Por Raúl Olcelli (socio fundador,
Cooperativa Comunicar)
Cuando El DIARIO del centro del país fue especialmente invitado al Tercer Encuentro Internacional de Trabajadoras y Trabajadores Autogestionados en el DF de México, nos llevamos una sorpresa gigante. Fueron principalmente todos los representantes de distintas empresas recuperadas (cartoneros, textiles, técnicos, periodistas, gráficos) junto a estudiantes y profesores de diversas universidades de nuestro país, los más solicitados para contar nuestras experiencias: no se entendía muy bien cómo luego de la crisis de 2001 se llegaba a niveles de trabajo y estabilidad sustentables en el tiempo para demostrar que todavía todo era posible.
Compañeros trabajadores y actores sociales y políticos, junto a un nutrido grupo del mundillo universitario de diversas partes del mundo, fueron los más interesados en saber cómo se dieron los procesos de recuperación de tantas fábricas y empresas en bancarrota por aquellos años de tragedia social a finales de los 90.
Fue justamente en un lugar lejano, pero de patria conocedora de diversas revoluciones, donde aprendimos los trabajadores argentinos que aquella alternativa que abrazamos para salir adelante marcaba a fuego una impronta que nos distinguiría en el mundo entero desde 2001: recuperar empresas.
Y fue así que entre tantas ponencias y disertaciones expuestas en aquellas universidades concluimos algo: la expresión “empresa recuperada” no tiene traducción, es aceptado tal cual en todo el mundo, por más que se lo intente traducir.
O sea, es tan argentino como el dulce de leche o la birome, el colectivo o el locro del 1 de Mayo.
Una vez más y a través de los tiempos, los trabajadores nos inflamos de orgullo al saber que la dignidad del trabajo, nuestro trabajo, hoy es una bandera que flamea bien alto y se la divisa desde lejos, desde curiosas latitudes, principalmente desde aquellas que le llamaban “primer mundo” sumida en una triste y cruel crisis ocasionada por procesos neoliberales.
“El futuro es nuestro por prepotencia de trabajo… Como una gota de agua dentro de un mar bravío”, escribió, acertadamente, alguna vez Roberto Arlt.