La familia Gornitz recibe a EL DIARIO con el matzá en la mesa. “Es un pan sin levadura, que nos recuerda la rápida salida del pueblo israelí de Egipto, llevándose el pan que no había alcanzado a leudar”, explicó Laura Gini de Gornitz, al ser consultada acerca de los ritos de la Pascua judía.
En esencia, el Pesaj representa el paso de la esclavitud a la libertad y los ritos tienen el objetivo de trasmitir de generación en generación la historia del pueblo que fue liberado de la esclavitud a la que los sometía el faraón egipcio, a la libertad.
“El Pesaj, que quiere decir - ‘pasar’, no cae todos los años el mismo día. En este año -el 5.773- que para nosotros, que seguimos el calendario lunar, es bisiesto, la Pascua comenzó el 25 de marzo y concluye el 2 de abril”, relató Laura con su esposo Isaac.
En Villa María hay aproximadamente ocho familias judías. En los primeros días del Pesaj se reunieron en la Sociedad Israelita, ubicada en la calle Entre Ríos al 600, para rezar y trasmitir el Seder, que quiere decir orden, o sea, un relato ordenado de los hechos.
En la mesa, un plato especial tiene los alimentos que grafican esa historia. “Hay hierbas amargas para conmemorar lo que fue la esclavitud, un hueso de pollo limpio, con el que recordamos que las casas de los judíos estaban marcadas para que no pasara por allí el ángel de la muerte que se llevaba a los primogénitos”, que fue la última plaga enviada a Egipto, según el relato bíblico
En la cena comunitaria están presentes los símbolos y los gestos que remiten a esa historia. “Por ejemplo, se come muy cómodo, tirado sobre almohadones, para saber que cuando éramos esclavos no teníamos la posibilidad de estar así, sino que se comía lo que se podía y cómo se podía”, agregaron.
Los más pequeños de la comunidad hacen preguntas, que sirven para armar ese relato.
Durante los ocho días no ingieren nada con levadura. Al final del Pesaj se hace una celebración más íntima, en familia.
Tanto Isaac como Laura y sus hijos viajaron en algunas oportunidades a Israel. Allí, Laura aprendió hebreo, que enseñó en Villa María cuando estaban radicadas en esta ciudad unas 150 familias. “Hasta teníamos dos templos, uno para los judíos de origen polaco y ruso y otro para los judíos españoles”, recordó.
Hoy, muchos se fueron a estudiar a Córdoba y no volvieron y otros se quedaron a vivir en Israel. Incluso Laura tiene a gran parte de su familia allí. “Un día, mirando por televisión las noticias de un atentado, vimos pasar a una tía. Se ve desde aquí con mucha desesperación todo lo que ocurre allá”, concluyó Laura, la voz cantante de la historia. O mejor dicho, del Seder.