Al reflexionar sobre el término violencia y sus diferentes alcances, nos encontramos con el amplio espectro que engloba el mismo; tan amplio que tendríamos a dejar fuera de él acciones o situaciones de la vida por considerarlas “menos violentas”.
¿Puede una situación de engaño, prolongada en el tiempo, volverse violencia?
Dichos, no dichos, medios dichos o negaciones dentro del hogar, referentes ya sea a situaciones familiares, amorosas o laborales, podrían afectar fuertemente una estructura familiar y el funcionamiento social, físico y psicológico de sus miembros al ser descubiertos.
Hay engaños que destruyen la confianza del otro, que avanzan en su autoestima y seguridad de sí. Hay promesas de que nunca ocurrió lo que la otra persona “cree que pasó”. Hay frases o gestos manipulativos que impactan en la otra persona generando una sensación de impotencia, inhibiéndola de toda capacidad de respuesta.
¿Se pueden tomar por violentos estos ejemplos? ¿Qué pasa con el menosprecio silencioso y constante que alguien puede recibir dentro de su hogar? Humillaciones, descuidos, omisiones son formas de maltrato. Por lo tanto, impactan en el psiquismo del ser y dejan marcas.
El fortalecimiento de la individualidad, el apuntalamiento de la autoestima y la confianza en sí mismos, son poderosos instrumentos en la lucha contra la violencia.
Al respecto realizaré dos menciones de autores que han trabajado largamente en el tema.
Reynaldo Perrone, terapeuta familiar argentino, en su libro “Violencia y abusos sexuales en la familia. Un abordaje sistémico y comunicacional” refiere sobre el “fenómeno comunicacional”. Define a la violencia como “un fenómeno comunicacional destructivo, del cual son responsables todos los que intervienen en la secuencia”.
Cloé Madanes, otra terapeuta familiar argentina, define a la violencia como la contracara del amor. Plantea que la cuestión principal para los seres humanos es la de si deben amarse, protegerse y ayudarse entre sí o entrometerse, dominar y controlar, haciendo daño y ejerciendo violencia sobre los demás.
Con estas dos definiciones tendríamos dos vías posibles de acción: por un lado, el fortalecimiento de la persona y por el otro, encaminar la energía amorosa hacia fines de paz, equidad y ayuda mutua.
Esto nos llevaría a escucharnos, a conocernos, a pensarnos en qué lugar nos posicionamos frente al otro, qué mensaje estamos transmitiendo consciente o inconscientemente para que se establezca ese tipo de relación. No darle el triunfo a través del sentimiento de la vergüenza ni de la negación; romper el silencio. Hablar sobre lo que está pasando, buscar ayuda, abrir las puertas para darle luz y hacer visible estas situaciones son pasos claves en esta lucha.
Lic. Ivana Martina Villoria
Psicóloga, MP 5103
Terapeuta clínica, formación infanto-juvenil, terapia reichiana y cognitiva conductual