Quienes cada año podemos disfrutar por la televisión -única posibilidad que tenemos- de la maravillosa cita máxima del golf del Masters de Augusta, en el estado de Georgia de los Estados Unidos, podemos sentirnos agradecidos de la vida. Es que la convocatoria a todos, hasta los que nunca entendieron “ni jota” de cómo es este fantástico deporte, hace que, de pronto, se sientan entusiasmados de tal manera que comienzan a entender por qué los que lo elegimos, lo jugamos, lo vivimos, somos apasionados y nos transforma hasta lo inimaginable.
Así, uno ha podido ver en la reciente edición que un argentino, el cordobés de Villa Allende, Angel Cabrera, fue capaz de elevar la presión arterial y el entusiasmo de señoras mayores, hombres incrédulos y cuanta persona que nunca antes había osado detenerse un minuto viendo cómo hombres y mujeres le pegan con fiereza o con delicadeza, con increíble precisión y ductilidad a una pequeña pelotita blanca de sólo cuatro centímetros y pico de diámetro posada sobre la enorme esfera terrestre, para enviarla a distancias que van desde centímetros hasta más de 300 metros que, en golf, se traduce en más de 330 yardas.
A todo eso se sumó la ansiedad, la expectativa, la gran posibilidad de que un compatriota pudiera calzarse por segunda vez la chaqueta verde (antes fue en 2009) con que se viste a los ganadores en esa cancha florida que fue, antes de ser transformada en campo de golf, un vivero de plantas y flores. Por eso cada hoyo recibe el nombre de alguna especie: azaleas, magnolias, etcétera.
Esa tensa expectativa para algunos fue una frustración porque el triunfo fue del australiano Adam Scott, pero no temo afirmar que, en el fondo, a esa altura de la contienda ya poco importaba frente al temple y la paridad de los rivales y la calidad de su juego.
El mismo Pato le dijo a un amigo antes de jugar esa vuelta final que “esto no es para cagones” y así lo evidenció con su juego agresivo y pujante. No se le dio por poco, pero no se guardó nada. En el juego por dinero, un golpe menos hubiera significado ganar 540 mil y pico de dólares más (860 mil contra 1.400.000 del australiano). Ahora totaliza casi 30 millones en premios. Para la vitrina deportiva, una medalla de oro en vez de una de plata y para el historial, haber sido un jalón de privilegio porque no muchos ganaron más de una vez allí. Sin embargo, para la vida pareciera como que el jugador cordobés encontró un equilibrio emocional que había perdido por situaciones familiares que declaró haber superado.
Anheladas consecuencias
Será bueno, entonces, que pueda ser un modelo deportivo dentro y fuera de una cancha porque en él se espejan o quieren imitar legiones de niños y jóvenes que transitan esta disciplina deportiva. Un juego, al fin, en el que se combinan el temple, la fuerza de voluntad, la potencia, la precisión, pero, sobre todo, la serenidad y la paciencia.
Para que muchas señoras mayores y muchos hombres indiferentes al golf se sigan deleitando, aunque sea a la distancia, de un espectáculo inigualable y sólo repetible una vez por año.
Apostillas
* Para presenciar un Masters de Augusta hay que gestionar la entrada con varios años de anticipación.
* Está prohibido utilizar cámaras de cualquier tipo bajo pena de ser expulsado del predio y prohibir el acceso de por vida. Este año alejaron a un espectador que no respetó la regla.
* Cabrera llevó como cadi a su hijo homónimo: Angelito.
* El cadi de Adam Scott es el que tuvo muchos años Tiger Woods, que se hizo millonario con ese trabajo (cobran el 15% de los premios), vive en Australia y tiene su propio jet privado.
* Scott, de 32 años -11 menos que Cabrera-, es el primer australiano en ganar en Augusta. Antes fueron segundos varios compatriotas.
* Millones de personas vieron el Masters en todo el mundo por la televisión.
Bell Ville
En el torneo a 18 hoyos del pasado sábado, en Bell Ville, jugaron varios villamarienses y
villanovenses. Hasta 13 de hándicap ganó Raúl Ibarra con 71, seguido de Pablo Conte con 73 y Víctor Benavides con 75.
De 12 al máximo ganó Delmo Ricagno con 68, seguido de Jorge Murúa y Norberto Petroselli con 75, Raúl Rubín, Raúl Alfonso Pavone y Mario Ateca con 76, Gerardo Paviolo y Axis Arabel con 77 y Gerardo Moro con 81.