Su libro conoció, además, una edición española y otra chilena. En marzo fue invitada a leer al Festival Internacional de Poesía de Córdoba y en pocos días aparecerá “Incombustible”, su último trabajo. En esta nota, la escritora nacida en Santa Fe y radicada en Villa María habló de la búsqueda estética y humana que subyace en sus versos
De la imposibilidad de conformar una pareja espiritual para los días de la vida y de la necesidad de dar a luz a pesar de tanta oscuridad circundante, de la incapacidad de asumirse como objeto de deseo para un hombre y del amor incondicional a su hijo como única familia real en contraposición a otras familias perdidas, del dolor de “ser blanca de tanto niño muerto” y de haberse quedado en una tierra marchita de nacimientos “como segando un cariño oscuro”, y también (y sobre todo) de una irresistible ansiedad por habitar poéticamente la tierra, pese a las pérdidas. De todos estos sentimientos, ansiedades y anhelos están hechos los poemas de Carina Sedevich. Absolutamente todos. Desde los primeros que publicó en una plaqueta villamariense a fines de los 90 hasta estos últimos que aparecieron el año pasado en Córdoba e incluso los que pronto verán la luz en una prestigiosa editorial nacional; conformando un todo estético y humano de una coherencia asombrosa en la poesía cordobesa y argentina. Y es que los escritos de Carina nada tienen que ver con ese experimentalismo meramente estético que se practica en la actualidad asumiendo máscaras de “yo poéticos” para sacar chapa de “autor abierto”. En los poemas de Carina hay una sóla voz y ninguna máscara. Y si esa voz ha ido madurando, no por eso se ha perdido su timbre y su tensión. Más bien todo lo contrario. Ha sido esa voz más que nunca, aun con sus fascinantes matices. Sus diversas poéticas, además, son una sola: el producto directo de su experiencia física y espiritual de su paso por la vida, la bitácora incesante de sus días y sus noches, la destilación de todos los sentimientos en busca de un potente licor donde abrevar la soledad o el amor no correspondido. En los poemas de Carina nunca hay impostación alguna. Hay muchas estéticas, pero nunca una pose. Hay diversos ritmos, pero siempre el latido de un único corazón al fondo.
Los textos de “Nosotros No”, del año 2000, tienen la brevedad de aforismos filosóficos y la contundencia de haikus japoneses. Pero detrás de su concepción oriental y de las marcadas lecturas de Alejandra Pizarnik de esos tiempos, aparece su respiración, su aullido, su breve susurro.
Los poemas de “Como segando un cariño oscuro”, de 2012, son en cambio de largo aliento y escritos con la fluidez coloquial de una conversación o, mejor aún, con la de una confesión. Pero en el fondo son productos destilados del mismo cereal.
Dos cosechas diferentes del mismo whisky. Bebidas hermanas en toneles diferentes.
En un tiempo en que la poesía está más hecha de guiños al lector que de construcción en su arquitectura interna, en un tiempo en que los versos priorizan la opinión del ego por sobre la revelación del ser, la poesía de Carina es un fabuloso aire fresco para volver a las raíces más hondas de la literatura; la que se escribe no desde los ruidos del mundo y hacia los ruidos de los hombres, sino desde el silencio más profundo de un espíritu hacia el silencio de otro y vuela como un sencillo pájaro de la mañana a ese amplio campo como el primer amanecer en otro mundo.
En un tiempo en que la poesía de la mujer se volvió feminista y acusatoria, escrita desde el posicionamiento masculino y por añadidura desde un “machismo ovárico”, los versos de Carina vuelven a tomar la posta del rol ancestral de la mujer, de “ser dador de luz” y cuerpo transmisor de sensualidad y belleza. Pero ese posicionamiento clásico está escrito desde una crudeza y simplicidad posmoderna; una a la que pocos se atreven, ya sea por pruritos o por falta de talento. Y a Carina, felizmente, le falta lo primero y le sobra lo segundo. Su obra, junto a la de Edith Vera, Susana Cabuchi, Glauce Baldovin, Martha Svorcan y María Teresa Andruetto está llamada a ser de las más potentes escritas alguna vez por las mujeres de esta provincia.
Que doce años no es nada
-El año pasado volviste a editar un libro tras 12 años de silencio. ¿Qué relación mantuviste con la poesía entre 2000 y 2012?
-No dejé de escribir en todo ese tiempo, pero la verdad es que lo hice de manera aislada y no sentí la necesidad de publicar. En esos años necesitaba terminar mi carrera para conseguir un buen trabajo, independizarme y mantener a mi hijo. Con mucho esfuerzo, afortunadamente, lo pude hacer. También tuve sueños y proyectos, formé una familia, pero de esas cosas me di cuenta solamente cuando las perdí.
-En los poemas de tu último libro se nota un gran cambio respecto a los que publicaste en 2000; éstos son más orales y directos en relación a los otros más herméticos. ¿Qué fue lo que pasó?
-Los procesos de mi escritura son un misterio para mí, así como sus transformaciones. Creo que mis temas permanecen y que escribo para dejar correr la sangre. En “Nosotros No” y en “Cosas dentro de otra cosa” la dejé ir a cuentagotas, pero “Como segando un cariño oscuro” es una especie de sangría. El libro que va a salir ahora, “Incombustible”, sigue la línea de “Como segando...”. Los dos primeros libros gustan más a los académicos, pero los dos últimos tienen una llegada que no deja de sorprenderme entre los lectores en general.
-En poco más de un año escribiste dos libros y te invitaron a leer al Festival Internacional de Poesía de Córdoba; por si esto fuera poco, te han publicado en Chile y en España... ¿A qué creés que se debe este boom de tus textos?
-Creo que mi poesía llega porque no tengo vergüenza de escribir. Me muestro, me relato en las cosas de todos los días que ocurren a todas las personas. A la vez, entiendo a la poesía como una forma de conocimiento. Sabemos que no es lo mismo una escritura sencilla que una escritura banal. Se escribe para intentar entender, para preguntarse, para dar cuenta. Cuando en ese camino de búsqueda nos encontramos lector y escritor es un milagro. Saber que alguien, alguna vez, se emociona leyendo algo mío como yo me emociono frente a versos que me interpelan, es milagroso.
-Subís muchos de tus poemas a tu cuenta de Facebook ¿Pensás que Internet es un buen estímulo para la creación?
-La cuenta de Facebook me ha servido muchísimo para conocer escritores y mantenerme en contacto con ellos. He hecho verdaderos amigos por Internet. No son muchos, pero son.
-¿Cómo es, hoy por hoy, tu relación con la escritura?
-Escribo de manera cotidiana, lo que no quiere decir todos los días. Puedo escribir dos o tres poemas un día y por una semana, nada. Leo todos los días, leo mucho on line. Soy una lectora espasmódica y anárquica, enseguida me aburro. He descubierto los blogs de poesía, algunos buenísimos, donde suelen publicarme. Por mi parte, a veces tengo el impulso de subir algún poema a la red, ya editado o inédito. En “Incombustible”, mi próximo libro, hay varios que publiqué primero en Facebook. Pero todos ellos han sido revisados y corregidos. Disfruto mucho releyendo y corrigiendo.
-¿Cómo me podrías describir, a simples trazos, el espíritu de tus libros?
-Es difícil reflexionar sobre la propia escritura. Creo que los saltos en el tiempo se corresponden con cambios importantes: cambian las perspectivas sobre el lenguaje, cambian las perspectivas desde las que se miran los asuntos de la vida, uno cambia. Pero siempre hay obsesiones. Uno cree que está escribiendo sobre otra cosa y hasta el lector lo cree, pero en mis libros lo que encuentro siempre, como trasfondo, es la imposibilidad de comunión con el otro. Creo que por eso escribo: nunca me siento tan en comunión con otro como cuando leo o soy leída.
-Absolutamente todos tus libros y plaquetas están dedicadas a tu hijo Francisco, ¿qué significa él para vos en la vida y en la escritura?
-Creo que lo que escribo es lo único realmente mío, lo único que hago por y para mí. No tengo otra cosa que dejarle en este mundo. Por eso, en la primera página de cada librito, hago imprimir “para Francisco”. Eso es todo.
Poema 2
He decidido mirar por la ventana.
Todo cae mientras yo miro por la ventana.
Mientras me caliento el pecho con el sol.
Miro las telarañas entre las rejas
finas, tornasoladas.
Miro las volutas de hierro, sencillas,
las que eligió Rodolfo.
He decidido mirar por la ventana
de esta casa enorme.
Acá iba a crecer un hijo nuestro.
Las piñas se amontonan en los árboles.
Acá íbamos a tener una pileta.
Y el color de las paredes iba a ser arena.
He decidido mirar por la ventana.
Inmóvil en la silla, como en un hospicio.
Ver los rosales plantados y olvidados
que crecieron sin darnos una flor.
Los yuyos del invierno, las agujas
que caen de los pinos, las gramillas.
El gris de los ladrillos que costaron tanto.
He decidido mirar por la ventana.
Repasar en silencio la alegría perdida
con esta ropa vieja de todos los inviernos.
Carina Sedevich nació en 1972 en la ciudad de Santa Fe y reside en Villa María desde niña. Ha publicado en 1998 la plaqueta “Una nube decapitada y grave” (Editorial Radamanto, Villa María) y el libro “La violencia de los nombres” (Ediciones Fe de Ratas, Santa Fe). En 2000 aparecieron sus poemarios “Nosotros No” y “Cosas dentro de otra cosa”, por Ediciones Lítote, Santa Fe. En 2012 dio a conocer “Como segando un cariño oscuro” por Ediciones Llanto de Mudo, Córdoba. Prepara “Incombustible” por la editorial cordobesa “Alción”. Parte de su obra ha sido incluida en diversas antologías del país.