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28 de Diciembre de 2008
La columna de Mario Requena
Los obstáculos del ganador
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Cuando se comienza un proceso futbolístico se piensa en la conformación del plantel. Lógicamente, lo prioritario: los jugadores, sus condiciones técnicas, etcétera. Y creo que para evitar problemas futuros, se debe analizar responsabilidad, conductas externas al campo de juego.
Porque esto, puede ser el fracaso de un equipo y tremendo problema para el cuerpo técnico e indirectamente para los directivos.
De nada servirá una buena planificación o una correcta estrategia si el jugador no contribuye prestando el debido cuidado a sus energías llevando una vida ordenada.
Afortunadamente, el tiempo ayuda a que comprendan que lo que le dio la naturaleza debe ser aprovechado al máximo porque el lapso como jugador es corto, pero que los que haya en un plantel hay que mencionarlos para que el entrenador sepa cómo debe actuar. Los mismos son, generalmente, los peores enemigos que tenemos los entrenadores.
Por eso es importante el formador en divisiones menores. Desde allí debemos controlar y aconsejar para ir previendo lo expuesto anteriormente. Tienen la habilidad suficiente para disimular sus rarezas y a veces cuentan con la complicidad de sus compañeros.
Son los que cuando pierden hacen declaraciones, disimuladamente, para que la culpa recaiga sobre el técnico, aunque después, al primer entrenamiento lleguen sumisos, queriendo justificarse diciendo que todo fue sacado de contexto de lo que dijeron.
Son los que no siguen las indicaciones porque creen que todo pasa por la seguridad de su técnica, pero recordamos lo que dijimos, que un jugador no tiene la pelota más de dos minutos en el partido. Por lo que las indicaciones van para cuando no la tienen, y después dan la excusa que no entendieron.
Los que hacen gestos ante una falla del compañero, meneando la cabeza para quedar bien con el público. Estos son los mayores enemigos y los que perjudican al equipo.
Los entrenadores tenemos la culpa por creer y consentir demasiado a los jugadores y no concientizar al plantel que lo prioritario es el equipo, no la individualidad.
Hay técnicos que los aguantan porque hacen lo correcto, es decir, cumplir la disciplina, le puede costar el puesto. Y si éste pierde el puesto, es muy difícil que la mayoría del plantel acuda en su ayuda, conociendo las causas que son razonables. Es menos comprometedor darle un empujón, sino que piensa en su contrato.
Aunque interiormente sabe que su futuro futbolístico se verá perjudicado con la partida de ese formador o enseñador; con el tiempo, cuando ya es tarde, lo cruzan circunstancialmente y lo reconocen.
Personalmente me pasó y me dijeron "qué lástima que se fue, podríamos haber llegado más arriba", y le dije: "Sí, pero me echaron".
Siempre me dijeron que actuaba en contra de los dirigentes porque defendía al plantel. Lo hacía para dar confianza para lograr objetivos; lógicamente, siempre perdía yo, y tengo muchas anécdotas sobre estás situaciones, pero nunca me despidieron por malas campañas, todo lo contrario. Lo que uno siempre priorizó fue la institución.

s Anécdotas

En el año 1982, dirigiendo en Córdoba en un partido frente a Belgrano, ya había sido criticado por formar la línea de cuatro con líbero toda la semana. Pero tenía motivos y jugadores para ello, lo que no viene al caso, sino que explica un poco la nota.
Faltaban 15 minutos para el final, resultado 0 a 0, cambio a un volante por un delantero, y el que sale me aplaude como una burla, delante del estadio de Belgrano, que estaba lleno. Terminó el partido, y ya se había retirado.
Día martes, en el entrenamiento, estaba cambiándose en el vestuario, golpean la puerta y lo esperado, era el jugador remplazado: "Puedo hablar con usted"; le dije "por supuesto" y expresó sus disculpas, que estaba con las pulsaciones a 200, etcétera, etcétera. El verso ya conocido.
Lo escuché y le comenté que hasta ese momento había sido el mejor hombre de la cancha, pero uno hace un cambio porque de afuera se lo veía cansado, pero no importa, todos nos equivocamos, pero nada justifica la falta de respeto.
Lo entiendo, pero no lo justifico, por lo que le hice leer un informe que ya se lo había pasado a la Comisión Directiva, y el mismo decía ”30 días de suspensión con obligación de entrenar”.
Está es una de las tantas, que ejemplifica la columna, y que les puede servir a los jóvenes entrenadores. Porque uno observa desde chicos imitando a los mayores, que ante un cambio discuten, piden explicaciones, se sacan las camisetas enojados, y allí se ve lo que pueden ser en el futuro.

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