para cumplir con el servicio militar en la Marina, allí también militó pasándoles información a los compañeros peronistas. Orgulloso destaca que desde su infancia ha luchado por ideales.
Sitio de horror
Cuando se produjo el golpe de Estado de 1976 trabajaba junto a su hermano en una panadería ubicada en la calle 25 de Mayo al 1035 de Villa Nueva. Su vivienda particular estaba en Maestros Argentinos 235 de Villa María. Varias veces fue detenido por las denominadas fuerzas del orden, cuyos agentes se encargaban de propinarle importantes palizas. Así sufrió detenciones en la ciudad de Villa María, Bell Ville y Marcos Juárez. Pero para julio de 1978, cuando Omar estaba durmiendo la siesta, integrantes del Ejército Argentino de la Fábrica Militar de Pólvora y Explosivos de Villa María, llegaron a su casa y lo detuvieron. Lo sacaron y lo llevaron hasta la Jefatura policial en la calle General Paz, siempre custodiado por los militares. Luego lo trasladaron a la cárcel, en el barrio Belgrano. Allí, junto a otros detenidos, continuaron sufriendo el maltrato. Mignola lo describe diciendo: “Y desde la cárcel, a la madrugada ya, cuando se puso pesada la cosa, nos ataron con alambres y con cadenas y nos vendaron” y entonces los llevaron a La Perla. Por entonces Omar era secretario de organización del Partido Comunista en Villa María donde, recuerda, “Torres era el secretario”. Estando en La Perla, junto a los otros secuestrados, trataron de calcular dónde era el lugar, junto a Pujol, Armando Torre, Roque Luna y otros pudieron darse cuenta dónde estaban.
Allí fue secuestrado por alrededor de dos meses y recordando los otros lugares donde estuvo preso durante esa misma dictadura describe lo terrible de ese campo de concentración diciendo “en todos te fajaban, pero no como en La Perla, por supuesto… Dos meses en La Perla es una eternidad”.
Le resulta difícil relatar algo de lo que sufrió en el mayor campo de concentración de la provincia. “Cómo puedo relatar, cuando uno estuvo alucinado, enloquecido por los golpes, desmayado, no sabés dónde estás, no ves, te ponían un pedazo de pan en las manos o te hacían tomar un poco de agua como para mantenerte vivo, si querían, hasta que te boleteaban. Entonces vos no sabés cómo es la realidad ahí, no sabés. Lo único que sentís son gritos desgarradores…” Necesita respirar profundo para seguir el relato. En su voz no existe ni una pizca de odio hacia nadie, sólo necesidad de ser escuchado. Trata de ser cuidadoso en el relato, obviando, en lo posible, detalles truculentos de todo aquel horror. “Imaginate que con la picana, con la agujas debajo de las uñas, estábamos enloquecidos”. Se detiene, mira a los ojos y reflexiona “ni al peor enemigo le deseo eso”. Describe otras formas de tortura y luego dice que “una de las cosas más horribles es la tortura del ruido, eso te enloquece. Por eso algunos compañeros querían escapar porque te enloquecían. Yo pensaba que locura era eso… estaba enloquecido… ¿en qué consiste la tortura del ruido? Por ejemplo, te ponían una radio a todo volumen pero no en un lugar donde se escuche algo, una emisora, sino en donde hace ruido, descarga”. Con su boca trata de imitar aquel espantoso ruido y continúa el relato “la tortura estaba científicamente planificada. No es que a vos te agarraban a patadas porque sí. A mí me habían dejado hecho un monstruo… en un momento determinado paraban -allí se producía un alivio pero-… al ratito la ponían de nuevo. Era terrible todo eso”.
Desde aquel lugar de espanto Mignola, junto a otros secuestrados, sería trasladado a la cárcel del barrio San Martín de la ciudad de Córdoba. Desde allí, en un avión Hércules C130, atados con cadenas al piso del aparato, fueron llevados a la Unidad Penitenciaria N° 9 de La Plata. Allí estaría “legalizada” su condición de preso y fue entrevistado por representantes de organismos multinacionales de derechos humanos. Recién en enero de 1981 pudo salir de esa prisión, entre todas las detenciones durante la dictadura cívico-militar desaparecedora de personas cumplió un total de cuatro años de encierro.
La memoria colectiva
El jueves 21 de marzo, por la noche, participó de un acto conmemorativo y de repudio al golpe de 1976 y a todo el horror de la dictadura, realizado en el Inescer “Dr. Angel Diego Márquez”. El aula mayor estaba colmada, la mayoría jóvenes estudiantes. Omar recuerda que estando en La Perla se imaginaba que en algún momento lo sacaban y “chau, se terminó Mignola”. No sabían cuánto iba a durar la dictadura y reiteradamente venía ese interrogante acerca de qué les dejaban a los jóvenes. Acerca del acto dice “es emocionante. ¿Por qué te digo esto? ¡Porque hay que contar! Había un momento en que estaba convencido de que me iban a boletear. En algún momento me sacaban y chau, se acabó… pensaba ¿para qué nosotros hemos venido a entregar la vida, quién se acordaría que uno hizo todo este sacrificio? Porque la gente, la más indulgente con uno diría: y este tipo ¿en pos de qué ideales utópicos entregó la vida? ¿para qué? Y eso te amargaba, era lo que más me martirizaba. Yo ya lo había asumido. Después de todo lo que me habían hecho a veces quería estar muerto”.
Dice considerarse un tipo muy afortunado, por haber salido del campo de concentración “es muy difícil salir entero, muy difícil, generalmente quedan marcas. Yo, deber ser por una formación político filosófica ideológica muy profunda, muy firme, que por suerte salí, no sé si habré salido entero, pero por lo menos puedo expresar las ideas con claridad. Esa es una gran suerte. La otra suerte es tener quién te escuche, y la otra suerte es que un periodista o alguien te escuche y lo transmitan, lo escriban”. Antes de cerrar la entrevista Mignola quiso dejar una reflexión, “El peldaño más alto que puede alcanzar la condición humana es dar la vida por un semejante, el más bajo es quitarla y quitarla con tortura y vejámenes”.
En el acto del Inescer se presentó un vídeo institucional realizado a partir de una actividad pedagógica relacionada con la memoria colectiva. Se trató de la visita de estudiantes al actual Espacio de la Memoria, ex La Perla. Algunos jóvenes hablaron y repudiaron las violaciones de los derechos en la dictadura y plantearon la necesidad de visualizar claramente qué derechos se violan en el presente. Una memoria que es mirada al pasado para iluminar el presente.