Casi como una aventura de un adolescente de 15 años y con una impronta de ver más allá de su realidad cercana, José María Barrale, que en ese momento iba a tercer año del instituto Hermanos Maristas (de San Francisco, Córdoba), escribió una carta a la empresa Araus Hnos. de Noetinger para comprar una cosechadora “con urgencia”.
“Entonces, me mandan un telegrama a mi nombre donde decía que me visitarían; así viene el vendedor a San Francisco y cuando llegó a la ciudad, pidió hablar con José María Barrale, entonces una tía le dijo que yo estaba en Educación Física y el tipo dijo ‘¿cómo que en Educación Física?
¿Pero qué es, un pibe?’. ‘Sí, tiene 15 años -le respondió mi tía-. Llegué en bicicleta y veo al vendedor que venía por mi carta, ahí le blanqueé que mis viejos habían comprado otra máquina y estaban en desagrado. Pide hablar con mi papá, todo eso fue un viernes, y el lunes a mí no me llevan, pero se van mi papá, mi tío y un chico que trabajaba en mi casa a la fábrica, donde la recorren y le ofrecen la cosechadora”, contó José Barrales en diálogo con EL DIARIO Rural.
La anécdota siguió con que su tío y su padre le entregaron un sobre en papel madera a nombre de José María Barrale. “Cuando abrí el sobre, era el boleto de compraventa de la máquina y ahí arrancó mi vida con las máquinas”, indicó.
José María Barrale, de Castelar (provincia de Santa Fe, a 30 kilómetros de San Francisco), se fue a vivir a San Francisco. Escribió “Reinas mecánicas” y “Reyes del Surco”. Ahora está trabajando para “Reinas mecánicas 2”. “En este libro voy a poner más fábricas porque han aparecido algunas que han desarrollado cosechadores; además, en la actualidad está Metalfor, que me gustaría incluirla. También se sumarán las fábricas que hubo en María Juana (provincia de Santa Fe), como La Soberana, Dalmasso y Bailone; otras que estarán serán EIMA de Tres Arroyos (provincia de Buenos Aires), una fábrica de Esperanza (Santa Fe) y Contardi (Zenón Pereyra, Santa Fe)”, adelantó. Y aclaró que la publicación de datos y fotos no tiene costo para las empresas, “después deciden si quieren auspiciar o no”, agregó.
A la trilladora
“Por la máquina que le hice comprar a mi papá dejé de estudiar y subí con 15 años a la cosechadora y me fui a trillar trigo a la provincia de Buenos Aires. Después seguí como contratista ligado a los fierros, me retiré de la actividad en el año 2000 por problemas empresariales y ahí empecé a ver qué iba a ser de mi vida, porque de un día para el otro me encontré sin trabajo y sufrimos una división familiar bastante dura”, detalló.
Desde ese momento se dedicó a vender máquinas que era el rubro que más conocía. “En 2002-2003 surgió la idea de escribir un libro porque por las maquinarias viajé por todo el mundo, estuve en Estados Unidos, Brasil, Chile”, afirmó.
Entrevistó a 30 fabricantes argentinos de cosechadoras durante alrededor de cinco años. “Ahí salió ‘Reinas mecánicas’, para el cual mi patrocinante fue Class Argentina, donde, además, tomé la representación de esta empresa en la ciudad”, precisó.
Pasaron dos o tres años y surgió su inquietud de escribir un libro sobre los cabezales maiceros: “Son un invento nuestro los cabezales, por eso me pongo a escribir la historia del maicero en el país, donde visité un montón de fábricas, como Carlos Mainero, Maizco, Ombú, Franco Fabril, Allochis y otras más que estuvieron fabricándolo”, destacó.
Además, en ese trabajo anexó la historia del maíz: cómo surgieron los pioneros, cómo llegaron las juntadoras de maíz a la Argentina, que venían de Cánada. “El trabajo tienen más de 230 fotos en 280 páginas y se me ocurrió ponerle ‘Reyes del Surco’, que venía de la mano de ‘Reinas Mecánicas’”.
Ante la consulta acerca de si hay antecedentes de libros similares en el país, sostuvo: “Creo que lo recopilado sobre cosechadores y cabezales es un documento único; no me creo un escritor, lo que si me considero es un documentalista. Y estoy convencido de que en una persona no debe haber tanto material como el que tengo guardado”.
Además, subrayó los comentarios que recibe a diario por Facebook (José María Barrale), donde la gente también se puede comunicar con él para comprar alguno de los libros, que son enviados por correo.
“Con Reinas Mecánicas me pasó algo insólito, porque de República Checa me llamaron y me lo pidieron, cada nota por televisión significaba 15 ó 16 libros para vender, mandé libros a Colombia, Chile, Perú, donde me consultaron de maquinarias. También Class Alemania mandó libros para allá y en Italia tuve demanda porque estoy muy relacionado con esta gente”, comentó. Las provincias de Buenos Aires y Entre Ríos son las que más le solicitan sus trabajos editados.
Se le preguntó sobre lo que más le llamó la atención durante estos años de documentalista de la maquinaria agrícola. “Lo que me sorprendió es que fue otra Argentina, un país maravilloso con muchas fábricas, con no sé si ingenieros o imagineros que vinieron de Italia y que desde la nada logramos fabricar la cosechadora y el maicero número uno en el mundo, creo que se juntó el ingenio criollo con el piamontés”, remarcó.
En este sentido, continuó diciendo: “Uno vio a aquellos que juntaban el maíz a mano, donde muchos han dejado la vida en el rastrojo, a una plataforma actual de 28 surcos de aluminio que está haciendo de 100 a 120 hectáreas de maíz por día; parece un cuento de ciencia ficción y no en tantos años”.
Recuperación
Otra de las facetas de Barrale es la recuperación de máquinas viejas. “Hoy en mi poder tengo 10 cosechadoras antiguas, que las restauro y las traigo nuevamente a la vida, una de ellas, que tengo terminada, es una Vassalli mosquito 1950. Esa máquina fue un poco la vedette para ExpoAgro 2010, cuando se hizo el stand del Bicentenario; traía recuerdos y nostalgia a toda la gente”, explicó.
Sobre las máquinas que tiene, dijo: “Algunas las voy comprando de a poquito y otras me las donan, porque entre un galpón o la chacarita donde le dan 30 centavos, la gente me dona la máquina que era de su familia y así vivirá para siempre en un museo”.
A la restauración la terceriza en talleres, “aunque en la Vassalli metí mucha mano. Las dejo a nuevas, si vos le encontrás una correa, un tornillo o un bolillero usado, yo te la regalo”, aseguró.
