Liliana Pagola, profesora en Educación para sordos, habló de la inserción de los discapacitados auditivos en la educación superior e hizo hincapié en la falta de una ley nacional que reconozca la Lengua de señas como idioma oficial. Subrayó la dificultad que presenta estudiar en una “segunda lengua” como la escrita.
Si se le pregunta a Liliana Pagola sobre las condiciones ideales que debe tener un aula universitaria a la que asisten personas sordas, la respuesta incluye de modo absolutamente necesario la figura de un traductor. Sin embargo, esta figura está prácticamente ausente en las universidades del país. Teniendo en cuenta esta problemática, ¿qué recaudos deben tomar los docentes a cuyas clases asisten alumnos con dificultades para escuchar? Liliana Pagola, profesora de Lengua de señas, responde con suma precisión.
“La mayor dificultad que se presenta tiene que ver con el modo en que le llega el mensaje al alumno. Y para que esa recepción sea óptima, deben adecuarse algunas cuestiones muy simples. En primer lugar, el estudiante debe ubicarse lo más adelante que pueda para poder seguir al profesor en el caso de tener algo de resto auditivo o lectura labial. El aula tiene que estar bien iluminada porque al haber disminución de la audición, la casi totalidad de la información se percibe mediante la vista. Si oscurecen el aula para pasar un “power point” y el profesor sigue hablando, el alumno sordo se perdió toda esa información. A esto hay que tenerlo en cuenta.
-Hay distintos niveles de discapacidad auditiva, ¿todas requieren de un intérprete?
-Para que la recepción del mensaje sea óptima, sí. Más allá de la pérdida auditiva moderada o severa que el alumno tenga, requiere de un intérprete de lengua de señas o de otro que repita oralmente lo que dice el profesor, quien muchas veces se está moviendo en clase o va escribiendo en el pizarrón mientras explica. De acuerdo a la discapacidad que se tenga, habrá un intérprete idóneo a seleccionar. Así está pautado en todo el mundo.
-¿También en la Argentina?
-En nuestro país debiera ser así, pero todavía no existe una ley que reconozca la Lengua de señas como lengua oficial de las personas sordas. Por suerte ya hay universidades donde se reconocen los intérpretes y existen cinco carreras a nivel universitario de “Intérprete de Lengua de señas argentina-española”. Pero muchas universidades se niegan a pagar un traductor para los alumnos sordos.
-¿A qué se debe esta negativa?
-A que siempre ha costado mucho que la universidad entienda cuál es su rol en cuanto a discapacidades se refiere. No es la persona sorda a la que le corresponde pagar el intérprete, porque es ella la que tiene derecho a la educación. En algunos casos, la paga del intérprete se ha resuelto mediante la obra social.
-No pareciera ser lo ideal…
-No, pero ya es algo. La buena noticia es que la última convención internacional sobre los derechos de las personas con discapacidad de las Naciones Unidas, reconoció la Lengua de señas como propia de las personas sordas y la necesidad de un intérprete en caso de que la persona lo requiera. Y Argentina es uno de los países que adhiere a esa convención. Por lo tanto, es un gran paso para tener un respaldo legal.
-¿Y cuál es el espíritu de la UNVM respecto a las personas sordas?
-Acá existe la intención de que si ingresa un aspirante sordo, la propia universidad se hará cargo del intérprete que le sea necesario para poder cursar. Pero todavía no tenemos discapacitados auditivos en nuestra casa.
Entre las dificultades más frecuentes que suelen experimentar los disminuidos auditivos que cursan una carrera universitaria, Liliana Pagola, profesora de Lengua de señas en el Puicym, señaló dos: el dictado y los exámenes.
“El tema del dictado puede traer aparejada una dificultad, ya que los que oímos podemos escribir mientras nos dictan. Pero un disminuido auditivo, no puede mirar los labios de quien dicta y a la vez el papel en donde escribe. Algunos adquieren esa habilidad, pero no todos. Lo ideal es que el alumno sólo mire al profesor y luego tenga acceso al material escrito de la clase y no pierda información”.
En cuanto a los exámenes se refiere, la profesora Pagola manifestó que “lo mejor es que el estudiante sordo tenga una evaluación oral con intérprete de por medio, eso es mejor que una prueba escrita. No estamos hablando de cambiar la evaluación ni de achicar los contenidos, sino adecuar el acceso del estudiante. Hay que tener en cuenta que la adquisición de la lengua escrita para las personas sordas implica una dificultad especial, ya que se considera que su lengua principal o materna es la de señas. Y ésta no tiene una forma escrita, es una lengua ágrafa. El alumno sordo se tiene que alfabetizar en una lengua que es extranjera para poder estudiar, y eso lo pone en inferioridad de condiciones. De hecho, en el mundo hay un buen porcentaje de personas sordas con un muy buen nivel intelectual que podrían cursar una carrera y no lo están haciendo por no estar completamente alfabetizadas. Este es un tema muy importante a rever por gobiernos y universidades de todo el mundo”.
Iván Wielikosielek
-Especial UNVM-