El comité de circuito Villa María de la Unión Cívica Radical recuerda que un 31 de marzo de 2009 fallecía el doctor Raúl Ricardo Alfonsín, símbolo de la democracia en nuestro país, un gran defensor de los derechos humanos y un incitador permanente a la paz social.
El radicalismo y toda la ciudadanía lo reconoce como un hombre honesto y de convicciones en sus ideas. Reconocido por muchos como un insigne político, un gobernante amplio y contenedor y un propulsor de la integración de los países de la región. Firma el Tratado de Integración, Cooperación y Desarrollo con Brasil y Uruguay en 1988, sentando las bases de lo que posteriormente se conocería como el Mercado Común del Sur (Mercosur).
Este político del radicalismo que nació un 12 de marzo de 1927, desde muy joven se comprometió con la militancia, allá, en su Chascomús natal, ciudad de la que fue concejal en el año 1954, en 1958 electo diputado por la provincia de Buenos Aires y diputado nacional entre 1963 y 1966.
Detenido durante la dictadura del general Juan Carlos Onganía, en 1966, porque reabrió el comité de la provincia de la Unión Cívica Radical, es decir, por querer continuar con las prácticas políticas de la participación y de la militancia, únicas herramientas que poseen los ciudadanos para garantizar la democracia, herramientas negadas sistemáticamente por quienes hacen de las dictaduras las prácticas cotidianas de ejercicio de poder para quitarles la voz a las mayorías o a los que pretenden disentir.
Le tocó gobernar en uno de los momentos más difíciles de la Argentina, cuando este país intentaba superar los resabios de una de las más crueles dictaduras que conoció América Latina.
Irrumpe entonces el Gobierno del doctor Raúl Alfonsín con una consigna clara: democratizar las instituciones, promover nuevamente la participación ciudadana y reinstalar el diálogo y el disenso como estilos de vida. Su llamado a democratizar las instituciones significó no sólo recuperar la democracia en su sentido simbólico, sino que los ciudadanos aprendiésemos a vivir nuevamente dentro de este estilo de vida, a practicarla en la realidad, a superar los resabios de autoritarismo y del miedo que había impregnado la vida cotidiana.
Pero ese llamado se plasmó en decisiones de gobierno, en hechos que en su momento tuvieron una contundencia indiscutible:
-Subordinación de las Fuerzas Armadas al poder civil, siendo el presidente de la Nación el comandante en jefe.
-Reordenamiento y democratización de los sindicatos, con el objetivo de que sean organizaciones auténticamente representativas de la mayoría de los trabajadores.
-Normalización institucional signada por la libertad, la paz, la democracia y el respeto por las garantías constitucionales y los derechos humanos.
-Educación y salud para todos, con la convicción de que un pueblo alfabetizado está en mejores condiciones de discernir y de decidir y que la salud no debe ser privilegio de nadie.
Su Gobierno realizó el juicio a los ex comandantes y convocó a la Conadep para que se realizara una investigación profunda de lo acontecido en el Gobierno dictatorial que se iniciara en 1976. De allí surge y se escribe el “Nunca Más”, obra que refleja, como ninguna, esa triste y cruel etapa de la historia argentina.
El país padecía las profundas huellas instaladas en la sociedad. El terrorismo de estado, la guerra de Malvinas, la triple A, la persecución a diversos sectores políticos, religiosos, intelectuales, de trabajadores, de ciudadanos que en muchos casos sólo expresaban su disidencia ideológica o eran sospechados de hacerlo, se instaló en nuestro país generando el terror y el silenciamiento.
Decía el doctor Alfonsín el 10 de diciembre de 1983, en ocasión del discurso inaugural de la democracia argentina: “…el fin jamás justifica los medios .Quienes piensan que el fin justifica los medios suponen que un futuro maravilloso borrará las culpas provenientes de las claudicaciones éticas y de los crímenes. La justificación de los medios en función de los fines implica admitir la propia corrupción, pero, por sobre todo, implica admitir que se puede dañar a otros seres humanos, que se puede someter al hambre a otros seres humanos, que se puede exterminar a otros seres humanos, con la ilusión de que ese precio terrible permitirá algún día vivir mejor a otras generaciones. Toda esa lógica de los pragmáticos cínicos remite siempre a un porvenir lejano…”.
Comité de circuito Villa María de la UCR