“El abuso sexual infantil es una de las formas de maltrato infantil, quizás la peor, por las secuelas físicas y psicológicas que quedan en los niños o niñas”, indicó Natalia González, abogada del Centro de Atención Interdisciplinaria para Víctimas de Delitos contra la Integridad Sexual.
El organismo funciona en el mismo espacio que el Centro de Asistencia a la Víctima, en San Martín y Sarmiento, segundo piso.
Con González, trabaja también la psicóloga Ivana Sedevich. “Brindamos atención, asistencia, tratamiento y asesoramiento legal a víctimas, posibles víctimas o víctimas remotas de abuso sexual”, indicó la letrada.
Los días de atención son los miércoles de 8 a 12, los jueves de 15 a 20 y los viernes de 9 a 12. Los teléfonos son 4533396 o el celular que se encuentra en guardia permanente para casos de urgencia, 0351/152567894.
“Es el abuso de la autoridad, de la confianza que un adulto tiene sobre un niño o niña, para satisfacer sus perversiones sexuales”, explicó.
Ayer se conmemoró el Día contra el Maltrato Infantil y como el abuso sexual es una de las formas de maltrato, consultamos con el equipo que asiste la problemática.
“Lamentablemente, las estadísticas hablan de que la mayor cantidad de abusos infantiles es intrafamiliar, pero también se observan casos de abusos dentro de los ámbitos en que los niños desarrollan sus actividades o su educación, ya sea en la escuela, en ámbitos deportivos o recreativos”, agregó.
“Por ello no sólo los padres y madres debemos involucrarnos de manera activa en la prevención de este flagelo contra la infancia, sino que todos somos desde algún lugar operadores sociales, por ello, sobre todos cabe la responsabilidad de educar en la prevención, del cuidado por el cuerpo humano, de las partes íntimas, de que hay secretos que sí deben contarse, de que hay caricias que no son adecuadas”.
Como recomendación, la abogada señaló que “hay que aprender a escuchar a nuestros hijos e hijas, confiar en su propia intuición, persistir en hablar sobre un asunto que mucha gente prefiere olvidar, a no desconfiar de sus palabras y en determinadas situaciones, a desconfiar de sus silencios”.
“Silenciar a los niños y niñas maltratados o abusados es una forma de ser cómplices de ese maltrato o abuso”, concluyó.