Las hermanas están sentadas tomando mate y escuchan la radio. Parte de sus hijos (y sobrinos) pululan a su alrededor, corren, gritan y juegan. También está el hermano de ellas de visita, en una de sus salidas del Hospital Emilio Vidal Abal, de Oliva.
Son las 11 de la mañana, es un día hermoso de sol y cielo despejado y las hermanas Ruiz están charlando sentadas, con mesa y sillas, en la calle de tierra, detrás del cementerio municipal San José. Ahí, a metros, tienen sus viviendas. Precarias casitas que fueron construyendo para albergar a los suyos.
Verónica, Mariela y Paola Ruiz reciben a EL DIARIO con una mezcla de timidez y algarabía. No quieren fotos. “No me gusta como salgo. Ni siquiera en el cumple de mi hija quise sacarme”, argumentó una de ellas. Está la prima Vanesa y juntas cuentan aspectos de sus vidas.
Es una familia de muchos integrantes: ocho hermanos, cinco mujeres y tres varones (uno ya fallecido). Todos nacidos en Villa María, hace dos décadas llegaron al Ctalamochita.
Y aquí están, en Los Alerces 84. Les gusta este barrio, por la tranquilidad, aunque dejan trascender el malestar por el “chusmerío”.
Hoy todas están solas, sin compañero, a excepción de Verónica que está de novia desde hace 11 años y quien arregla motos y pinta.
Cada una tiene su vivienda. Y todas tienen hijos, que van a la escuela. Son chicos de 4 a 16 años.
Cuentan que los políticos “sólo vienen cuando necesitan votos” y les dan artículos para que los vayan a votar. Si no, no pisan por acá.
Hijas de Ema Sosa y de Roberto, casi no salen de este barrio, su lugar en el mundo. “A mí no me gusta salir. Yo no dejaría a mis hijos ni loca por ir a un boliche”, afirmó una de las entrevistadas.
Viven como pueden, con pocas monedas. Una de las necesidades principales que tienen es concluir la obra del techo de una de las casas de las mujeres. Para eso necesitan material.
La charla con EL DIARIO está en la etapa final cuando arriba Roberto, el padre de las jóvenes. Viene de trabajar y mira con cara de pocos amigos a este cronista. Ellas le explican que vinimos para una nota, el hombre cambia de postura, sonríe, da la mano y termina posando para las fotos junto a sus nietos.