Escribe: Alberto Costa (*)
Tiene que suceder una catástrofe para que la dirigencia política ponga en agenda los temas de inversión en infraestructura.
Si esto no sucede, las cuestiones prioritarias pasan por la coyuntura, por la especulación tendiente a posicionarse mejor para la próxima elección o tratar de mantener sus espacios ganados.
Las inundaciones acaecidas en estos días en Buenos Aires y La Plata, desnudan cruelmente esta situación. Ciudades que crecen sin planificación urbana con escasa inversión en obras de infraestructura básica sufren estas situaciones traumáticas cuando algún suceso de la naturaleza sale apenas de lo normal.
Esto tiene mucho que ver con nuestras pautas de crecimiento.
Ciclos económicos de bonanza y crisis que se alternan indefinidamente hacen que el cortoplacismo y la improvisación sean la constante, dejando de lado cuestiones que tienen que ver con el mediano y largo plazo, o sea, con el verdadero desarrollo.
Miles de metros cuadrados de construcción se han construido estos últimos años y miles de autos nuevos se lanzaron a las calles y rutas argentinas producto de la bonanza temporal de nuestra economía.
Mientras esto sucedía, a nadie se le ocurrió que se produciría un colapso en materia energética, vial y de infraestructura básica.
O si se le ocurrió, no le importó. La urgencia siempre justifica los fines en nuestro país.
Tapar los agujeros de la última crisis, poner parches y socorrer a los damnificados es la consigna, dejando de lado la planificación, la inversión y la previsión de los tiempos que vendrán.
Tiempos que nunca llegan.
Ahora comenzamos a ver los resultados de esta imprevisión, una matriz energética que no cierra, ciudades que no pueden garantizar una mínima calidad de vida a sus ciudadanos y rutas colapsadas.
Estamos frente al problema y este no tiene una solución inmediata.
Para resolver cualquiera de estos temas requieren años de inversión en obras y sus resultados no se verán en el corto plazo.
Mientras tanto ¿qué hacemos? Parece que, como dijo Macri, “deberemos acostumbrarnos a convivir con las inundaciones”.
Hace apenas un año que el Gobierno nacional se puso las pilas con el tema energético y ahí esta Galuccio tratando de sacar las papas del fuego.
Ahora parece que se dispondrán a definir la obras que hacen falta en Buenos Aires y La Plata.
De las rutas ni hablemos, todo sigue más o menos igual.
Esto nos hace ver, definitivamente, que las crisis no vienen sólo por el atraso cambiario, por las operaciones mediáticas de algún grupo financiero o porque el gasto público es creciente y financiable.
Está claro que las crisis serán recurrentes en nuestro país mientras no nos ocupemos seriamente de las cuestiones de fondo, los temas de base que llevan verdaderamente al desarrollo sustentable y no solamente al crecimiento temporal y efímero.
Pero para ello hacen falta dos cosas, planificación estratégica y recursos.
Dos condiciones que hoy desde el Estado no parecen cumplirse y que hacen más critica la situación.
¿Cuando cambiaremos? ¿Cual será la razón que defina el punto de inflexión de un país más serio y previsible? ¿Qué deberá ocurrir para que ello suceda?
Mientras tanto, no pensemos en eso, vamos a socorrer a las víctimas que en nuestro país siempre serán razón para cubrir estas deficiencias. Por lo menos, mientras llueva torrencialmente.
(*) Contador y analista económico