Escribe: Juan Manuel Gorno
En la última noche de Alumni como local, Plaza Ocampo fue desahogo, angustia y celebración absoluta.
Acosado por el conocido fantasma del descenso, el equipo villamariense debía ganarle a Libertad de Sunchales y finalmente logró el objetivo con la entrega total de sus jugadores y una cuota de suspenso que nunca falta, aunque esta vez por todo lo que podía acontecer en Rosario, donde empató Racing de Córdoba.
En el desenlace, el 2 a 0 que consiguió la formación fortinera no sólo recuperó el oxígeno de sus hinchas sufridos, sino también devolvió la presión a la “Academia”, que deberá ganar el próximo domingo (de local, ante Central Norte) para estirar la intriga a un partido decisivo.
Es que, tras el triunfo propio y el empate ajeno, Alumni nuevamente depende de sí mismo para salvarse. Y esta situación acentuó la esperanza, como así también lo hizo la producción del equipo ante Libertad.
El equipo supo que se jugaba la última carta y sostuvo esa necesidad sin tregua, dejando la vida en cada pelota, desde la movilidad permanente de los delanteros hasta las voladas sólidas de su arquero. Todos mostraron los dientes, sufriendo, pero con la actitud grupal de ir a buscar la ventaja o de defenderla.
Libertad, que asomaba como un verdugo permanente en el campeonato para el equipo fortinero, anoche debió redoblar su potencial para sacarle algo, pero no estuvo a la altura de las circunstancias, un poco por la relevancia de sus bajas previas (dejar a César Quiroga en el banco es un pecado terrenal), pero mucho porque el propio Alumni no le dio respiro. Salió a jugar una verdadera final.
Héctor Arzubialde mandó a los suyos bien al frente desde el arranque, con los volantes externos y los delanteros bien movedizos, un Alejo Gelatini demostrativo y un aporte inclaudicable de Diego Villagra desde el fondo.
Como un símbolo de la batalla, el “Pulga” empujó por oficio y personalidad, pero a la vez se prendió al juego corto, contagiando al resto y al público, que se entusiasmó temprano, ni bien Gelatini habilitó a Carlos Herrera y este, con remate rasante, hizo revolcar al arquero Darío Sand.
Alumni tuvo pelota y habitó seguido en campo contrario, sin embargo, Libertad estuvo a punto de arruinarle la noche con una acción aislada de ataque, pero Jonathan Scalzo, jugado ante Matías Rinaudo, tapó un mano a mano que, a la postre, sería clave para el resultado.
No iba a ser la única salvación del portero fortinero, aunque para ello, Alumni debía encontrar primero la precisión en el arco contrario, ya que por momentos atacaba con énfasis y se pasaba de rosca en el momento de la definición, cuando la cabeza debe estar más fría que nunca.
Pasaban los minutos y la desesperación se agigantaba, encima ganaba Racing en Rosario y la preocupación en las tribunas, con la portátil en los oídos, podía afectar la decisión en el campo de juego.
No obstante, a los 37 minutos, Alumni llegó a lastimar en una jugada con pelota detenida, algo que se trabaja con frecuencia, pero no suele surtir el efecto deseado.
Villagra, justo él, pidió la pelota para mandar el centro desde el sector derecho, el arquero Sand salió a cortar con los puños y la pelota, quizás con un sentimiento de justicia, dio en Silvestre y viajó a la red. Fue gol de “chiripa”, pero gol fundamental.
Es que Alumni blindó su confianza para permanecer con la misma postura, aunque todo pudo haber cambiado cuando Scalzo, antes del cierre del primer tiempo, sacó de manera fantástica un tiro libre violento de Jonathan Lastra.
Sin descanso
Después del intervalo, Alumni no tuvo descanso, siguió disputando en la mitad de la cancha, pero poco a poco se retrasó para abrir trincheras en el fondo y atacar de contragolpe, sobre todo luego del susto que padeció a los 5 minutos, con una doble oportunidad de Lastra que terminó con Villagra desviando la pelota en la línea de sentencia.
Esa acción también demostraba que Libertad no iba a darse por vencido, al contrario, anduvo más activo en ataque y se envalentonó con los cambios que realizó Ricardo Pancaldo.
De todas maneras, Alumni tenía respuestas para atacar, ya que pudo aumentar con un cabezazo de Altuna que se perdió por encima del travesaño y un toqueteo entre Gelatini y Espíndola, quien terminó cayendo en el área cuando todos pedían penal.
El propio Espíndola armó la jugada para el segundo gol, a los 22’, hamacándose por izquierda para tocar hacia la posición de Aloi, quien tiró un lujo entre dos defensores y definió con soberbia.
De ahí en adelante, el equipo villamariense se ordenó defensivamente; Antonino hizo un trabajo destacado para cubrir el lateral y Altuna fue el equilibrio en la recuperación, además, se mejoró en la tenencia de la pelota con el ingreso de Diego Torres.
Por las dudas, en el arco estuvo impecable Scalzo, quien volvió a salvar sobre el final, estirándose sobre su derecha ante otro tiro libre preciso de Lastra.
La radio, mientras, informaba que había empate en Rosario, por eso hubo un festejo medido entre los jugadores. “Lo importante es que dependemos de nosotros mismos”, dijeron.
El equipo se había levantado entre las cenizas. Y ahora sabe que, con la mentalidad de anoche, puede mejorar su calidad de vida.