Escribe: “Pepo” Garay
Especial para EL DIARIO
En la plenitud de la Pampa de Achala, en las Sierras Grandes, se erige uno de los rincones más alucinantes de nuestra Córdoba: Los Gigantes. Un sistema montañoso radiante de cerros, quebradas, arroyos, cuevas, flora y fauna. Ideal para inyectarse naturaleza en las venas, dialogando con los paisajes a través de soberbias caminatas.
La reliquia se encuentra ubicada a 45 kilómetros de Villa Carlos Paz, en dirección oeste. Tras cruzar Tanti, el ascenso se vuelve constante y el entorno, agreste. Piedras gigantes pueblan la vera de camino de tierra, el pasto de compañía. También caseríos (“Casas Nuevas” y “La Rotonda” son algunos de ellos), y algún baqueano montado a caballo que ve al foráneo pasar. Los hombres de la región andan con el rostro adusto y el vestir de la tradición. El viajero se siente a varias décadas de la vida moderna. Hasta que divisa la montaña en su máximo esplendor y se olvida de todo. Ahora, sólo hay mente para la aventura.
Crónica de tres caminos
El ingreso a Los Gigantes viene con barrera. Abonar la entrada es obligatorio, amén de lo ridículo que suene. Ahorrándonos la mala sangre, pagamos sin más. Tras la visita a la capilla y la escuela rural, comenzamos a sumergirnos entre los cerros. Las primeras pistas hacen saber de roca, de tonos marrones y grises, de vegetación pura y auténtica (con tabaquillos, pajonales, helechos, romerillos y la infaltable peperina). Paredones de granito surgen aquí y allá. Y los diseños estrambóticos de la piedra no se hacen esperar. Como “El Pollito”, formación con la que nos encontramos a los pocos minutos de marcha.
Tras una hora de peregrinación, con el arroyo contemplando los pasos, el arribo a La Pirca es inminente. Se trata de un punto estratégico del mapa desde donde surgen los tres senderos más importantes de Los Gigantes: el que lleva al cerro de La Cruz (2.180 metros de altura sobre el nivel del mar), el que conecta con El Mogote (2.380) y el que atraviesa el Valle de Los Lisos.
Llegando a la cúspide
El primero corporiza la excursión clásica. Unos 200 metros de empinada subida para llegar a la cúspide de La Cruz y apreciar buena parte del Valle de Punilla (dique San Roque incluido), desde las alturas. No lejos de allí descansan algunas cuevas, otros de los rasgos comunes del lugar. Popular entre los visitantes es la llamada “De los Pajaritos”.
Volviendo sobre nuestras huellas, hay que tomar rumbo oeste, y subir de nuevo para llegar hasta el cerro El Mogote, también conocido como “Cima de Los Gigantes” (una hora de caminata). Allí la panorámica es todavía más espectacular: Punilla y las Sierras Chicas al este, Volcanes y Pampa de Pocho al oeste, Cumbre de Gaspar al norte y cerro Champaquí al sur.
Luego, es tiempo de regresar hasta La Pirca, para desde allí serpentear la quebrada y, tras unos 45 minutos de bajada, aterrizar en el valle propiamente dicho.
Laderas que rodean la experiencia con pequeñas cascadas y el encantador arroyo dando aires de vergel. Acaso el mejor obsequio que pueda ofrendar este pedacito de Córdoba.
Vida de camping
A lo largo y ancho de su fisonomía, Los Gigantes son sinónimo de vida de camping. Es cuestión de elegir un área plana y seca (los ríos subterráneos se encargan de humedecer grandes porciones de la superficie), plantar la carpa y dejarse conquistar por las noches pródigas en estrellas. De día, el mate puede ser acompañado del avistamiento de cóndores, jotes y teros y si hay suerte, de lagartijas y ranas de colores (muy raramente uno puede cruzarse con pumas o zorros).
Tras el desayuno, son varios los visitantes que se vuelcan a la escalada, que es practicada en los paredones distribuidos en la zona. Después, bien vale explorar nuevos senderos. O simplemente repetir los ya transitados. Y no cansarse nunca.