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El Peregrino Impertinente
Los viajes que nunca hicimos descansan en algún baúl perdido de nuestra existencia. Son periplos, vacaciones, aventuras que alguna vez imaginamos, que alguna vez planeamos, pero que como tantas otras cosas en la vida, jamás concretamos. En parte por miedo, en parte por indecisión, en parte porque nos gastamos la plata destinada al tal viaje en una “Escobasonic 2000”, que vimos en una de esas propagandas de la tele y que nos salió $4.300.
Pobres los viajes que nunca hicimos, que se quedaron solitos y olvidados como el pibe rubiecito que salía en “Mi familia es un dibujo”. Y más pobres nosotros, que nos perdimos la oportunidad de disfrutar del paseo. “Sí, pero en cambio tengo esta Escobasonic 2000 que es una maravilla. Mirá lo bien que barr…”, dice el hombre de calle, y antes de terminar la frase la escoba se le parte en dos, derramando un líquido mortalmente cancerígeno y peronista. Pero más allá de éstas y otras vicisitudes, tampoco podemos martirizarnos por los viajes que nunca hicimos. Primero, porque hay veces en las que el porvenir, todopoderosa fuerza suprema, sencillamente no deja llevarlos a cabo. Segundo, porque siempre tendremos la oportunidad de, algún día, rescatarlos del ostracismo y convertirlos en realidad. Y tercero, está Ecuador, que con 17 puntos viene realizando una muy buena campaña por las eliminatorias.
Así que basta de lamentarse por las oportunidades perdidas. Mejor levantarse de la silla y, en una suerte de exploración interior, salir a buscar aquel baúl donde duermen los viajes que nunca hicimos. Después de soplar el polvo, es cuestión de abrir la tapa, toser, contemplar el interior e ir corriendo por agua y lavandina. Maldita la rata que vino a morirse justo acá adentro.