Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé.
Golpes como del odio de Dios, como si ante ellos, la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... Yo no sé.
César Vallejo,
“Los heraldos negros”
Carlos Fuentealba, un maestro del sur... un maestro del fin del mundo, aquel que había trabajado en la construcción de tantas ideas encuentra en abril la muerte que lo embosca en Neuquén.
Lo mata la cultura de la violencia que caracteriza a las actuaciones prepotentes de quienes poseen el poder y que justifican tales acciones en la necesidad de “garantizar” la seguridad y la paz social.
Carlos Fuentealba no puede seguir muriendo...
Para impedirlo es necesario recuperar sus sueños y sus utopías; sabemos que, en soledad, la educación es insuficiente para concretar cambios profundos, pero que desde el trabajo y el sentido común, es posible apostar a la “desnaturalización” de la violencia que hoy invade.
Debemos proponer situaciones como docentes a nuestros estudiantes que les permitan reflexionar; que les posibiliten prácticas escolares y sociales basadas en valores como el bien común, la libertad, la solidaridad y la justicia social. Que experimenten diariamente que se puede vivir mejor, que es posible imaginar una sociedad justa para la construcción del futuro.
El tomar conciencia sobre los derechos que nos asisten y asumir compromisos desde una práctica coherente ayudaría a contener el accionar de la barbarie.
Quizás así esta muerte desleal, que esgrime armas de fuego y se viste de policía, no regrese “Nunca Más” en los abriles que aún restan por venir.
“Retumban las miradas en el momento del recuerdo
Se vuelven los ojos demorados por férreo apretón que los contiene
No es la lucha, de uno solo frente al mundo
Sino el luchar permanente, lo que enseña
No es buscar en la venganza la verdad que tranquiliza
Sino el educar para la vida, lo que verdaderamente necesita
Hoy, maestro y peregrino de la lucha
Compañero de alma y de entrega
Has convertido un día, en otro día
Has vuelto tu plural corazón de los reclamos
En el reclamo mismo de la vida
Has dejado en el fluir de nuestras venas
La honda marca de la misma batalla compartida”.