Soledad. Esto es lo que siente esta mujer. Y se siente, se percibe.
Nos recibe a las 10 de la mañana del jueves lluvioso (por ayer). Hay mucho barro en las calles de tierra de barrio Belgrano. Su hija de 34 años está sentada a su lado. No quiere fotos con ella, no quiere exponerla.
La mujer se llama Stella Maris Carrión. Ceba mate y convida. Quiere hablar, necesita desahogarse. Llamó a la Redacción y entonces fuimos. Por primera vez decide salir en un medio de comunicación. “Las madres de hijos discapacitados estamos solas. Solas para todo”. Esa es la columna de la hora de charla, en la que repasará los sinfines de trámites que atravesó, los momentos más dolorosos y se hará preguntas sin respuestas, todas vinculadas a la burocracia estatal.
Divorciada hace 17 años, tiene cinco hijos, cuatro varones y la chica a la que cuida las 24 horas a sol y a sombra. Su heredera mujer presenta autismo. “Tiene un retraso mental profundo. Los llamé a ustedes porque quiero preguntar públicamente por qué tengo que luchar tanto para cada cosa”, señaló.
“Hace cuatro años que cobro una Pensión No Contributiva (PNC). Y hace cuatro años que espero que me den la curatela (N. de la R.: institución jurídica creada para amparar a la persona y los bienes del mayor de edad discapacitado). Hace dos años, mi hija, mientras se encontraba en El Principito, se cayó de un caballo y se quebró la mano. Tuvo desplazamiento de un hueso y estuvo internada. Hace mucho que tengo que cobrar el seguro por lo que sucedió, pero no puedo porque no me dan la curatela”, develó.
El juez de Familia de Villa María que tiene el caso “demora en otorgármela; siempre me dicen que falta poco, pero ya pasaron cuatro años”.
El miércoles cobró la pensión mensual. “No comprendo por qué se nos paga el día 10; yo creo que los chiquitos así tienen que tener la prioridad”, consideró.
La misma es de 1.470 pesos. “Cuando comencé a cobrarla, hace cuatro años, era de 700. Fueron aumentando. Si bien ella tiene obra social (OSDE), por el padre, necesita permanentemente cosas. Hay que vestirse, hay que comprar remedios, hay que ir y venir”.
Stella no soporta la narración y rompe en llanto. Primero se le llenan los ojos de lágrimas y luego se le quiebra la voz. “No puedo salir a trabajar con horario fijo, como cualquier persona. Lo hago por hora, porque no se la puede dejar sola. Hay que bañarla, darle de comer. Ahora va al Cendi. A veces llamo a uno de mis hijos y la viene a cuidar cuando yo tengo que salir por algo, pero no es lo mismo. Es una mujer, hay que bañarla, asearla. Y cada uno de ellos tiene su familia”, describió.
“Para comer necesito trabajar. Hay que vestirse, vivir. Por ahí me pongo mal y me pregunto qué sería de ella si Dios decide llevarme a mí primero. No quiero ni pensarlo. Nadie sabe lo que tiene que afrontar una madre. Hasta para extraerle una muela hay que internarla”, narró.
Stella sirve otro mate. Y sigue: “Ella no habla. Para cada cosa tiene un médico. Si la veo triste, ojerosa, la llevo de acá para allá”.
Quiere saber por qué la Justicia le demora la curatela. Se pregunta “por qué una compañera de mi hija no tiene la pensión”. “Con la pensión, tiene el Programa Federal de Salud (PROFE). ¿Ustedes saben lo que es que te den un turno en el Hospital? Tenés que ir a las 6 de la mañana para la orden y todo así”, dijo.
Cada cinco años le piden la renovación del certificado de discapacidad, “como si esto se curara”. “Tenés que ir al hospital a las 6 de la mañana para que te atienda en cierto horario un psiquiatra, después la ve un psicólogo, después otro médico. Es incomprensible. ¿Por qué tengo que andar tanto para conseguir las cosas? Duele”, finalizó.