Escribe: Pepo Garay
Especial para EL DIARIO
La obsesión de cantantes como Ismael Serrano o Joaquín Sabina por Madrid se explica en la llegada misma a la capital española. Urbe intensa, donde el carácter ibérico explota en el asfalto, acompañado de cerca por íconos en forma de edificios, parques y monumentos sencillamente encantadores. “Soy afortunado, yo siempre vuelvo a Madrid”, vocaliza Serrano. “Yo me bajo en Atocha, yo me quedo en Madrid”, confirma Sabina. Uno, sencillamente, se convence.
Y cómo no hacerlo, si con los primeros pasos quedamos pegados a la elegancia de la metrópoli, la arquitectura plena. Calles que provocan contemplar, pero también actuar, siguiéndole el juego a los locales. El tapeo en el bar de la esquina, una canción, el paseo por Gran Vía, la plaza de toros de Las Ventas, los museos, otra caña por allá, fiestas de noche, los parques, el partido de fútbol, paellla a las tres de la mañana… El rendirle tributo a una ciudad única.
Nombres y más nombres
El lugar escogido para iniciar la exploración es evidente: la Puerta del Sol. Centro neurálgico no sólo de Madrid, sino de todo el país. Allí se ubica el “Kilómetro 0”, desde donde parten los principales caminos hacia el resto de España. El contexto es de mucha luz y cielo abierto, con la calle Alcalá llevándonos a conocer emblemas como el Instituto Cervantes o el edificio Metrópolis. Tras cuadras de fascinación surge la plaza Cibeles y su famosa fuente, donde hinchas del Madrid y de la selección española suelen festejar laureles futbolísticos. Justo enfrente, el Palacio de Telecomunicaciones (sede del Ayuntamiento) se alza solemne. Después, llega el turno de la Puerta de Alcalá y sus cinco arcos, mandada a construir por Carlos III en 1778. Allí, la presencia del Parque de El Retiro demora cualquier otro plan: casi 120 hectáreas de verde, de majestuosidad popular y reuniones al aire libre. Pulmón urbano de los más loados de Europa, sus puntos álgidos son el Monumento a Alfonso XII (lago o “Estanque” incluido), el Palacio de Cristal, la Fuente del Angel Caído y el Paseo de las Estatuas. A pocas cuadras encontramos dos de los museos más renombrados del mundo: el Reina Sofía (Hogar del Guernica de Picasso) y el Museo del Prado, guardián de pinturas de genios como Francisco de Goya o Diego Velázquez. Pero a no distraerse, que las firmas continúan. Nuevamente cerca de la Puerta del Sol, el edificio Telefónica, la iglesia de San Ginés y el Monasterio de las Descalzas Reales (Siglo XVI) sirven de entorno a las callecitas del pleno centro histórico. Hora de unas tapas de jamón serrano y una cerveza en la barra, como buen madrileño, o de cara al sol, en las mesitas de afuera. Otra vez en el ruedo, es el turno de la plaza Mayor, (explanada de cemento que tan bien representa a las construcciones europeas), la plaza de la Villa con su Casa homónima, y la plaza Oriente. En el rededor de esta última, más emblemas: el Teatro Real, el Palacio Real (radiante de estilo barroco) y sus jardines, el Monasterio de la Encarnación (construido en 1611) y la Catedral de la Almudena. Nombres, muchos nombres que se desparraman en el papel y que sin embargo no alcanzan para dar una idea efectiva de la belleza de Madrid. Abandonando pues la empresa, nos relajamos dando una vuelta por los tradicionales barrios o áreas que cotejan al centro, como Lavapiés, La Latina o Chueca, desbordantes de cultura local. Finalmente, el aterrizaje se da en el Barrio de las Letras. Otrora refugio de algunos de los más grandes escritores de la península, destaca en él la Casa Museo de Lope de Vega. Los adoquines y muros del distrito saben a arte, a historia, a ganas de estar. Hay más barcitos españolísimos que invitan. Como Serrano y como Sabina, nos quedamos acá.