El nivel de histeria femenina aumentaba a medida que el inicio del show se estiraba un poco más. Tras la actuación del joven pianista villamariense José Ignacio Seia en la previa, la multitud de fans -provenientes de Santa Fe, Buenos Aires y otros puntos del país- que se habían acomodado desde temprano, exigían a gritos que el gran telón delantero cayera al fin. A las 22, mientras algunas asistentes aprovechaban las pocas butacas vacías en las plateas bajas laterales, comenzó formalmente el espectáculo con una impecable estructura móvil que, al principio simulaba un hogar, luego un descanso y al último un bar. Era la primera vez que un artista internacional -fuera del ámbito del Festival de Peñas- utilizara el escenario giratorio inaugurado en febrero pasado. Antes de que el cantante guatemalteco alterara las hormonas con su presencia, una suerte de noticiero se exhibía en las pantallas mientras una selección de músicos se ubicaba en sus lugares y demostraba sus bemoles (desde violinistas hasta un percusionista con batería hecha de cotidiáfonos). El boletín informativo instaba, ante tantas adversidades y catástrofes naturales en el mundo, a disfrutar la vida lo mejor posible.
El show
Frente a tal demanda, apareció el hombre esperado, abriendo puertas en el piso superior cantando “Lo que está bien está mal”, tema de su última placa “Independiente”. De allí en más capturó la atención del público durante una hora y media de canciones, relatos adornados y alusivos y algunas conversaciones con sus seguidoras, como Silvina, quien tuvo el privilegio de escuchar a escasos milímetros, sentados a la par, la inoxidable “Señora de las cuatro décadas” o cuando detectó un sugerente cartel en la tribuna que rezaba “Clávame una duda”. Ricardo Arjona, quien actuara por última vez en el Anfiteatro en 2010 cuando todavía no se hallaba techado, no sólo cuenta con un aplomo envidiable para interpretar canciones al mismo tiempo que arroja besos y se abraza a espectadoras, sino que sabe oscilar entre climas románticos y reflexiones más desdichadas, con certera convicción. Puede envolver en seducción con clásicos como “Desnuda”, “Historia de taxi” o “Te conozco” (una de las últimas), o por otra parte, enrostrar el lado oscuro de los afectos con “El amor”, “Cómo duele” o la híper coreada “Fuiste tú”. En tal sentido, el propio artista da un paso más en ese sendero cuando parodia las parejas que asisten al terapeuta en “Reconciliación”. Antes, acota: “Cuando la relación está mal hay sólo dos caminos, o no te quejas más y aceptas al otro como es o te armas las maletas y te vas; lo demás es verso”. Obviamente, recibió el aplauso cerrado de mujeres y hombres, que también asistieron en su mayoría con sus respectivas parejas. La única canción que se corre de dichas posiciones es “Mi novia se me está poniendo vieja”, una tierna letra dedicada a su madre, con la música de un organito detrás. Al final, se podría insinuar en sorna que tanto psicoanálisis, tanto frenesí recibido, pero con un edipo a cuestas. Ellas, sin problemas en remediarlo.
Juan Ramón Seia