Es, sin dudas, una de las alhajas más notables del universo Córdoba. Se llama Parque Autóctono Cultural y Recreativo Los Terrones y está ubicado al norte, en el epílogo del Valle de Punilla, a unos 270 kilómetros de Villa María. Un conglomerado de formaciones rocosas que palpitan con las melodías que, en las inmediaciones, le silban las sierras. Para caminar, contemplar y deleitarse.
El Parque, antiguo asentamiento comechingón estacionado a 1.400 metros de altura sobre el nivel del mar, tiene unas 500 hectáreas en las que brillan con luz propia las siluetas que crea la montaña, la roca. Nacidas en la era Paleozoica, sus formas rojizas y delirantes fueron talladas por la erosión durante entre 250 y 550 millones de años. Monumento de la creación que despierta la curiosidad del visitante, ser hechizado por los rumores que desde Los Terrones vienen. Una vez allí, el Parque muestra todo su potencial y convida a inmiscuirse por sus entrañas. El viajero tiene dos opciones, en formas de caminos: el primero es corto y de dificultad mínima, que da una perspectiva general de lo que el sitio tiene para ofrecer. El segundo demanda alrededor de una hora y media de recorrido y concentra las verdaderas maravillas de este rincón perdido de nuestras sierras. El mismo se caracteriza por una continuidad de planicie apenas barnizada por pequeños ascensos y descensos. La variedad de postales es llamativa: momentos de plenitud de vegetación (muchos quebrachos y molles con cielo abierto) y momentos de cuevas y cerrados pasadizos de granito. Después, la senda se hace gorda y amplia, lo que permite contemplar de nueva cuenta las extraordinarias figuras que coronan los cerros. La Cabeza del Indio, El Honguito, La Bota y El Dedo de Dios son las más famosas. Algunas guardan una relación íntima con sus nombres. Otras, no tanto. Lo importante, en todo caso, es la peculiaridad del diseño, elaborado con esmero por la caprichosa pluma de la naturaleza. El final viene con leve ascenso al morro principal, para babearse con la pintura que brinda el valle. Panorámica que incluye, en días despejados, a estandartes de la zona como el Cerro Uritorco, el Embalse de los Alazanes, los Cerros Colchiqui y Pajarillo y el Dique Cruz del Eje.
Cómo llegar. Para llegar a Los Terrones hay que avanzar por la ruta nacional 38 y unos 15 kilómetros después de Capilla del Monte, a la entrada de la Comuna de Charbonier, desviarse en dirección este. Desde aquí son cuatro kilómetros de ripio hasta la entrada oficial del Parque. Luego son tres kilómetros más hasta el estacionamiento.
Ruta alternativa: Perderse y preguntar
Escribe: Peregrino Impertinente
Costumbre de todo buen viajero/a es perderse. Le pasa por andar distraído/a, por querer hacerse el/la vivo/a o simplemente por b…o/a. Como sea, que el viajero suele extraviarse. Y ahí, en ese estado crepuscular, de sombras y oscuro caminar, tan parecido al de un senegalés o un angoleño, no tiene mejor idea que preguntarle al primer salame que se le cruza y encima, hacerle caso. “¿Señor, sabe dónde queda la plaza de la Resurrección?”, le inquiere a uno que tiene cara de no saber si es lunes o jueves. “Por allá”, le responde éste, mandándolo en cambio al barrio de San Sífilis, famoso porque uno de cada cuatro de sus habitantes jamás violó a nadie. ¿Lo hace de mala leche?, no, lo hace en su deseo de ayudar al foráneo, de ser amable con el visitante, más allá de que la última vez que vio un mapa fue en “Dora, la Exploradora”, cuando tenía seis años. Pero de buenas intenciones no vive nadie y mucho menos el viajero extraviado y sudoroso en rodeo ajeno. Entonces, ahí le van algunos consejos a la hora de preguntar cómo llegar o salir de tal o cual lado: 1) buscar no menos de 17 fuentes de información, 2) inquirirlos mirándolos a los ojos con frases como “¿estás seguro?” o “me parece que usted no sabe nada” y fijarse si les tiembla la pera, 3) inventar lugares para ver si el interlocutor es capaz de decir “por allá” a cualquier cosa y, por lo tanto, comprobar si es de fiar o no (ejemplos: “¿Sabe dónde está el monumento a Jean Pier Noher?”, “¿cómo llego a Bahía Dólar Blue?” o “¿me dice para dónde queda la plaza Gandalf?”), 4) pegarle un coscorrón en la nuca al que miente, para dar ejemplo, y 5) correr como alma que lleva el diablo si descubre que el entrevistado es, de hecho, habitante de San Sífilis.