En el mínimo resquicio donde entraba aire, dentro de un partido bajo presión, mientras el sufrimiento oscilaba entre una tribuna y otra y los hinchas mezclaban sofocones y cánticos truncos, una pelota impulsada por Walter Cuevas entró girando entre el césped y un manotazo inútil de Gerardo Godoy. Fue penal convertido. Fue gol y estallido tremendo en la popular Willington del Estadio Mario Kempes, donde los de rojo y blanco se descargaron con lágrimas de emoción. Alumni acababa de bajar al descenso a Racing, desde los doce pasos.
El desenlace terminó siendo de película, no sólo por la algarabía de quienes se presumían los buenos de la noche, sino también por cómo cambió el semblante según cada penal, mientras nadie quería pensar en el tobogán del descenso, luego de empatar sin goles en tiempo reglamentario y en alargue.
Curiosamente, justo un villamariense, Gastón Molina, tuvo en sus pies el tiro de gracia, el penal que le abría a Racing las puertas al repechaje ante Brown de Madryn, después de que Alumni padeciera la mala ejecución de Santiago Aloi. Pero en la búsqueda de héroes, el primero que apareció fue otro hombre de la casa: Jonathan Scalzo, quien voló hacia un costado izquierdo y le siguió dando vida a un equipo que no merecía semejante destino.
Pero Scalzo no se quedó en eso. Volvió a tapar un remate, en este caso de Hernán Pérez, y lo demás quedó a merced de Cuevas, para modificar el rumbo de una historia que asomaba imposible.
No obstante, el sufrimiento de los penales se pudo haber evitado si Alumni hubiese conseguido la contundencia que le faltó en las situaciones más nítidas que gestionó en el partido.
Es que dentro de un duelo parejo, el equipo villamariense contabilizó más ocasiones a lo largo del mano a mano que tuvo contra Racing, justo el verdugo que lo había goleado en Plaza Ocampo. Sin embargo, la efectividad no estuvo del lado de los dirigidos por Héctor Arzubialde.
Entonces hubo que apelar al sufrimiento y a otros factores que no faltaron en ninguno de los equipos, que se entregaron por completo.
Claro que cada uno mostró su estilo, dentro de una pobreza lógica entre dos de los peores de la temporada en el Argentino A. Alumni, con cuatro en el fondo, cuatro en el medio y dos adelante, quiso ser más prolijo en el manejo de la pelota, con Santiago Aloi desbordante por izquierda y Carlos Herrera y Matías Espíndola muy movedizos.
Racing, en tanto, con tres en el fondo y dos volantes centrales, buscó siempre el desnivel desde la presencia intimidante de sus dos atacantes, Cristian Rami y Nicolás Bubas, aunque sin generar circuitos de juego acordes.
La atajada de Scalzo, ante una chance de Hernán Fernández, y el cabezazo de Argüello, que dio en el poste, fueron lo más inquietante de la “Academia” en el primer tiempo, pero la más clara estuvo en una palomita de “Falucho”, tras centro de Aloi, que encontró la humanidad de Gerardo Godoy.
En el complemento, la historia fue diferente, ya que si bien ambos equipos tuvieron errores en el traslado de la pelota, Alumni resultó más vertical, con pelotas al vacío para exprimir la velocidad de los atacantes y la frescura que aportaron luego Diego Torres y Cuevas.
Lo pudo ganar el elenco villamariense, pero primero un tiro de Silvestre pegó en el travesaño, luego “Falucho” se lo perdió increíblemente, solo frente a Godoy, y también dilapidó una chance Aloi, entrando por la izquierda.
La intriga continuó en el alargue, con un arbitraje impecable, pero con dos equipos sin malas intenciones, que fueron al ataque con énfasis y retrocedieron con las últimas energías.
Alumni pareció tener más respuestas físicas, pero eso no alcanzó para tener la tranquilidad en la definición en los metros finales. De ahí en más, los penales, esa mini historia angustiante que otorga el fútbol, se encargaron de mover la balanza para el lado villamariense, con Scalzo magnífico, Cuevas decisivo y un público desbordante, que celebró una gesta histórica, de esas que -de acuerdo a cómo termine el repechaje- quedarán instaladas para siempre en el recuerdo colectivo del deporte local.
La figura
Jonathan Scalzo atajó para diez. Jamás falló durante el partido (tapó un mano a mano formidable ante Bubas) y luego se lució en los penales. Demostró ser un arquero de la categoría.
El árbitro
El mendocino Andrés Merlos (de la liga de Tandil) tuvo un arbitraje impecable. Mantuvo siempre la conducción, con buen despliegue y aciertos en cada momento de mostrar tarjetas. Por momentos fallaron los asistentes.