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31 de Marzo de 2013
Michaela Fleishmann
Viaje a otro continente a través de la lengua
Nacida en Viena y radicada en Villa Nueva desde hace dos años, Michaela enseña alemán en la UTN y en su casa. Habló de la importancia capital que tiene su lengua materna en Europa, así como también de las costumbres del país de Mozart
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Escribe: Iván Wielikosielek

 

 

Michaela tiene un nombre que podría ser perfectamente argentino, ya que, amén de la hache, se pronuncia exactamente como acá. Sin embargo, su figura espigada, su cabello rojizo y sobre todo su mirada pensativa, hacen pensar inevitablemente en esas misteriosas mujeres retratadas por su compatriota Gustav Klimt a principios del Siglo XX. Y decirle esto a Michaela es hacerle un cumplido, no sólo porque admira al pintor, sino porque alguien le dice algo respecto a su amada Austria, país que dejó hace más de 10 años.
Michaela llegó a Villa Nueva en 2011 junto a su marido, el arquitecto villamariense Ginés Zandrino. “Vivíamos en Italia, en el Sur Tiro, y yo estaba embarazada de Ennio. Como Ginés se quería volver a su ciudad, pedí una licencia en mi trabajo y vinimos a ver cómo era. Entonces tomamos la decisión de quedarnos. El está muy contento, pero yo sigo probando. No me he adaptado del todo, pero de momento estoy bien”, dice Michaela en su perfecto castellano aprendido en Valencia, ciudad en la que vivió nueve años. 
 
Alemán para principiantes
 
-¿Habías estudiado español antes de viajar a Valencia?
-Sí, porque en Austria para dar clases tenés que saber dos idiomas. Para mí era clarísimo que quería aprender francés porque tenía una profe buenísima. Pero en uno de mis viajes a París, adonde fui de mochilera para aprender, conocí a una gente de España y como me encantó el sonido del idioma, elegí el castellano como segunda lengua. 
 
-¿Pensás que el factor humano juega un papel importante cuando se elije un idioma? 
-Es que mi experiencia en la escuela fue esa. El inglés no me gustaba tanto porque la profe no me gustaba y me aburría. Y no tiene que ser así. Para mí enseñar el alemán es poder transmitir la alegría por el idioma. 
 
-¿Y cómo son tus clases?
-A mis alumnos les cuento muchas cosas de Austria, pero también de Alemania y de Suiza. Una vez trabajamos un texto sobre el vals vienés y les conté lo que significaba en mi país y después vimos un documental en Internet. Una profe nativa puede transmitir de otra manera las cosas culturales y hacer más viva la enseñanza.
 
-¿Y qué tipo de alemán es el que enseñás?
-El alemán standard, porque es el que se utiliza en la universidad. Pero también les cuento a mis alumnos cómo se dicen algunas cosas en Austria y en Suiza, donde los dialectos son muy diferentes a nivel oral, como pasa en la Argentina con respecto a España.
 
-¿Qué es lo más difícil de tu idioma para los alumnos argentinos?
-Lo que más les cuesta son las declinaciones porque en alemán cambia la terminación de muchas palabras, según sea el caso dativo, acusativo, nominativo o genitivo. En español, en cambio, para los casos se emplean las preposiciones. 
 
-¿Cómo son tus alumnos de la UTN?
-Son chicos que empiezan con el idioma desde cero, con el objetivo de acceder a una beca en Alemania. Para eso necesitan tener muy buenas notas, ya que el programa es a nivel nacional. Luego tienen que pasar exámenes y un coloquio en Buenos Aires. Y si lo pasan, van a Alemania a seguir su carrera. 
 
-Además de la UTN, también das clases particulares…
-Sí. Quienes más me buscan son aquellos que quieren viajar o necesitan cursos intensivos y de conversación y no sólo para Alemania, sino para otros países. El alemán es el idioma más hablado en Europa.
 
Y Michaela tiene toda la razón al afirmar lo que afirma. De hecho, su lengua materna es la que más hablantes nativos tiene en toda la comunidad europea: unos cien millones repartidos entre Alemania, Austria, dos tercios de Suiza y dos tercios del Sur Tirol italiano, a los que se les suman la Alsacia y Lorena francesa, el oeste de Bélgica, el Principado de Liechtenstein y buena parte de Luxemburgo. Es por eso que su celular no para de sonar en la mesa de Michaela, aunque más no sea para tomar una breve clase para saber saludar y comprar un boleto en Münich, Salzburgo o Berna.
 
El país de Mozart y el vals vienés
 
-La mayoría de los argentinos conocemos pocas cosas de Austria: Mozart, el vals y la selección que vino a jugar el mundial 78…
-No me sorprende que no se conozca mucho, imagináte que hay quienes todavía nos confunden con Australia. Por eso en mi país vas a encontrar remeras que dicen “En Austria no hay canguros” (risas). Muchos, incluso, todavía piensan que en Austria se habla en austríaco (más risas). En cuanto al mundial 78, nosotros también nos acordamos porque desde entonces que no tenemos un equipo tan bueno. Cuando le cuento a mis amigos que estoy viviendo en Córdoba, automáticamente me dicen: “¡Córdoba, donde les ganamos a los alemanes!
 
Y en efecto, por la segunda fase del mundial 78, la selección de Austria se imponía a Alemania por primera vez en la historia de manera oficial en el Chateau Carreras, clasificándose séptima en el certamen. Quienes fueron a ese partido, aún se acuerdan de la remontada histórica y de los dos maravillosos goles convertidos por Hans Krankl, uno de los mejores jugadores austríacos de todos los tiempos. Pero cuando le digo esto, Michaela me corrige.
“En mi país todos dicen que el mejor jugador de todos los tiempos fue Matthías Sindelar, ‘der papierman’” (“el hombre de papel”), que así le decían porque tenía una plasticidad única. Hace más de 70 años que ha muerto, pero sigue siendo el más querido”.
 
-¿Y cómo son los austríacos, Michaela?
-Los alemanes dicen que somos muy tranquilos y nos relajamos demasiado. También que somos más abiertos que ellos... ¡y tienen razón! A nosotros nos gusta ir a tomar café con torta a los bares, estar un buen tiempo leyendo el diario y mirando por la ventana. Mis amigos suizos, cuando me visitan en la Baja Austria, no pueden creer la tranquilidad con la que vivimos.
 
La Baja Austria es uno de los nueve estados en que se divide el país y que limita al norte con la República Checa y al este con Eslovaquia y Hungría. Y Michaela aún recuerda los tiempos en que, de niña, en casa de su abuelo se cruzaba de Austria a “Chequia” (como ella dice), caminando con sus amigas y atravesando interminables viñedos. Y entonces aclara “porque ese es otro malentendido: se dice que Austria es la cerveza, como en Alemania, pero nosotros también tenemos muy buenos vinos, como acá”.
 
-La pregunta que sigue es un lugar común, pero necesario. ¿Es Mozart la figura máxima de Austria?
-En lo que respecta a la música, sí. Pero también son muy importantes los Strauss, padre e hijo. Al vals del Danubio lo ponen cada año nuevo en todo el país y todos lo bailan por la televisión, por la radio, en las plazas... es algo muy bonito.
 
Le nombro a Michaela otros “próceres” de su país: Egon Schielle, Sigmund Freud, el realizador Michael Haneke... “Egon Schielle es de la Baja Austria, como yo. Nació a 30 kilómetros del pueblo de mi abuelo y es muy querido. En cuanto a Haneke, yo estaba segura que en 2010 iba a ganar el Oscar con “La cinta blanca”. Le decía eso a Ginés todo el día. Pero al final ganó “El secreto de sus ojos” y me tuve que callar la boca (risas). 
Entonces le digo a Michaela que Haneke fue más conocido en la Argentina por “La pianista”, una película francesa protagonizada por Isabelle Huppert. Y ella agrega que el filme estuvo basado en una novela de Elfriede Jelinek, la escritora de su país que en 2004 ganó el Nobel. Le comento a Michaela que los argentinos somos muy sensibles al Nobel de Literatura, ya que nunca se lo dieron a Borges y desde entonces hay una deuda pendiente. Y acto seguido, le pregunto si no sabe que en esta ciudad hay una Jelinek más famosa aún que la escritora de su país. 
“No, no sabía nada”, me dice con una sinceridad conmovedora. Le digo, entonces, que “nuestra Jelinek” no se dedica precisamente al arte de la novela, pero que por el contrario, es una de las mujeres más bellas del país. “Ah, ya entiendo”, me dice sonriendo con inocencia, casi con la expresión de las adolescentes que pintaba Egon Schielle con talento y desparpajo.
En lo que a costumbres se refiere, Michaela dice que “lo que acá es el mate, allá es el café. Eso nos viene de los turcos, que en el Siglo XVII querían invadir Viena. Pero cuando vinieron los polacos, se dejaron el café acá. Desde entonces tenemos una cultura muy importante del café con torta. No siempre con “sacher torta”, que es la más conocida, pero no la mejor. Le damos mucha importancia a la pastelería. En una semana vendrá a verme mi madre... ya me estoy preparando para las tortas que me va a cocinar.
 
-Acá se dice que hay que ir a Villa General Belgrano para comer tortas de tu país…
-¡También fui! Era gracioso porque te venden muchos platos como alemanes o austríacos y yo me decía “bueno, no sabía que eso era típico de mi país” (risas). ¡Pero otras cosas eran exactamente iguales que allá! 
 
-¿Y encontraste gente de Austria en la Argentina?
-Gente, no, pero me gustaría conocerla porque extraño mucho. 
 
Le digo a Michaela que conozco una austríaca en Villa María; una señora que entrevisté hace muchos años y que se vino de pequeña: Hertha Monsberger. Ya no conservo el teléfono de la mujer ,pero acaso esta nota permita hacer el contacto. “¡Me encantaría poder hablar con ella para hablar mi idioma!” me dice la muchacha. Y cuando esta nota se termina, con quien habla su idioma es con su hijito Ennio. “Ginés le habla en español y yo en alemán. Pienso que criarlo en dos lenguas es el mejor regalo que podemos hacerle”.
Y como el cuadro de Klimt, “Madre y niño”, donde una joven pelirroja guarda a su hijo en su seno, Michaela abraza a Ennio para la foto. Durante el segundo que dura el flash, son una familia austríaca ciento por ciento, una postal de Viena, una fabulosa pintura que a Gustav Klimt le hubiese gustado pintar alguna vez.

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