Los aneurismas cerebrales constituyen lesiones muy graves, resultando en altos niveles de mortalidad y severas secuelas neurológicas.
Esta patología afecta a diez de cada cien mil personas anualmente. Tiene un origen no totalmente claro donde probablemente intervienen la superposición de múltiples factores patogénicos.
Están caracterizados por una dilatación anormal de la pared de las arterias, el que presenta extrema debilidad de sus muros y se localizan a nivel de las divisiones principales de las arterias cerebrales.
Los aneurismas son por lo general lesiones silenciosas que se ponen de manifiesto cuando ocurre su rotura, evento que produce un sangrado dando lugar a distintas manifestaciones. Los síntomas suelen presentarse en forma abrupta generalmente con dolores de cabeza súbito e intenso, acompañado de náuseas, vómitos, disminución del estado de la conciencia, convulsiones y otros síntomas neurológicos.
Los aneurismas sintomáticos son más frecuentes en la etapa media de la vida con un pico máximo de incidencia entre los cuarenta o cincuenta años de edad, siendo múltiples en el 15% a 25% de los casos.
La sospecha clínica de presencia de un aneurisma cerebral debe ser validada mediante el uso de pruebas diagnósticas por imágenes.
La tomografía axial computada suele ser el primer test utilizado permitiendo detectar este tipo particular de sangrado en el 90% de los casos. Es orientativa del sitio donde se asienta la lesión.
La confirmación diagnóstica se realiza mediante la realización de una arteriografía cerebral, método que espacifica los vasos sanguíneos con un medio de contraste, logrando la visualización de toda la arquitectura de los vasos cerebrales.
Una vez confirmado el diagnóstico se hace necesario efectuar el tratamiento de tal afección, ya que los índices de resangrado son muy altos para los aneurismas que ya lo hicieron previamente.
Los procedimientos utilizados consisten en excluir estas anomalías de la circulación y se basan en dos modelos diferentes:
- Por un lado el tratamiento tradicional mediante una microcirugía que cierra el cuello de la lesión mediante un gancho especial o clip.
- Por otro lado un procedimiento en pleno desarrollo en forma endovascular ocluyendo el defecto desde el interior de los vasos.
Ambos métodos presentan sus propias ventajas, riesgos e indicaciones, por lo cual será el especialista quien deberá decidir de acuerdo a un buen juicio clínico, el que será el más conveniente en cada situación particular.
Es necesario destacar que esta grave patología continúa siendo un gran desafío a pesar de los grandes avances tecnológicos por su ominoso pronóstico.
Teniendo en cuenta que en el 14% de los casos el paciente muere antes de alcanzar atención médica, con un índice de mortalidad total que llega al 50% de los casos, y donde sólo un tercio de los pacientes que sufren una rotura aneurismática tienen una recuperación que alcanza su condición inicial, el resto de los pacientes que sobreviven quedan con diversos grados de secuelas neurológicas.
Dr. Walter J. Gómez
MP 22026 - ME 10771
Servicio de Neurocirugía
Clínica Marañón